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El delicado cálculo de Trump y su polémica política migratoria

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POR Eduardo Olivares |

La política de tolerancia cero en contra de inmigrantes, que provocó el enjaulamiento de niños, está impactando la popularidad del Presidente incluso entre sus partidarios.

Ha sido una semana gris para los derechos humanos en Estados Unidos. La política de tolerancia de cero a los inmigrantes ilegales ordenada por el Presidente Donald Trump tuvo un efecto que la exprimera dama Laura Bush calificó como “cruel” e “inmoral”: niños en jaulas, separados en cientos de casos de sus familias que viajan para huir de otros horrores. Un botín que Trump desea usar para conseguir el financiamiento de su muro en la frontera con México. Un botín de niños, habría que insistir.

Este mismo martes 19 de junio, además, el gobierno norteamericano anunció su salida del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. La decisión, dijo la embajadora de Washington ante la organización mundial, Nikki Haley, se basa en que existiría una profunda animadversión en contra de Israel y en que además hay miembros de ese consejo, como Venezuela, Cuba y otros que no tienen las credenciales en la materia como para observar a otros. “Tomamos este paso, porque nuestro compromiso no nos permite seguir siendo parte de una organización hipócrita y centrada en sí misma que hace una burla de los derechos humanos”, agregó. No dijo nada respecto de las acusaciones que instituciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, entre muchas más, han hecho sobre el respeto a los derechos humanos en Estados Unidos en el trato a los niños hijos de inmigrantes detenidos recientemente.

Otras entidades, como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), declaró sin ambigüedades su posición:

Un par de legisladores demócratas (un senador federal y una integrante de la Cámara de Representantes) intentó ingresar a un alberfgue temporal en el condado de Miami-Dade, pero se les negó la entrada.

Debate por los votantes de Trump

A través de múltiples tuits de su cuenta oficial @realDonaldTrump, el Presidente de Estados Unidos defendió la política de tolerancia cero sobre la base de que, según él, las leyes hay que arreglarlas para impedir que lleguen al país criminales. En rigor, ese discurso tiene coherencia con sus discursos de campaña, cuando comparó a los mexicanos con “violadores”.

Sitio web del Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. Dice: “Deteniendo los vacíos legales y asegurando nuestra frontera”.

El punto de fondo es político. Lo que Trump busca, como un objetivo claro, es que los demócratas y la misma mayoría republicana acepten endurecer la legislación antiinmigrantes y entre medio aprueben los fondos para la construcción del muro en la frontera con México. Es decir, la estrategia persigue el financiamiento de una de sus promesas más vistosas de campaña.

La oposición a la política de tolerancia cero de Trump ha sido enorme. Inmensa. Todas las primeras damas vivas (cuatro anteriores y la actual), incluyendo la contendora demócrata derrotada por Trump en las elecciones presidenciales, Hillary Clinton, han unido sus voces para denunciar o lamentarse de cómo esta medida hiere los valores considerados tan propios de los norteamericanos. 

A esos cuestionamientos se han unido republicanos reconocidamente críticos como el excandidato presidencial John McCain y el grupo de grandes empresarios reunidos en Business Roundtable o la Cámara de Comercio de Estados Unidos, además de grandes corporaciones tecnológicas como Microsoft o Cisco Systems y Apple. Varios gobernadores, incluso republicanos, se han negado a enviar personal de la Guardia Nacional que apoye el sistema de detenciones y separaciones del gobierno central. Otros partidarios de Trump, como el senador republicano por Florida Marco Rubio o el pastor bautista Robert Jeffress, han optado por el lamento y el llamado a buscar soluciones. Salvo por los funcionarios de gobierno o los presentadores de Fox News (con excepciones en algunas notas explicativas y el llamado a boicot de actores y productores de esa misma cadena), la ola crítica del establishment norteamericano (políticos de trayectoria, mayoría de los medios de comunicaciones, celebridades) ha sido potente. Sin embargo, también lo fue durante la campaña y Trump de todos modos venció a Clinton.

La distancia entre Trump y sus opositores lo llenó el votante medio estadounidense. Es allí donde, como siempre, se trenza el juego político.

Una encuesta de la Quinnipiac University reveló que dos tercios de los votantes norteamericanos rechazan la política que separa las familias en la frontera. Sin embargo, entre los republicanos hay un apoyo a esa política que resulta decidor: 55% la aprueba, el 35% la reprueba. Es decir, entre los votantes del partido que llevó a Trump a la victoria presidencial una mayoría respalda su medida. De hecho, casi el 75% de los mismos republicanos apoya la construcción del muro en la frontera, mucho más que los no republicanos. 

Sin embargo, el 61% de esos mismos republicanos cree que los hijos de inmigrantes ilegales que llegaron a Estados Unidos tienen derecho a la ciudadanía y a una residencia legales. Son los llamados “dreamers”. Así, es posible que con el transcurso del tiempo exista una tendencia republicana hacia un mayor rechazo a la política de separación de familias.

Es ese cambio en las percepciones políticas de sus propios votantes los que tienen ya a un creciente número de legisladores republicanos en alerta, si acaso no en pánico. El motivo es claro: no fueron solo los votates republicanos quienes les dieron la victoria a Trump y a los propios legisladores, sino que el peso mayor estuvo entre aquellos ciudadanos que se cambian de una elección a otra. Son los denominados electores independientes.

La encuesta de Quinnipiac resultó, por eso mismo, muy alarmante para los candidatos republicanos que se medirán en los comicios de noviembre (en los llamados midterms, por ocurrir en la mitad del mandato presidencial): apenas el 24% de los votantes independientes apoya la política de separación de familias de Trump y un abrumador 68% la rechaza.

Hasta ahora, la estrategia política del gobierno de Trump había arrojado al menos dos buenos registros pensando en los midterms: el saludable estado de la economía, que anota altos niveles de creación de empleos, y en la política exterior el acercamiento con Corea del Norte, que se proyecta como un nuevo camino hacia la paz mundial. Sin embargo, la guerra comercial con China, que de continuar impactará con fuerza los precios de los productos importados desde aquel país, y sobre todo esta política de tolerancia cero que tiene por víctimas a los niños, podrían mascarle un trozo de popularidad al Presidente y su partido más grande de lo calculado hasta ahora.

Comienza, sin embargo, el febril período de negociaciones políticas. Si demócratas y republicanos (sobre todo estos últimos, los más interesados) consiguen un acuerdo respecto de una ley de inmigración más severa, toda la actual polémica podría difuminarse: Trump ordenaría levantar la política de tolerancia cero, habría imágenes de reencuentros familiares que él mismo felicitaría y la Casa Blanca destacaría que leyes y muro se concretarán. Si eso sucede, y es posible que ocurra, la estrategia de Trump de los niños como botines de batalla política sería exitosa, pues el alivio de los reencuentros le devolvería la popularidad entre varios de aquellos que se la quitaron, y reforzaría aquella que se le mantuvo fiel. Sin importar los traumas que signifique.

Nota: este miércoles 20 de junio, el Presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva que permite a las familias permanecer unidas mientras los adultos sean sometidos a juicio por entrar ilegalmente al país. “Tendremos fronteras más seguras, muy seguras, pero mantendremos a las familias juntas”, dijo Trump al firmar el documento en la sala oval de la Casa Blanca. Sin embargo, los más de 2.300 niños ya separados de sus padres no podrán reunirse inmediatamente con ellos.