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Cómo interpretar la victoria demócrata en la Cámara de Representantes

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POR Eduardo Olivares |

El Partido Demócrata tiene un menú de opciones para torpedear la campaña de reelección de Donald Trump: desde nuevas investigaciones hasta la detención de legislaciones prioritarias. Los republicanos controlan el Senado.

¿Por qué el control de la Cámara de Representantes es especialmente decisivo? La respuesta está en su menú de dispositivos para regular la agenda legislativa de la Casa Blanca y en abrir diversos escenarios de disputa política que desafíen al presidente de turno. Este escenario de confrontación entre esa cámara y el Presidente Donald Trump está por abrirse a partir de los resultados de los comicios de medio mandato (“midterms”) de 2018 y que definirán lo que se abre ahora: la campaña 2020 de Trump a la reelección.

Este martes 6 de noviembre, la tan anunciada “ola azul” de dominio demócrata se concretó con poco más que lo justo: los candidatos de ese partido obtuvieron la victoria mayoritaria en la Cámara de Representantes e hirieron el futuro de la campaña de reelección de Donald Trump. En todo caso, el Partido Republicano consiguió un triunfo más relevante en el Senado, donde incrementó su poder de mayoría.

El 3 de enero asume el nuevo Congreso.

Hay una lista extensa de potenciales razones de la derrota republicana en la Cámara de Representantes. La alta participación electoral, por ejemplo, implicó un aumento de los votantes que suelen volcarse hacia el lado demócrata: jóvenes, minorías y mujeres con formación universitaria. Hay otras dos características de ese apoyo: las personas con mayor nivel educacional y, como se observa en varios estados, los electores con mayor poder adquisitivo relativo. Esto último es novedoso, pues habitualmente los votos marginales en las midterms los entregan las personas mayores y también más ricas, cuenta Anthony Fowler, politólogo de la Universidad de Chicago.

Otra razón se relaciona con los problemas del partido gobernante. “Las elecciones fueron una bofetada en la cara a Trump”, dice F.H. Buckley, exasesor de la campaña presidencial de Trump y académico de la Escuela de Leyes de George Mason University. “Pero no por las razones que puedas pensar. Él fue electo como un artista del cambio, y no nos dio lo suficiente de aquello porque no pudo liderar un Partido Republicano fragmentado”, comenta a PAUTA.

El tamaño de la “ola azul”, en cualquier caso, no decantó en un fenómeno tan extraordinario. No fue un tsunami, como llegaron a creer algunos líderes demócratas. “Los demócratas tendrán una mayoría modesta en la Cámara, y la mayoría de las proyecciones estuvieron relativamente precisas. Creo que dado que unos pocos candidatos entusiasmados y unas bases motivadas a quienes Trump no les cae nada bien, muchos quizás anticiparon que habría grandes ganancias en la Cámara de Representantes, pero la modestia de la victoria no debieran ser vistos como inesperada”, plantea Patrick Tucker, investigador de la Universidad de Yale.

Las consecuencias de la mayoría opositora

Hay dos dimensiones donde la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes podría afectar el curso de los siguientes dos años de la Presidencia de Donald Trump: restricciones legislativas y comisiones investigadoras.

Con el control demócrata en la Cámara de Representantes, Trump no podrá repeler el denominado Obamacare (aunque tampoco consiguió hacerlo estos dos años en parte por la oposición de parte del propio Partido Republicano) ni podrá seguir adelante con algunas de sus políticas migratorias más polémicas, como el muro que ha prometido continuar en la frontera con México. “Cualquier otros ajustes en el código tributario serán también mucho menores comparados con los aprobados el pasado diciembre”, describe Patrick Tucker. Es improbable que consiga una buena relación con una cámara adversaria, agrega.

“Para su campaña de reelección en 2020, Trump sería incapaz de correr con grandes logros legislativos. En todo caso, este presidente tampoco se destacó por promover sus victorias en 2018 ante los candidatos al Congreso, así que bien no podría no afectarle en su propia estrategia electoral”, dice Tucker.

El mayor peligro para Trump con esta Cámara de Representantes está en la cruda batalla política. El informe del fiscal general que investiga la denominada trama rusa, Robert Mueller, está por entregar sus conclusiones. Todos los antecedentes que aporte y los testigos que incluya serán sometidos a un escrutinio detallado que permitirá levantar numerosos requerimientos de investigación. El riesgo que temen los republicanos es que la mayoría representante puje por una citación para que el Presidente Trump declare ante una eventual indagatoria criminal. Ese paso, de concretarse, no tiene precedentes, tanto así que, si los demócratas persistieran y Trump se negara, el caso podría escalar hasta la Corte Suprema. El más reciente integrante de esa corte es Brett Kavanaugh, el juez propuesto por el mandatario y cuya polémica por una acusación en su contra por agresión sexual provocó la última de las grandes tensiones entre los dos partidos. 

