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Cuando la ciudad le dice no a un sueño azul

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POR Periodista Practicante |

Hay muchas razones para dudar de la promesa de un estadio para la U: la oposición de vecinos, el precio y la escasez de terrenos idóneos, y los potenciales problemas de conectividad.

Ochenta años de historia en 64 hectáreas. Una estructura de cemento como origen de la costumbre dominical. El Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos es mucho más que un rectángulo de pasto. Protagonista de alegrías y desiluciones, se ha convertido en albergue de un grupo sin hogar.

Era 3 de diciembre de 1938 y el Presidente Arturo Alessandri inauguraba el recinto frente a los abucheos de miles de personas. No creían posible que el que se erguía como un coliseo, pudiese volver a su máxima capacidad de público. Se equivocaron.

Ñuñoa se convertiría en cuna del deporte nacional. Arturo Godoy contra Joe Louis. Chile como organizador de la Copa Jules Rimet en 1962. Clásicos univeritarios, visitas históricas como el Santos de Pelé, la selección de Checoslovaquia, mundiales juveniles, Colo Colo ganando una copa tras otra, finales de Copa Libertadores. Todos estos hitos a estadio lleno.

Y, entre ellos, la permanente presencia de un equipo que, más por destino que por decisión, tuvo que ser local entre medio de las butacas del gigante blanco: Universidad de Chile.

Décadas acompañan a los azules en el Estadio Nacional. Dueños incuestionables de la galería sur, esa misma que durante la temporada 2018 fue una parte central de la convocatoria promedio de 29.752 personas por partido, convirtiendo a la U en el equipo que más gente llevó al estadio.

Alcanzar ese record, sin embargo, no fue suficiente. Los hinchas exigen la materialización de un sueño hasta ahora imposible: un estadio propio. Ya sea por infructuosas negociaciones, la falta de un terreno idóneo a los requerimientos de los encargados del proyecto o por los efectos negativos que podría traer para los barrios aledaños, el sueño sigue en eso. Un sueño.

A comienzos de enero Carlos Heller, presidente de Azul Azul, dijo en entrevista con La Tercera que cumpliría su promesa. El estadio de los laicos finalmente se construiría. Sin embargo, los vecinos e incluso la alcaldesa de San Bernardo (donde se pretendía levantar el proyecto) se niegan a tener la edificación en la comuna.

Posibles daños a las casas, congestión vial e incluso delincuencia por la cantidad de asistentes que llegarían al sector, son algunos de los factores que, desde el punto de vista urbanístico, impiden que el proyecto cobre fuerza para pasar de sueño a realidad.

Espacio: Ni ajeno, ni propio

Fue a comienzos de la década de 1970, cuando la U, luego de la gestión del presidente del club, Emilio Torrealba, se volvió acreedora de seis hectáreas donde se emplaza hoy el Parque Araucano. La locación para poner la primera piedra del estadio propio se concretó. El estadio como tal, no. Las tribunas para albergar a 15.000 personas nunca se construyeron, porque en 1985 el terreno fue vendido a la Municipalidad de Las Condes.

Para levantar proyectos de gran envergadura, con impacto medioambiental y demográfico, es obligación respetar el propósito inicial para el cual el terreno fue destinado en la comuna. Si el espacio en cuestión es para actividades de carácter deportivo, la tarea de construir un estadio se facilita. Si la condición del terreno es cualquier otra, los laicos enfrentarían un nuevo problema.

De acuerdo con el arquitecto y Máster en Diseño Urbano de la Universidad de Harvard, Luis Eduardo Bresciani, la condición básica para intervenir una zona es que esta sea de propiedad de quien solicita el permiso. “La factibilidad de construir un estadio para la “U” depende en gran parte de que sean propietarios del espacio. La segunda condición, es que cumplan con el Plan Regulador Metropolitano”.

Algunos de los requerimientos de estas normas tienen sustento en la condición de ser “un equipamiento de escala mayor”; esto es, un recinto que tenga capacidad para albergar a más de cinco mil personas por un periodo de tiempo determinado.

Julio Poblete, arquitecto de la Universidad Católica, señala que la cantidad de público con que podría contar el club en cada uno de sus partidos obliga a que el proyecto no sea frente a una calle de 15 metros o menos. Al contrario, las vías aledañas deben ser de 30 metros de ancho como mínimo, con doble pistas del mismo sentido.

Universidad de Chile, sin terreno propio y con dificultad para encontrar uno que se amolde a los requerimientos dirigenciales debe, según Poblete, regirse por parámetros menos tradicionales en la búsqueda del estadio. “Hoy existen terrenos que están botados, con pocos vecinos y que serían de buen uso para la ciudad. Por ejemplo, los pozos de extracción de áridos, que tienen 40 hectáreas (…) con 50 metros de profundidad. Por qué no hacer el estadio ahí”.

