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Carlos III, el rey arquitecto

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Dan Marsh - Duchy of Cornwall
POR Manuel Izquierdo |

En su columna de Plaza Pauta, el decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la UDD, Pablo Allard, se refirió al legado urbanístico y arquitectónico del nuevo monarca británico.

El sábado 10 de septiembre, Carlos III asumió como nuevo Rey en Gran Bretaña. Llega al trono luego de 53 años como Príncipe de Gales, lugar donde pudo desarrollar ampliamente su interés por el arte, la arquitectura, el urbanismo y la sustentabilidad.

En su columna en Plaza Pauta, de Radio PAUTA, el decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la UDD, Pablo Allard, aseguró que “si bien hace siglos que las monarquías no promueven las artes y la arquitectura, y siempre la corona inglesa ha destacado por evitar tomar posiciones políticas, esto no los inhibe de adherir a ciertas corrientes culturales o de pensamiento. En este caso es, precisamente, Carlos III quien se la jugó por la arquitectura tradicional, inspirado en el pensamiento de filósofos como Roger Scruton o el urbanista León Grier“.

“Ha sido un gran promotor y defensor de la arquitectura tradicional, al nivel de llegar a tener grandes polémicas con los principales cultores de la vanguardia arquitectónica no solamente del Reino Unido sino a nivel global. Ha insistido en esta agenda desde los años ’80 hasta el día de hoy, con cosas tan insólitas como la creación de un instituto de arquitectura y el desarrollo de una ciudad ideal. Tenemos un rey que tiene una agenda que tiene mucho que ver con la arquitectura y la ciudad”, agregó. 

Fue en 1984 que el entonces príncipe lanzó un duro discurso en que fustigó la propuesta que buscaba construir un moderno edificio en Trafalgar Square (Londres) que albergaría las nuevas salas de la National Gallery, uno de los principales museos de la ciudad. “Lo que proponen hacer es una especie de forúnculo monstruoso en la cara de un amigo muy querido y elegante”, sostuvo Carlos.

Dos años después, en 1986, el nuevo monarca fundó y financió el Instituto de Arquitectura del Príncipe de Gales, “para enseñar y demostrar en la práctica aquellos principios del diseño y la arquitectura tradicionales, que ponen a las personas y las comunidades en el centro del proceso. Este instituto ha ido evolucionando hasta hoy”, dijo el columnista. 

Junto con ello, el Rey Carlos ha publicado libros vinculados a la arquitectura, la jardinería y la sustentabilidad, entre los que destacan “A vision of Britain: A personal view of Architecture” (1989) y “Harmony: A revolution” (2010).

Su principal influencia arquitectónica proviene de León Grier, “que es parte del movimiento del ‘nuevo urbanismo’, que en 1980 iba promoviendo la idea de la ciudad tradicional, y que, en cierta medida, más allá de lo estético […], tiene una serie de preceptos que hoy hacen mucho sentido: buscan que las ciudades sean más caminables, que no se utilice el automóvil […]. Pero adhiriendo a una estética del pasado y no incorporando las oportunidades que nos da el futuro y el presente en términos de nuevas tecnologías”.

En 1984, el monarca lideró la construcción de Poundbury, “la ciudad del Rey”. En palabras de Allard, “esto parece ser una propuesta de un ideal de ciudad […], que trata de recuperar la forma urbana de las ciudades tradicionales y la arquitectura de los lenguajes clásicos”.

“Está ubicada en las afueras de Dorchester, en Dorcet, pero es un desarrollo inmobiliario del rey, porque el rey es dueño de los terrenos. Es una de las principales gestiones y negocios que ha hecho Carlos”, explicó el columnista.

Sin embargo, el urbanista es crítico con el proyecto: “Si pasas por ahí, no te das cuenta de que es una ciudad nueva. Puede ser meritorio eso, porque se mimetiza un poco con la arquitectura tradicional inglesa, pero hay mucho de pastiche, hay mucho de forzar ciertos estilos de vida y lenguajes arquitectónicos […]. Estamos hablando de una ciudad del siglo XXI que tiene una estética del siglo XIX”.  

Escuche la columna completa de Pablo Allard en Plaza Pauta.