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La política también juega en el rescate de los niños tailandeses

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National Broadcasting Services of Thailand
POR jorge Román |

Los ojos del mundo están puestos en Tailandia, donde lo más importante por ahora es la vida de los niños que aún permanecen en una cueva.

Uno de los momentos más recordados y angustiantes de Las aventuras de Tom Sawyer ocurre cuando Tom y Becky se pierden en la cueva de McDougal, donde deambulan por días.

“Había un gran cartel fuera de la cueva, pero aun así entraron. Habría que regañarlos”. “Cuando éramos niños no éramos mejor que ellos… Probablemente también hicimos cosas que decepcionaron a nuestros padres. No deberíamos elogiarlos, sino perdonarlos”.

Estos comentarios no provienen de la novela de Mark Twain, sino de redes sociales, citadas por Reuters. Y no se refieren obviamente a Tom y Becky, sino a los 12 niños tailandeses de entre 11 y 16 años del equipo de fútbol Jabalí que quedaron atrapados nueve días en la cueva de Tham Luang con su entrenador, Ekapol Chanthawong (de 25 años), antes de que fueran encontrados por los equipos de rescate.

“Todos somos fuertes”, dice uno de los niños en una de las cartas que los buzos llevaron al exterior e hicieron públicas por Facebook. “Gracias a todos los que vinieron a ayudar. También me disculpo sinceramente con los padres de los niños”, dijo Chanthawong en un escrito. Aunque los padres de los niños dicen no estar enfadados con el entrenador, hay razones para dudar de la prudencia del grupo: se adentraron demasiado en la cueva precisamente cuando estaba terminando la temporada segura para visitarla (de noviembre a junio). Los turistas deben cruzar un pequeño arroyo para acceder, pero cuando empieza el monzón, el arroyo se desborda y se vuelve infranqueable.

La cueva, ubicada en el norte de Tailandia, en la provincia de Chiang Rai, es una atracción turística de la zona. Tiene más de 10 km de largo y algunos túneles que no han sido explorados. Las lluvias monzónicas desatadas en junio bloquearon la entrada con agua y barro. Fue necesario un gran operativo de 1.300 rescatistas, drones, helicópteros y hasta un satélite geológico de relevamiento topográfico para dar con el grupo, que se había refugiado en una zona elevada cuando fueron hallados por dos submarinistas británicos.

No tomar partido

Este evento ha puesto toda la atención mundial en Tailandia, un país con 69 millones de habitantes que ha vivido más de una decena de golpes de Estado desde que pasó de ser una monarquía absoluta a una monarquía constitucional en 1932. El último golpe ocurrió en 2014, cuando los militares derrocaron a la Primera Ministra Yingluck Shinawatra, elegida democráticamente en 2011. Más aun: los militares han buscado tener una influencia permanente en la política tailandesa, al punto que controlan 143 de los 250 escaños del Parlamento. Esto no ha sido visto con buenos ojos por Occidente, que ha intentado ejercer presión para que el país retorne a la democracia.

Con la presencia de periodistas, cámaras, rescatistas y buzos profesionales de todo el mundo, además de mensajes de apoyo de mandatarios como Donald Trump y Sebastián Piñera, el rescate de los niños podría ser interpretado como una evaluación internacional del gobierno tailandés. Quizás esto explique que la Marina tailandesa publique en su Facebook las cartas que enviaron los niños, o que el gobierno, a través del Departamento de Salud Mental del país, haga un llamado a no tomar partido a favor o en contra de los niños y su entrenador: “Las familias deberían enfocarse en una crianza adecuada mientras que la sociedad no debería juzgar si fue una acción incorrecta o correcta, sino tomarlo como una oportunidad para aprender”.

De San José a Tham Luang

Este domingo 8 de julio, después de 15 días atrapados, los rescatistas consiguieron sacar a cuatro niños de la cueva. El rescate no es sencillo: deben atravesar más de tres kilómetros de cuevas, algunas muy estrechas, algunas inundadas, con una cuerda guía y estanques de aire de relevo. Los rescatistas necesitan entre 10 y 20 horas de descanso y preparación del equipo necesario para cada incursión. Y, aunque se trata de un equipo de profesionales, muchos de ellos especialistas en espeleobuceo (buceo en cuevas), uno de los buzos tailandeses falleció el viernes 6 de julio luego de llevar suministros a los niños atrapados.

La historia de los niños atrapados trae a la memoria no solo a Tom Sawyer, sino también la hazaña del rescate de los 33 mineros de la mina San José en 2010 (tanto que hasta uno de ellos, Mario Sepúlveda, envió un mensaje de apoyo a los niños tailandeses). O también el triste desenlace de los dos trabajadores de la mina Delia II de Aysén, que quedaron atrapados en una inundación en junio de 2017, con la diferencia de que, en ese caso, los esfuerzos de rescate fueron infructuosos.