Altos precios para altas pretensiones

El proyecto de levantar un estadio implica un valor que va mucho más allá de los costos por concepto de materiales de construcción. Los estudios de impacto urbano, sumados a las obras de mitigación vial y mejoras en el entorno, han aumentado el precio de los pocos terrenos disponibles que quedan en la Región Metropolitana, y que cuentan con las hectáreas necesarias para emplazar la edificación.

Cuando Laguna Carén se erguía como una posibilidad casi tangible, los valores eran potencialmente menores a los que hoy debiesen enfrentar los encargados del proyecto. El sector cuenta con variados accesos y rutas entre Pudahuel y casi toda la región. Pero esa opción fue desechada. 

La operación comercial que esto supone, según Julio Poblete, no es capaz de pagar un suelo de costo elevado. “En su momento, Universidad de Chile estaba dispuesta a pagar hasta una UF por metro cuadrado. No se si eso ha cambiado, pero en el caso de que sean 15 hectáreas (lo mínimo para las pretensiones azules), solo el terreno les costaría 150 mil UF, sin nada encima”.

Para Bresciani, el precio de la ejecución de las obras continúa siendo un factor preponderante. “La impresión que me da es que pareciera ser que la principal traba del proyecto es el intento por tratar de buscar terrenos inadecuados para bajar el costo (…) Un terreno adecuado para un estadio, es probable que tenga un costo que hoy día la Universidad de Chile no pueda pagar”.

Caos vial

La realización de encuentros deportivos de alta convocatoria en lugares que, tradicionalmente no cuentan con las condiciones para albergarlos, empañan al evento en sí mismo. Ya sea en conciertos o partidos de fútbol, la poca preparación de un contingente de buses, los insuficientes estacionamientos o las malas condiciones de la calle, dan origen a lo que para muchos vecinos (principales afectados) ya es costumbre: desastre en la conectividad.

Para el arquitecto y Máster en Ciencias de la Construcción y Diseño Urbano de la UCLA, José Di Girólamo, este es uno de los problemas que más rechazo genera: “Muchas veces la gente se encuentra con que bloquearon la entrada a sus casas o bien salieron, y había dos hinchas haciendo sus necesidades en su puerta. Ese tipo de cosas complican (la construcción), y por eso la gente rechaza estos proyectos”.

En esa misma línea, al ser un recinto utilizado de manera esporádica, el impacto, según Di Girólamo, es más agresivo. “Son infraestructuras que están en desuso gran parte del tiempo, pero que cuando se utilizan es de forma excesiva y rompen el equilibrio presente en los sectores”.

Una de las condiciones que debe cumplir el club, de llegar a acuerdo con alguna comuna para levantar el deseado estadio, es realizar estudios previos de impacto vial. Estos, con el objetivo de trazar las líneas de acción en cuanto a las medidas para mitigar los riesgos de que se produzcan hechos como los señalados. 

Lo primero es proveer de “buenos y expeditos accesos viales, la adecuada planeación de los estacionamientos y garantizar particularmente un buen servicio de transporte público. Si bien no es responsabilidad del proyecto el servicio de transporte, sí es responsabilidad que las estructuras de transbordos estén habilitadas por el estadio”, dice Luis Eduardo Bresciani.  

Los vecinos exigen seguridad 

Una opción que también ha sonado es San Bernardo, donde podría ubicarse el terreno para levantar el megaproyecto, que constaría de canchas de entrenamiento, áreas verdes para la comunidad y el tan anhelado estadio de la “U”. Sin embargo, los vecinos de la comuna han planteado que el proyecto pasa por alto un aspecto fundamental para la convivencia en la comuna: la seguridad.

El 25 de agosto de 2018, en el superclásico entre Universidad de Chile y Colo Colo, tres personas fueron detenidas por colgar lienzos que incitaban a la violencia en el Estadio Monumental. Once años sin entrar a cualquier recinto deportivo fue la condena.

Hechos como estos, que se extienden por todo el país y causan destrozos en los alrededores del sector donde se emplaza la cancha, son una preocupación constante para los vecinos. La molestia respecto del poco control de quienes ejercen localía es una más de las dificultades para que las negociaciones por un terreno apto para la construcción lleguen a puerto.

Poblete atribuye la sensación de inseguridad de la gente a que “los estadios generalmente son recintos cerrados en todo su perímetro, sus alrededores son muertos y, por lo tanto, sumamente inseguros. Entonces, habitualmente en los bordes de los estadios te encuentras con basurales, murales rayados, lugares donde asaltan a la gente y baños en la vía publica”.

Con los antecedentes de infructuosas negociaciones y los problemas históricos de la “U” para obtener su estadio, para José Di Girólamo, los azules deben continuar disputando encuentros y siendo locales como lo han hecho hasta la hoy. “Entiendo los anhelos de la Universidad de Chile de contar con estadio propio, pero probablemente lo mas sensato sea el esquema actual donde ellos usan el Estadio Nacional (…) Dadas estas dificultades parece poco sensato, desde el punto de vista urbano, generar otra infraestructura si hay una de primer nivel”.