Economía

Cuatro horas para ocho economistas en La Moneda

Imagen principal
Agencia Uno
POR Eduardo Olivares |

Hay pesimismo sobre el devenir económico del mundo, menos con países como Chile. Aunque tampoco es que todo esté perfecto. Ni mucho menos. En la sede de Gobierno, ante expertos y empresarios, hubo un seminario de exquisita categoría.

“¿Por qué Dios creó a los economistas?”, preguntó Nouriel Roubini a una audiencia que probablemente ya conocía el chiste: “Para hacer quedar bien a astrólogos y meteorólogos”. A escuchar a reconocidos economistas estadounidenses llegaron otros economistas chilenos a La Moneda el viernes 14 de diciembre para el seminario “Chile en Marcha: un análisis del camino al desarrollo“. Durante cuatro horas, fue como un Lollapalooza econométrico en plena sede de Gobierno. Como en esos festivales, había fans y también los aficionados que debieron desentrañar algunas presentaciones con ecuaciones y gráficos de dispersión llenos de colores.

Roubini, el afamado especialista que-predijo-la-crisis-de-2008 era una de las estrellas. A su lado estaban Robert Engle, Premio Nobel 2003; Barry Eichengreen, profesor de la Universidad de California, Berkeley; Maurice Obstfeld, economista jefe del Fondo Monetario Internacional, y Laurence J. Kotlikoff, profesor de la Universidad de Boston y hasta exprecandidato presidencial de Estados Unidos. 

El evento parecía pensado en complacerlos. O en impresionarlos. La música de bienvenida, que tal vez no alcanzaron a entender, eran las tonadas de “El corralero” y “Chile lindo”. Cuando el Presidente Sebastián Piñera se subió al podio, partió hablando en inglés para que los expositores norteamericanos entendieran. Luego el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, también les espetó un saludo en inglés. Y la tercera y última persona chilena en presentar, la consejera del Banco Central, Rossana Costa, les anunció que todas sus láminas estaban… en inglés.

También hubo un video introductorio. Fue una pieza audiovisual que destacó que con esta administración hay cifras de más empleos, de más ventas de autos, de más viajes en avión, de más empresas creadas. “Demos un aplauso al video”, llegó a pedir el presentador, oculto tras uno de los pilares del patio.

El Mandatario ilustró el progreso de Chile en varios gráficos y lo comparó con el colapso de la economía venezolana: si hace escasas décadas el ingreso por habitante venezolano lideraba en América Latina y el chileno aparecía hacia el fondo de una tabla, hoy todo es al revés. Habló de reformas (tributaria, laboral, previsional, educacional, de salud), de consumo, de inversión, de creación de emprendimientos, de recuperar el tiempo perdido. En distintas series de datos ilustró las diferencias entre los logros de su administración y la cifras pequeñas o negativas del gobierno de Michelle Bachelet. En las primeras filas había dos exautoridades de Hacienda de la gestión anterior: Rodrigo Valdés y Alejandro Micco. Escuchaban con circunspección. Solo parecieron sonreír cuando el Presidente bromeó con los problemas que estaba teniendo para pasar algunas láminas de su presentación.

Quienes sí estaban a gusto eran parlamentarios RN presentes, como los senadores José García Ruminot y Manuel José Ossandón, y el diputado Carlos Ignacio Kuschel.

Escuche el discurso de Sebastián Piñera difundido por Presidencia:

Pese a que Felipe Larraín prometió que su exposición sería breve, fue demasiado extensa porque en la práctica replicó los puntos neurálgicos ya expuestos por su jefe (y exprofesor). Exhibió algunos números de la economía chilena ya destacados por Piñera; se explayó en el complejo escenario internacional ya delineado por Piñera, y abogó por el diálogo como camino para sortear los obstáculos, tal como ya lo había señalado Piñera. Y eso que, según uno de los asistentes al evento, “el Presidente ya ha estado diciendo esto mismo varias veces”.

Entre los chilenos, por lo tanto, la más novedosa fue Rossana Costa. Aunque en el inicio de su presentación optó por la pedagogía de indicar cuáles son los pilares de la economía chilena, después apuntó a materias de relevancia actual. Mencionó que entre los riesgos que observa el Banco Central están un eventual shock de inversión que termine siendo mayor al avance de 6% anual previsto, lo que podría afectar la demanda interna y llevaría al consejo a elevar la tasa de política monetaria. Casi como acto reflejo, puso el ejemplo contrario: otro riesgo sería una caída del consumo mayor a la proyectada y por lo tanto la tasa de interés se movería acorde a ello.

