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“Chile se ha convertido en un gran destino para los artistas”

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POR Francisco Ibañez |

El anuncio de una nueva visita de Paul McCartney reaviva la discusión. ¿Cómo se explica el precio de las entradas? ¿Son comparables con los de otros países? Según Jorge Ramírez, gerente general de Agepec, son similares.

La industria de conciertos y recitales masivos ha crecido mucho desde los primeros eventos de Rod Stewart, UB40 y Cindy Lauper a finales de los ochenta y comienzos de los noventa. Hoy el cartel es mucho más variado, Chile es considerado dentro de las giras globales de grandes artistas y espectáculos de nivel mundial.

En este contexto, las productoras y organizadores de estos eventos sacan cuentas alegres. Los asistentes no tanto, ya que si bien la oferta se ha ampliado, los precios de las entradas se han disparado. Justamente ese es uno de los temas que han estados en la discusión últimamente, a raíz del próximo concierto de Paul McCartney, donde algunas localidades alcanzan los $600.000. 

En PAUTA Bloomberg el gerente general de la Agencia Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento y Cultura (Agepec), Jorge Ramírez, conversa sobre el estado actual de la industria, los desafíos pendientes y las claves que explican el valor de los boletos para estos espectáculos en Chile.

¿Cómo se trae (y paga) a un artista?

Primero lo primero. ¿Cómo se gesta la venida a Chile de un gran artista? “Un año antes, por lo menos, se empieza una negociación donde el artista elige tres o cuatro posibles proveedores y les pide cuál es su mejor oferta”, afirma Ramírez sobre la forma en que comienza a planificarse un evento de este tipo.

David Gilmour en el Estadio Nacional. Crédito: Agencia Uno

“Hay dos maneras de trabajar: hay artistas que trabajan con una garantía y luego se llevan un porcentaje del resultado del negocio, que es lo que se llama un modelo split. Y hay otros que no quieren eso, porque no quieren someterse a los vaivenes de si algo costó más o menos, y trabajan en un modelo fijo”, explica sobre los modelos de cobro de los artistas.

“Lo regular es que las grandes figuras del mundo son partícipes completas del negocio. El artista finalmente manda. Esto de que el promotor es el que gana… si bien es cierto nadie trabaja gratuitamente, es una falacia, una quimera suponer que el artista es tan incauto de no saber exactamente lo que está recaudando”, afirma Ramírez.

“Yo diría que las remuneraciones van en una proporción muy directa y muy estudiada del resultado que ellos piensan que va a ocurrir en Chile. Algunos se arriesgan contigo y otros sencillamente van a una garantía”, explica.

Los desafíos

“Es una industria que goza de una interesante salud, porque más de 1.800.000 personas van a ver espectáculos en Chile”, dice Ramírez.

“Chile empieza a entender la industria del entretenimiento en vivo a partir de Rod Stewart en 1989, que eso hace un antes y un después. Y desde ahí la industria ha crecido mucho, pero evidentemente le falta regulación y le falta una participación mayor del Estado en hacerla más amigable, en hacerla más funcional, en hacerla más regulada y en hacerla más ‘aperturable’”, afirma Jorge Ramírez. “Un gran show de un artista muy grande toca en Santiago y nada más”, dice respecto de la falta de público y escenarios en regiones.

“Tenemos ámbitos de colaboración en temas regulatorios. Por ejemplo [en] el tema impositivo hemos logrado distinguir qué son gastos. Tuvimos muchos problemas que terminamos en tribunales entendiendo para el Estado que el gasto en un espectáculo es tanto la remuneración del artista, que ya tiene un impuesto adicional […] Los gastos, que tenían que ver con sus pasajes, sus escenografías, su estructura, también eran gravados, o eran, para algunos fiscalizadores, posibles de ser gravados”, cuenta Ramírez.

“Esto terminó en varios litigios en la Corte de Apelaciones, algunos ganados y otros perdidos. Con el Servicio de Impuestos Internos hemos logrado un ámbito de colaboración para entender definitivamente que lo que se va a gravar desde el punto de vista tributario es la remuneración, no los gastos”, detalla el ejecutivo gremial.

El gerente general de Agepec pide también “una política del Estado para ir a las regiones”. “No tenemos cómo llegar, es extremadamente caro […] Deberíamos tener políticas mitigantes que ayudaran, impuestos regionales, situaciones que permitieran llevar los shows a las regiones”, dice Ramírez, comparando la situación de Chile con lo que ocurre en Brasil o Argentina.

Katy Perry en la pista atlética del Estadio Nacional. Crédito: Agencia Uno

“Este es un país que ha construido teatros espectaculares. El Teatro Regional del Maule, una maravilla, hace muchos años. Hace poco el Teatro Municipal de Chillán, donde se presentó Myriam Hernández, donde estuvo un artista como Raphael, icónico. Pero no hay ninguna ayuda para llegar ahí, ninguna motivación para llegar ahí. Y lo digo [tanto] para un artista internacional como para un local”, reclama Ramírez.

“Y por supuesto cambiar también esta historia de que paguen los artistas extranjeros por trabajar en Chile, una visa de trabajo que es anacrónica, que no tiene reciprocidad, que no tiene proporcionalidad, que no tiene racionalidad”, complementa Ramírez sobre los aspectos regulatorios pendientes de resolver. “Qué puede hacer que un artista británico, a propósito de Paul McCartney, pague US$ 1.500 por trabajar en Chile. Si vienen 100 personas estamos hablando de US$ 150.000 solamente por el ‘derecho de llaves’ de trabajar en Chile”, argumenta.