“Por los siguientes dos y posiblemente próximos seis años veremos la paralización a la que los chilenos están también bastante familiarizados. Estamos prisioneros de una separación de poderes en la cual la necesidad se junta con la imposibilidad. Los demócratas, recordando el endemoniado de Gerasa, sobreactuarán un impeachment contra Trump, pero no lo removerán, y harán que lo reelijan en 2020″, plantea Buckley.

¿Por qué el Senado se quedó con los republicanos?

Como ha ocurrido en las últimas elecciones, los republicanos tendrán el control mayoritario del Senado. Esto es relevante, pues es el Senado el que impediría un eventual impeachment a Trump (la Cámara propone, pero se requieren dos tercios del Senado para cursar la destitución) y es el Senado el que tramita los nombramientos de jueces federales, entre otras prerrogativas.

Dadas la actual demografía y las coaliciones partidistas, las elecciones parlamentarias han tendido a favorecer a los republicanos en el Senado, analiza Anthony Fowler, aunque por cierto ello puede cambiar en el futuro. De hecho, el triunfo de Barack Obama en 2008 y su reelección en 2012 llevó a los republicanos a cuestionarse si alguna vez iban a poder recuperar el poder, considerando la emergencia de las minorías hispana y afroamericana que se identificaban con los demócratas. Claramente esa irrupción no fue determinante, pues fue Trump y no la demócrata Hillary Clinton quien venció en las presidenciales de 2016 (y fueron los republicanos los que conquistaron ambas cámaras del Congreso).

“Pero el Senado otorga una representación desproporcionada a los estados pequeños y los estados pequeños son, en promedio, más republicanos”, dice Fowler. En estas midterms se renovaban 35 escaños del Senado, de los cuales la mayoría eran demócratas. Es decir, ese partido debía defender una mayor cantidad de asientos, lo que hacía muy improbable que pudiesen sumar más escaños como para sobrepasar a los republicanos. El Senado está compuesto de 100 escaños y se necesitan 51 para controlar la mayoría.

El detalle está en que las elecciones de medio término de 2012 fueron inusualmente buenas para los demócratas. Lo que se observó ahora, entonces, con varios demócratas perdiendo sus escaños (Dakota del Norte, Missouri, Indiana), no sería más que el regreso al promedio, indican Fowler y Tucker. A lo anterior deberían agregarse otros dos factores, que confluyen como variables en cuyo estudio aún debe profundizarse para confirmar si son predictoras relevantes: la buena salud de la economía, que es reconocida por los propios votantes según los sondeos a boca de urna, y la fuerte campaña en algunos estados clave realizada por Donald Trump (Texas, Florida, Indiana, Ohio, Missouri) en las semanas previas.

En la Cámara de Representantes sucede algo parecido con la tendencia republicana. Un distrito “promedio” tiende a ser republicano. Buena parte de la explicación está en el redistritaje electoral o gerrymandering, que permite a los líderes de un estado dibujar las fronteras de un distrito a conveniencia para tener a electores más afines a su partido. Ese mecanismo hace que si los demócratas desean ganar la mayoría de la Cámara de Representantes (al menos 218 de los 435 escaños que la componen), deben ganar en los votos por una diferencia mayor que un simple 51%.

Uno de los mayores expertos mundiales en análisis de distritos, Matthew Shugart, profesor de la Universidad de California, Davis, hace un cálculo simple. Obtener un 5% de ventaja en los escaños requiere que una mayoría de entre 6% y 10% en el voto popular agregado, algo inusual en el traspaso de votos a escaños “y un recordatorio de cuán no representativo es el sistema electoral de la Cámara de Representantes”.

La relevancia de los gobernadores y sus estados

En el gerrymandering son esenciales los gobernadores. Ellos, en conjunto con las cámaras parlamentarias estatales, definen el dibujo de los distritos basados en el censo. Y hubo 36 gobernadores que estuvieron puestos en competencia este martes. En términos netos, los demócratas consiguieron una victoria importante, aunque no consiguieron arrebatar estados clave como Florida y Ohio a los republicanos (Georgia, otra de las esperanzas demócratas, también parece perdida).

Entre sus mayores victorias están Kansas, Maine, Michigan e Illinois. “Esos son estados importantes, porque esos gobernadores tendrán el poder de veto sobre potenciales planes de redistritaje después del censo de 2020. En la década pasada, el Partido Demócrata tuvo un desempeño pobre a nivel estatal. La política a nivel estatal es importante solo por los planes de redistritaje, sino también como un sistema de formación de candidatos calificados. Ganar más carreras estatales tendrá menor publicidad, pero tendrá quizás implicaciones más relevantes para el éxito de largo plazo del partido”, afirma Tucker.

Otro de esos cuerpos intermedios son los fiscales generales de los estados. Y ellos, también, tendrán un protagonismo mayor con el poder de litigios que concentrarán desde ahora.