La única economista mujer del grupo de ocho felicitó también que las decisiones de política monetaria han sido creíbles en el tiempo y que el traspaso del efecto del tipo de cambio a la inflación ha sido exitoso, pues en otras condiciones el impacto podría ser perjudicial, según se desprende de un artículo académico de Mariana García-Schmidt y Javier García-Cicco.

El babysitter del competitivo Piñera

Cuando ingresó al Patio de las Camelias, el Presidente Piñera saludó sonriente. Pero un saludo fue especial: abrazó en forma afectuosa y hasta le acarició la cabeza a Laurence Kotlikoff. “Fue mi compañero en Harvard hace 40 años—dijo el Mandatario—. En varias ocasiones, él fue el babysitter de mi hija ‘Manena’”.

El Presidente Piñera saluda a Laurence J. Kotlikoff en La Moneda. Crédito: Presidencia de la República

El propio Kotlikoff recordaría más tarde, en su turno y sin el Mandatario en el lugar, otra anécdota sobre el carácter del Presidente. El académico contó que cuando llegaron a estudiar el doctorado a Harvard, Piñera le dijo que deseaba sacar las calificaciones más altas. Pero llegó el día en que les entregaron los resultados de la primera prueba. Piñera, relató Kotlikoff, no solo estaba contrariado porque había sacado solo la segunda nota más alta, sino porque su amigo Kotlikoff había obtenido la primera. “Le dije: ‘Sebastián, vienes de un país subdesarrollado, no hablas el idioma… y podemos estudiar juntos la próxima vez'”, contó entre risas.

El carácter competitivo del chileno hizo el resto, continuó Kotlikoff: “¡Él terminó el doctorado en tres años! Habitualmente eso tarda cinco, seis o más años. Lo que él hizo es asombroso. Ustedes son muy afortunados de tener a Sebastián como Presidente. Creo que es el único presidente del mundo con un doctorado en economía… ¿Qué sería de Estados Unidos si tuviera a un PhD de presidente”.

Allá afuera 

Tras las presentaciones del Presidente, del ministro de Hacienda y de la consejera del Banco Central, que en general apuntaron al optimismo, todos estaban expectantes sobre Nouriel Roubini, profesor en la Universidad de Nueva York. Mal que mal, el conocido como “Dr. Doom” provoca la misma fascinación que algunos filmes de misterio o terror. “Hay preocupaciones en todas partes”, anunció casi al empezar. Las láminas chorreaban de correcciones a la baja de las principales economías del mundo. “Hay inquietudes sobre las políticas de Trump, la eurozona, la OTAN, Irán, Medio Oriente, el propio orden económico global”, enumeró. El elevado déficit fiscal de Estados Unidos, por ejemplo, es indeseable.

Como parece suceder en cada escenario y en distintos temas, fue precisamente el Presidente de Estados Unidos el personaje más aludido. 

“Hay un desacople entre los instrumentos y los objetivos de la política comercial de Trump”, resumiría después Barry Eichengreen. Mencionó varios desacoples. Por ejemplo, el mandatario estadounidense busca recuperar los puestos de trabajo de los empleados manufactureros norteamericanos y para ello elevó los aranceles a las importaciones chinas, pero ocurre que ahora las grandes fábricas se están trasladando a otras economías con mano de obra barata, como Vietnam, y no a Estados Unidos.

El problema de raíz, mencionó, es que detrás de estas políticas de Donald Trump hay un analfabetismo sobre materias económicas que se refuerza porque absorbe consejos de personas que tampoco sabrían de economía. Por ejemplo, ignoran temas como qué es una ventaja competitiva, planteó Eichengreen.

“El declive de los trabajos de manufactura en Estados Unidos se relaciona con el cambio tecnológico, la mecanización, no con la competencia de las importaciones”, afirmó el economista de Berkeley. Los mensajes de Eichengreen fueron claros, contundentes: “Los aranceles de Trump serán buenos para los robots estadounidenses, no para los trabajadores”, fue otro ejemplo.

En la audiencia había apetito por esos datos. Algunos, como el empresario José Luis del Río, anotaban entusiastas esas ideas. Otros, como Cristóbal Piñera Morel, ejecutivo de Cencosud e hijo del Presidente, escuchaban hechizados bajo el enorme telón blanco que cubría el patio.

Exposición de Nouriel Roubini. Lo observan autoridades y economistas. Crédito: Agencia Uno

Ya Roubini había dado brochazos del pesimismo que cunde sobre 2019. Habló, como están hablando desde hace meses los principales analistas del mundo, de una posible recesión para 2020. Mientras se afanaba en ello, desde afuera se oían pitazos de una protesta alrededor de La Moneda. Pero él estaba inmutable, imbuido en su discurso ante una audiencia que escuchó como consuelo que en países como Chile se están haciendo las cosas bien. Chile, una excepción.

