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A veinte años de la revolución de Sex and the City

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HBO
POR Isabel Plant |

La serie de HBO no envejeció tan bien, pero en su estreno de 1998, lo cambió todo para mujeres en TV.

Una de las preguntas de cultura pop más repetidas a fines de los años 90: ¿Carrie, Miranda, Charlotte o Samantha? Los nombres de las protagonistas de Sex and the City, la hoy clásica serie de HBO, se habían transformado no sólo en estereotipos femeninos, sino que, más importante, en íconos reconocibles para la audiencia. Se podía ser la romántica pero independiente Carrie, la ejecutiva Miranda, la dulce y recatada Charlotte o la sexy y alocada Samantha. Por supuesto que a más de una década de su final, emitido en 2004, mucho ha cambiado para las mujeres y también para su representación en TV. Y el legado de Sex and the City (SATC) a veces se ve desdibujado por los cambios en la sociedad -y por dos pésimas películas no colaboraron tampoco y que obviaremos en este artículo-, pero la comedia de media hora fue icónica, transgresora y sobre todo importante para miles de mujeres en distintas partes del mundo.

En 1998 HBO lanzó Sex and the City y Los Soprano, estableciendo la nueva era de televisión “de prestigio”: historias ambiciosas, personajes menos cliché y con más defectos y virtudes que los que tradicionalmente se escribían para la pantalla chica, y actores de carácter. Por supuesto que la serie de Gandolfini es hasta hoy uno de los títulos más importantes de la TV, pero es sólo porque se olvida cómo eran las historias de mujeres en TV hasta el momento y se deja a SATC de lado.

Lo que callaban las mujeres

Antes de SATC se habían visto otras historias femeninas en TV, e incluso solteras de armas tomar y profesionalmente exitosas desde Mary Tyler Moore a Murphy Brown a Ally McBeal, con distintos acercamientos y resultados. Pero nadie, nunca, había puesto en pantalla lo que hablaban las mujeres entre amigas, cuando nadie más está escuchando. SATC tuvo capítulos sobre juguetes sexuales, sobre orgasmos, sobre lo que gusta y lo que disgusta en la cama. Era franco y era desvergonzado y por lo mismo, fue un éxito: para el público femenino no se sentía tanto como un destape, sino como sincerar la situación. Surgida tras dos oleadas históricas de feminismo, Sex and the City podía no ser una serie exactamente de lucha de género -finalmente los guionistas se entregaron a que Carrie no haya permanecido soltera sino que se emparejara con Big-, pero de alguna manera les dio una voz a las mujeres que hasta entonces no era reconocida. Sí, las mujeres hablaban de hombres, pero también hablaban de penes, tanto como de carteras, ropa, las dificultades de amamantar, el sufrimiento de ser infértil, el susto de no ser feliz para siempre como se te prometió desde niña, y todo eso apareció en las pantallas de HBO con Carrie y compañía.

Estaba también el quiebre con la narrativa social de que estar soltera a los 30 años era una rareza o un fracaso; Carrie y sus tres amigas buscaban el amor, sí, pero también disfrutaban su vida sin ataduras, creando una fantasía irresistible para miles -ahora, que una columnista haya podido pagar los Manolo Blahniks con su sueldo freelance es otra historia, pero SATC era básicamente un cuento de hadas para mujeres del siglo XXI-. La protagonista alguna vez se quejó en pantalla que llevaba miles de dólares gastados en regalos de bodas y niños ajenos, pero nadie le celebrara a ella su soltería.

Por supuesto que a medida en que avanzaban las temporadas las heroínas se casaban, tenían hijos y todo el resto de la historia tradicional. Pero SATC, como Murphy Brown alguna vez con las madres solteras, entregaba una visión distinta a las mujeres dueñas de su propia economía y con intereses y con ganas de tener muchas citas. Faltaba aún mucho para las redes sociales y el romance en tiempos de Tinder, pero Carrie Bradshaw les permitió a las mujeres una libertad sexual distinta a las de las feministas de décadas anteriores; la llevó directamente a quienes no tenían interés en ser parte del movimiento.

Y si hablamos de feminismo, aunque el de SATC sea uno muy rosado y con brillitos, no hay serie que haya tomado más en cuenta la importancia de la sororidad, esa hermandad en que en medio de la jungla -en ese caso Manhattan- permitirá a las mujeres salir adelante, triunfar, llorar acompañadas y finalmente, vivir algunas de las relaciones más satisfactorias de su vida.

Carrie Bradshaw y compañía no eran perfectas, pero estarían definitivamente en las marchas de #MeToo hoy en día. En taco aguja.