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Sebastián Lelio y el derecho a la desobediencia

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POR jorge Román |

El cineasta chileno habla del proceso creativo tras su última película, Desobediencia, así como de su fascinación por los conflictos internos de sus protagonistas.

Cuando Sebastián Lelio recibió el Premio Oscar por Una mujer fantástica, ya tenía dos películas hollywoodenses en camino a las salas de cine. Una es el remake estadounidense de Gloria, con Julianne Moore, y a la que por estos días le da toques finales en Santiago; la otra es Desobediencia, para la que fue reclutado por Rachel Weisz. La actriz, quien también protagoniza la historia, buscó específicamente al chileno por la fama que se ha ganado mundialmente tras sus dos entregas anteriores. Se trata de uno de los cineastas más reconocidos al momento de filmar las vidas de mujeres y, delicadamente, dar a conocer sus conflictos.

Este es el caso de Desobediencia, donde Weisz interpreta a Ronit, una mujer que regresa a la cerrada comunidad judía ortodoxa londinense donde se crio —y desde donde huyó— por la muerte de su padre, un importante rabino. Ahí se reencuentra con el pasado, encarnado en su amigo Dovid (Alessandro Nivola) y su mujer Esti (una grandiosa Rachel McAdams). Ronit y Esti no solo retomarán amistad, sino también la historia amorosa que protagonizaron en su juventud. Desobediencia es una historia de libertades, de pertenencia y de amor prohibido.

Sobre filmar este mundo cerrado, sobre filmar a mujeres y querer filmar a más hombres, sobre feminismo y, claro, sobre cómo cambia la vida al ganar un Óscar, habló el chileno en los estudios de PAUTA.cl.

“El derecho a la desobediencia”

Uno de los focos de la película es el peso que tiene la comunidad judía ortodoxa en el romance de las protagonistas. Lelio explica que “habría sido demasiado fácil hacer de la comunidad [judía ortodoxa] los antagonistas”. No obstante, la película quiere retratar una comunidad humana, con “sus luces y sus sombras”. “El antagonismo está más bien adentro de los propios personajes […] producto de su sistema de creencias”, afirma Lelio. Por lo tanto, la película aborda los temas de qué es un sistema de creencias, “cómo a veces para hacer el bien hay que hacer el daño” y se debe “ejercer el derecho a la desobediencia”.

“La trilogía de la mujer fuerte”

Lelio se ha hecho conocido como un director que trabaja con personajes femeninos. Sin embargo, el cineasta dice que no funciona “con una agenda programática”, sino que avanza “a tientas, siguiendo la intuición y lo que a uno le emociona”. Es eso lo que lo llevó a contar la historia de una mujer de 58 años que quiere seguir bailando (Gloria) y eso sería lo que “abrió una puerta expresiva” en su trabajo. Cuenta que cuando se estrenó Desobediencia en Toronto le preguntaron por primera vez por qué había hecho “la trilogía de la mujer fuerte”, algo que le sorprendió porque nunca se lo había planteado de esa forma.

Un protagonista masculino

Consultado sobre si piensa explorar historias de personajes masculinos, Lelio afirma que “cree en la expansión”. “Mi móvil para hacer una historia es la emoción”, dice. “No me cierro para nada a hacer una historia con un hombre en el centro”.

Cómo filmar una buena escena de sexo

Los medios norteamericanos han calificado la escena de sexo entre las protagonistas de Desobediencia como “una de las mejores escenas de sexo del año“. Lelio explica cómo fue el proceso de trabajar esta escena, que en un principio eran cuatro páginas en blanco en el guión. Para Lelio, este era “el corazón de la película”, por lo que debía tener una larga duración. Además, debía ser “altamente erótico”, un desafío complejo en la “era de la hiperexposición al sexo” producto de las redes sociales y de la facilidad para acceder a la pornografía. Entonces pensó en la idea de crear una escena erótica sin desnudez “y ojalá evadiendo lo genérico”. Además, para él resultaba muy importante no objetivizar a la mujer: “La cámara no está puesta para mí, sino para ellas”.

“¿Qué hace ese Oscar ahí?”

¿Cómo cambia la vida de un chileno luego de ganar un Oscar? Lelio cuenta que es una mezcla de entre tener una saturación de llamadas y correos electrónicos y de un “¿qué hace ese Oscar ahí, en mi mesa?”. El reconocimiento, afirma, le hace sentir “más libertad”: “Estoy más cerca de poder hacer lo que quiero […]. Siempre he lidiado con la presión”, afirma, con la presión de las críticas o la incomprensión. Para él, es mejor tener con “el problema de la atención que el problema de la no atención”. “Me alegra y estoy demasiado agradecido de poder seguir filmando”.

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