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Más frecuentes y más al norte: los temporales en el Chile del siglo XXI

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POR jorge Román |

Hasta 2012, los temporales más catastróficos ocurrían principalmente en la zona centro sur. A partir de 2014, se trasladaron al norte.

A raíz del sistema frontal que este fin de semana ha afectado 12 regiones y se ha caracterizado por intensas lluvias y bajas temperaturas entre Coquimbo y el Biobío, resulta interesante repasar los temporales más importantes del país durante este siglo. Y, de hecho, al hacer el ejercicio, surge un cierto patrón.

Aunque prácticamente todos los años ocurren inundaciones y temporales en alguna parte de Chile, no es habitual que alcancen características de catástrofe. Esto parece haber empezado a cambiar en los últimos años.

2002 a 2012: los años de la zona centro sur

Durante los primeros 12 años del siglo XXI, la Región del Biobío fue una de las que más sufrieron con las precipitaciones, inundaciones y deslizamientos de tierra.

En junio de 2002, se produjo un temporal considerado como el peor desde 1926, según informó el entonces Presidente Ricardo Lagos. Afectó desde la Región de Coquimbo hasta la del Biobío, dejó al menos 70 mil damnificados y 14 muertos. En Santiago cayeron 150 mm de agua en solo 24 horas, lo que provocó el anegamiento de calles y pasos bajo nivel en varias comunas.

Las comunas de la Provincia de Concepción y en especial Chiguayante sufrieron varias inundaciones y deslizamientos de tierra durante la primera década del siglo XXI. Créditos: Agencia Uno.

En junio de 2005, un frente en la zona centro sur provocó deslizamientos de tierra, caída de ramas y árboles, y causó la muerte de cinco personas en la Región del Biobío. Además, hubo casi mil damnificados en las áreas afectadas. Algo similar ocurrió en julio de 2006, cuando se desbordó el río Biobío luego de la caída de 260 mm de agua en 36 horas. El temporal provocó 15 muertos y decenas de miles de damnificados.

Luego de algunos eventos de menor intensidad, en mayo de 2012 las precipitaciones y los fuertes vientos se ensañaron nuevamente con la zona centro sur, en especial con la Región del Biobío: dos personas murieron y más de 3.500 resultaron damnificadas.

Nieve en el desierto

Durante la segunda década de este siglo, los sistemas frontales de mayor envergadura parecen volverse más frecuentes. Algo que no debería extrañar si se consideran las conclusiones del estudio publicado por cuatro investigadores de la Universidad de Concepción que revisa las inundaciones fluviales en Chile desde 1574 a 2012. Según explican en ese artículo, llamado “Una revisión de inundaciones fluviales en Chile, período 1574-2012: causas, recurrencia y efectos geográficos”, esto se explica en parte “por los profundos cambios ambientales experimentados en las últimas décadas” así como por “el avance de la desertificación, erosión de suelos, tala de bosques, expansión de la superficie agrícola y urbana”.

De hecho, se destaca que el periodo 2000-2012 tiene una “clara la tendencia a nivel nacional de aumento de inundaciones por acción antrópica” (es decir, causada por la acción humana) y por eventos relacionados con el derretimiento de glaciares.

A partir de 2014, hubo un cambio en la zona de catástrofes meteorológicas: el área que se convirtió en protagonista fueron las regiones del Norte Grande y Norte Chico del país. Cada uno de estos eventos trae a la memoria el traumático recuerdo del aluvión de Antofagasta de 1991.

San Pedro de Atacama el 25 de mayo de 2014. Créditos: Agencia Uno

En mayo de 2014, se produjo un temporal de lluvia, nieve y bajas temperaturas que afectó el Norte Grande. El Desierto de Atacama, el más árido del mundo, quedó cubierto de hasta 10 cm de nieve en los sectores precordilleranos. Algo similar había ocurrido en julio de 2011 y en septiembre de 2008, pero con menor intensidad y no en forma tan extensa.

En marzo de 2015, las lluvias afectaron tres regiones (Antofagasta, Atacama y Coquimbo) y provocaron cuantiosos daños humanos y materiales. Hubo 31 personas muertas y una destrucción sin precedentes en  localidades como El Salado, Diego de Almagro, Chañaral, Tierra Amarilla y Copiapó, en Atacama.

Otro temporal, registrado en agosto del mismo año, provocó inundaciones, ráfagas de viento de 90 km/h en la costa desde la Región de Coquimbo a la de Los Ríos. Como explicó a BBC Mundo el geógrafo Francisco Ferrando, académico de la Universidad de Chile, si en el país “llueven más de 60 milímetros en 24 horas se produce un aluvión. En el norte, el umbral es mucho más bajo. Con cuatro o cinco milímetros que caigan en un día es factible que se produzcan estos movimientos de masa”.

En mayo de 2017 las intensas lluvias en la Región de Atacama provocaron el desborde del Río Salado -que volvió a dividir en dos el puerto de Chañaral– y del Río Copiapó -que inundó Tierra Amarilla, la localidad de Paipote y la capital regional, Copiapó-, con miles de damnificados. En Coquimbo, en dos días cayó el equivalente a un año de lluvias. Los desastres causados fueron inferiores a los del año 2015, en parte gracias a las obras de mitigación que se empezaron a implementar.

Según el British Geological Survey y la NASA, estas situaciones parecen responder a los efectos esperables por el cambio climático: mayores sequías y mayores inundaciones, menos hielo y nieve, así como un aumento de los incidentes meteorológicos extremos. Lo que las sociedades deben hacer, entonces, además de tratar de reducir la huella de carbono, es, según los especialistas de la Universidad de Concepción, asumir que estos fenómenos extremos seguirán produciéndose en forma recurrente. Y, por lo tanto, los énfasis públicos deben concentrarse en la planificación y ordenamiento del territorio. Una correcta evaluación permitirá reducir “los desastres asociados a estos fenómenos considerando la dinámica del Cambio Ambiental Global y los incipientes sistemas de alerta temprana a nivel nacional para estos peligros”.