Lo mismo dirían los otros expositores, sobre todo Maurice Obstfeld, del FMI. Claro que en el caso de Obstfeld un ruido —la radio de uno de los espigados carabineros de Palacio— sí lo desconcentró y solo retomó su presentación cuando todo volvió a la calma. Chile le genera tranquilidad. Se lo dicen los números: con la mirada buscó entre los presentes a Mario Marcel, Rodrigo Vergara (quien se había retirado), José de Gregorio y Vittorio Corbo y les agradeció su labor como presidentes del Banco Central, pues Chile es un caso de éxito entre los países con menor desviación de sus objetivos de inflación entre las economías emergentes. En el público había otro expresidente del Banco Central, Andrés Bianchi, el primero desde el retorno a la democracia y el primero en aparecerse por La Moneda esa mañana, pero los expositores no parecieron reconocerlo.

En primera fila, los ministros José Ramón Valente (Economía) y Felipe Larraín (Hacienda); el Presidente Sebastián Piñera, y el titular del Banco Central, Mario Marcel. Crédito: Presidencia de la República

Así, mientras el mundo arde en incertidumbres, los economistas top se complacen con Chile. “Chile está bien, pero”, agregarían luego, cuando recordaron lo de siempre: que el país debe diversificar su canasta exportadora, que debe mejorar la calidad de su educación, que debe incrementar sus niveles de innovación.

Fue como un recetario magistral calcado de presentaciones de economistas de aquí y de allá de hace 10, 15 o 20 años, cuando a estos mismos eventos iban varios de los mismos asistentes. Por allí estaban exministros de la Concertación y de la Nueva Mayoría como Claudio Hohmann, Eduardo Aninat, Jorge Rodríguez Grossi y Rodrigo Valdés; economistas como Patricio Arrau, Luis Felipe Lagos, José Ramón Valente (hoy ministro de Economía), Hernán Cheyre, Álvaro Clarke, Erik Haindl, Cristián Larroulet (actual jefe de asesores de Piñera), Guillermo Pattillo (hoy director del INE) y Klaus Schmidt-Hebbel, entre otros.

El conservadurismo bancario

En los “bien, pero” Robert Engle apuntó más allá: los bancos en Chile, afirmó, son muy conservadores. Aunque el asunto es más complejo. La de Engle fue una presentación llena de datos: gráficos de líneas, mapas, pantallazos de ecuaciones en la búsqueda del valor beta. En definitiva, qué tan riesgosos son continentes, países y empresas a partir de un índice de volatilidad del V-Lab, de la Universidad de Nueva York.

Robert Engle, Premio Nobel de Economía 2003. Créditos: PAUTA

Y entonces sorprendió con tablas que reflejaban un bajo riesgo bancario. Parecía paradójico: es bueno que los bancos chilenos tengan reservas saludables, pero el Premio Nobel se preguntó si acaso eran precauciones demasiado altas. Y lo dijo así: “Los bancos parecen excesivamente conservadores”. Y una hipótesis que avanzó fue si acaso aquella conducta podría estar relacionada con las regulaciones en Chile.

Pablo Granifo, el presidente del Banco de Chile, estaba entre los asistentes. Pero quien miraba fijamente, ya sin chaqueta, era el superintendente de Bancos, Mario Farren

Cuando Laurence Kotlikoff —el amigo del Presidente Piñera y el octavo economista de la jornada— subió al escenario, ya había muchas sillas vacías. Buena parte de la audiencia había desaparecido tras un receso de jugos, tapaditos y minidulces en un salón contiguo, momento en que Roubini charló largamente con el economista italiano Giancarlo Corsetti (Universidad de Cambridge); dirigentes empresariales como Alfonso Swett (CPC), Patricio Donoso (CChC) y Peter Hill departieron con otros invitados, y ejecutivos y empresarios como Jaime de la Barra (Compass), Guillermo Tagle (Credicorp), Fernando EcheverríaCristóbal Torres (Provida) redondearon el debate.

A Kotlikoff lo recibió el robot Eva. Él le acarició. “Da buena suerte frotar mi cabeza”, le respondió la máquina. Y de máquinas expuso él. Reemplazarán a muchos trabajadores, vaticinó, y llegará el día en que incluso “oren por nosotros”.

Y tal vez le pregunten a Dios por qué creó los robots.