¿Por qué son tan caras las entradas?

“Esto es como un avión. Si tú te compras un boleto en clase business claramente te va a costar muy caro. Pero si tú vas a un escenario tienes que mirar el precio promedio del boleto, y el precio promedio del boleto en Chile, según todas las estadísticas, es más o menos lo mismo que pasa en Sao Paulo, lo mismo que pasa en Buenos Aires”, comenta Ramírez sobre las críticas a los precios de las entradas, agregando que el precio promedio en Chile está alrededor de los US$ 70 u 80, en línea con los valores en el resto del mundo.

“Chile tiene una cantidad de regalías y de impuestos a los boletos que la gente paga, que no llega ni a las manos del artista ni a las manos del productor, que debe ser entre un 35% y un 40% más o menos del precio del ticket. Chile tiene, al igual que los libros, un IVA aplicado a los boletos […] en Brasil no hay IVA a los tickets, en Argentina no hay IVA a los tickets, entonces tú ya comienzas con un 19% de diferencia con tu vecino”, explica Ramírez.

A esto se suman otros factores, según cuenta el gerente general de Agepec: “Los recintos del Estado, que no solamente cobran un arriendo, sino que además se llevan un 7% de la recaudación bruta […] Tienes los derechos de autor que son del 5%, tienes las tarjetas de crédito y de débito que es un 2% o 3%, y además tienes algo que es muy anacrónico, una visa de trabajo, los artistas en Chile pagan un permiso por trabajar acá, como si fueran un arquitecto o un doctor no chileno”. Esta exigencia, ahonda Ramírez, puede llegar a US$ 1.500 y se extiende a todo el staff del artista.

“Este cóctel, esta pócima, hace que entre un 35% y un 40% del boleto no le llegue al productor”, resume Ramírez.

“Esta es una industria que está de la mano del dólar, absolutamente volatilizada: sube el dólar, suben los tickets. Y también es una industria que está complicada por los factores geográficos […] Somos un país que al estar más lejos somos muy caros” agrega Jorge Ramírez para explicar los precios de los boletos.

“Siempre que hay un show grande, como el caso de Paul McCartney, aparece este tema. ‘600.000 vale’”, dice mientras hace el gesto de mirar una publicación de prensa. “Sí, pero eso vale la primera clase para ver a Paul McCartney, no van [en la noticia] los 35 o los 40 o los 50 que vale el resto del estadio”, argumenta.

Paul McCartney en Movistar Arena. Crédito: Agencia Uno

Los márgenes de las productoras

“Una productora puede marginar un 10%, un 12% y hasta un 15%, lo que es una muy buena rentabilidad […] Si a uno le pudieran asegurar el 10% de cualquier cosa sería un negocio extraordinario para emprender cualquier día y a cualquier hora”, afirma Ramírez.

“Pero quiero decir algo muy claro también”, continúa. “Esta es una industria de riesgo, no es distinta al agro. Una cosa son los anuncios y otra cosa son las audiencias. La gente siempre cuenta aquel evento que le fue bien, pero nunca cuenta aquel que le fue mal, ni tampoco aquel que se suspendió ni tampoco cuenta aquel que no ocurrió”, argumenta.

Infraestructura

“Chile tiene un recinto único cerrado, bajo techo, que es el [Movistar] Arena. Sobre 5.000 personas techado no hay otro, y menos 10.000. Si estamos en un país cuyo clima durante diez de los doce meses del año es un riesgo […] Le hemos dado al deporte y al fútbol estadios, maravillosos algunos y otros no tanto, yo quisiera preguntar cuál fue el último recinto que hubo con la inteligencia de entender que necesitamos más de 3.000 personas, no un teatro de 700”, plantea Ramírez.

Justin Bieber en Movistar Arena. Crédito: Agencia Uno

“Estamos diciendo techar el court central del Estadio Nacional, por ejemplo […] El año 2023 nosotros vamos a tener unos Juegos Panamericanos. Ya el año 2011 al gobierno se le dijo ‘¿y esos recintos?’ Después de que se juega el básquetbol, después que se juegue lo que se juegue, o se haga la competencia de ciclismo, ¿cómo van a quedar? ¿Van a quedar multipropósito, van a ser retráctiles las galerías? Usted sabe que después en esos recintos no entra ni un piano por la puerta, porque cuando hicieron la puerta nunca pensaron que podía entrar un piano”, reclama Jorge Ramírez. “Tenemos que crecer en la infraestructura para que las cosas cuesten menos”, agrega.

Proyecciones

“Chile se ha convertido en un gran punto de destino para los artistas porque nosotros tenemos una oferta que supera claramente la demanda. Chile proporcionalmente tiene más productoras que cualquier país de Europa, y Chile llega a tener una cartelera que es más grande que la de Nueva York”, comenta Ramírez.

 “Yo creo que nosotros nos vamos a mantener en una industria que va a navegar en 300 shows por año, desde lo más chiquitito hasta lo más importante, y no creo que vaya a crecer más allá de lo que hoy día factura, que serán unos US$ 200 millones al año”, proyecta Ramírez para los próximos años. “Yo no creo que este número del que estoy hablando vaya a crecer demasiado. Lo que sí creo es que podemos trabajar todos para que esto sea más amigable en términos de ingreso y en términos de oportunidades para todos”, propone.

Vea la conversación completa en PAUTA Bloomberg acá: