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El rendimiento académico en la era de la gratuidad universitaria

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Agencia Uno / Pauta
POR Periodista Practicante |

La distancia de notas entre estudiantes con y sin gratuidad es dos décimas en universidades como la PUC, la UCN o la Finis Terrae. En materia de retención, las cifras son distintas.

¿Les va bien a los estudiantes con gratuidad? ¿Son buenos estudiantes? ¿Cumplen con los estándares y expectativas?

Hay datos. Muchos datos. Cada entidad maneja sus antecedentes de rendimiento académico y PAUTA recopiló cifras que indican que, aunque los alumnos que cursan sus estudios en forma gratuita tienen un rendimiento académico inferior a aquellos son gratuidad, esa diferencia es baja. Tan baja que la conclusión generalizada es que, a la hora de las notas, no existen distancias significativas entre unos y otros.

El detalle en la PUC

En el caso de la Pontificia Universidad Católica (PUC), los alumnos con gratuidad que ingresaron en 2018 tuvieron una tasa de aprobación de cursos de 87,9%, mientras que los estudiantes del mismo año de ingreso sin el beneficio aprobaron el 92,2% de su malla inaugural.

Al revisar las notas, la diferencia entre beneficiarios y no beneficiarios es de dos décimas en promedio para el primer año de estudios: si en 2018 los estudiantes con gratuidad promediaron 4,9, entre aquellos sin gratuidad el promedio fue de 5,1. 

La PUC está adscrita al sistema de gratuidad desde 2016. Por lo tanto, ya cuenta con tres generaciones para medir el desempeño académico a lo largo del tiempo, entre aquellos con gratuidad y aquellos sin el beneficio. Eso sí, la gratuidad se ha ido implementando en forma paulatina desde los deciles más bajos hasta los medios. Con todo, algunas cifras globales ilustran el desempeño a lo largo de los años: la tasa de aprobación en 2018 promedió el 88% entre aquellos con gratuidad, y 92% de las personas sin el beneficio. 

Respecto de las calificaciones promedio acumuladas a lo largo de los años, la diferencia de promedio entre unos y otros se mantiene en las dos décimas. Es decir, es prácticamente irrelevante.


“Aún no tenemos suficientes generaciones como para hacer estudios completos. Todavía los números son pequeños. Pero en base a los datos que tenemos hoy día, nosotros no hemos visto una diferencia entre estudiantes con o sin gratuidad. Esto tiene una explicación: que la gran mayoría de los estudiantes de la universidad ingresan por admisión regular, y los alumnos con o sin gratuidad ingresan teniendo el puntaje PSU. Entonces, desde el punto de vista académico no son tan distintos”, explica el vicerrector académico de la Pontificia Universidad Católica, Juan Larraín.

“Puede haber un poco [de diferencia en las tasas de aprobación y promedios], porque dentro de esos números están los alumnos que ingresan por el programa de Talento e Inclusión, con distintos puntajes de ingreso, que traen una menor preparación. Y ellos, según lo que hemos visto en el primer y segundo año, requieren más apoyo de nivelación para recuperar las brechas con que venían”, añade.

Otros casos para analizar el rendimiento

La explicación respecto de los estudiantes de la PUC podría extenderse a otros planteles.

Durante el primer semestre de 2018, los matriculados con gratuidad en la Universidad Finis Terrae (UFT) tenían una tasa de aprobación anual de 83,1%, mientras que aquellos que no poseían gratuidad obtenían un 87,3% de aprobación.

En cuanto a sus notas, la diferencia entre uno y otro grupo no supera las dos décimas.

“A partir de su implementación, hemos llegado a dos conclusiones relevantes: primero, que objetivamente, al momento de su ingreso, los alumnos con gratuidad presentan deficiencias en los contenidos que manejan respecto de los alumnos sin gratuidad. Sin embargo, los jóvenes beneficiarios con la gratuidad son sumamente capaces de compensarlas con gran dedicación a los estudios; por lo cual la gratuidad no ha tenido efectos negativos sobre la tasa de reprobación y retención de nuestros alumnos”, afirma Roberto Vega, vicerrector académico de la Universidad Finis Terrae.

“Hemos evidenciado diferencias entre alumnos con gratuidad, alumnos con CAE [Crédito con Aval del Estado] y alumnos sin gratuidad. Por ejemplo, los alumnos con CAE tienen por lo general mejor rendimiento que los alumnos con gratuidad. Esto podría deberse a que, al hacerse responsable del financiamiento de su propia educación, el alumno se autoexige a alcanzar el mejor rendimiento posible”, añade.

La Universidad Autónoma es la entidad privada adscrita a gratuidad con mayor número de postulaciones en 2018. Los resultados que proporciona a PAUTA muestran que la tasa de aprobación de los estudiantes con gratuidad llegó al 85,9% en 2017, mejor que con aquellos sin gratuidad. Aunque el plantel no entrega los resultados del grupo sin gratuidad, sí lo hace respecto del promedio total de sus estudiantes (85,8%), por lo que es simple inferir que el segmento sin gratuidad obtuvo un rendimiento levemente inferior al de gratuidad. No existe una explicación entregada por esa institución sobre las causas de estos desempeños.

De acuerdo con la información de la Universidad Católica del Norte (UCN), las diferencias en las tasas de aprobación entre estudiantes con y sin gratuidad son similares. En el primer semestre de 2018, los alumnos con el beneficio tuvieron una aprobación de 77,9% y los que no lo tuvieron, promediaron una tasa de 80,6%. El promedio de notas exhibe una diferencia entre ambos grupos menor a las dos décimas promedio, tal como en otras instituciones.

No fue posible contar con una explicación de las autoridades de la UCN sobre estas cifras.

En la Universidad de Valparaíso (UV), la tasa de aprobación de los alumnos que ingresaron con gratuidad en 2017 era de 84%, mismo valor que la tasa promedio de todos los alumnos que ingresaron en 2016 y 2017. Por lo tanto, aquí se evidencia de manera directa que no existe diferencia alguna entre unos y otros en rendimiento académico.

“Los resultados que nosotros estamos exhibiendo como universidad indican que los estudiantes que ingresan con gratuidad tienen un rendimiento de primer año bastante similar a aquellos que no tienen ese beneficio. Pero más que por las conductas que traen los estudiantes desde la escuela, el resultado se explica fundamentalmente por un trabajo que la universidad hace de manera bien dedicada y concentrada para apoyar a los estudiantes en su tránsito a la universidad”, afirma José Miguel Salazar, vicerrector académico de la Universidad de Valparaíso.

El análisis de los resultados indicaría que hay un vínculo entre el nivel socioeconómico de origen de los estudiantes y sus calificaciones en la universidad, sostienen desde el Gobierno. El subscretario de Educación, Raúl Figueroa, dice a PAUTA que “lo que se está mostrando ahí, más que una relación entre gratuidad y no gratuidad, es una correlación entre las tasas de aprobación y el nivel socioeconómico de los alumnos y las brechas que se aprecian muchas veces a nivel escolar”.

La comparación entre gratuidad, no gratuidad y un tercer segmento

Hay resultados distintos cuando un tercer segmento entra a la lupa. Lo han visto así en Duoc UC, uno de los institutos profesionales más grandes del país.

Esta institución realizó un estudio dedicado al tema y comparó a estudiantes con gratuidad en 2016 y 2017 con aquellos sin gratuidad en 2016 de los mismos deciles de ingreso que cubre el beneficio. Los resultados mostraron, a primera vista, lo mismo que en los otros casos: quienes estudian con gratuidad muestran mejores tasas de aprobación y retención que los alumnos que copagaban sus estudios.

“El rendimiento de los beneficiarios de gratuidad es mejor que el de no beneficiarios comparables. Ello se asocia a la reducción de la carga económica y efectivamente concluimos que las herramientas de financiamiento facilitan un mejor rendimiento”, afirma el rector de Duoc UC, Ricardo Paredes, a PAUTA.

Sin embargo, quienes presentaban los mejores resultados de todos los alumnos analizados no eran los alumnos con gratuidad sino aquellos que, sin tener el beneficio, no copagaban.

“Esto es, a nuestro juicio, un aspecto especialmente destacable: que alumnos que no copagaban (porque tenían becas y crédito), lo hacen mejor que los que están en gratuidad. En cierto sentido, la obligación que pone el crédito a futuro es positiva desde la perspectiva del aprendizaje y la retención”, concluye el rector Paredes.

A partir de algunas de etas cifras, el ex director ejecutivo de Acción Educar Daniel Rodríguez sostiene que resulta interesante aterrizar el verdadero impacto de la gratuidad. “Lo que muestran los estudios, específicamente del Duoc UC, es que los estudiantes que tienen beneficios del Estado para solventar los estudios en la educación superior parecen tener resultados relativamente similares a los con gratuidad propiamente tal. Ahí lo que hace el Duoc UC es comparar dos cohortes, una con gratuidad y la otra con beneficios estudiantiles, pero sin copago, en el fondo con una gratuidad similar. En el fondo, la gratuidad misma, en sí, no hace tanta diferencia como el sistema de becas y créditos en términos de retención y rendimiento”, comenta.

Los datos del rendimiento académico iluminan la perspectiva de si hay diferencias fundamentales entre los beneficiarios de gratuidad y aquellos que no. “Lo que uno puede observar de los otros datos de la Universidad Católica y de la U. Finis Terrae es que son estudiantes que tienen rendimiento un poco inferior, pero no tan inferior. Parecen estar adaptándose bien a los desafíos académicos”, afirma.

Alta retención, baja deserción

El único indicador del que se desprenden grandes diferencias entre beneficiarios y no beneficiarios de gratuidad es la retención. Dicho concepto se define como “el cociente entre el número de estudiantes que ingresan como alumnos de primer año a una carrera o programa en un año determinado, y el número de esos mismos estudiantes que se mantienen como estudiantes antiguos en la misma institución al año siguiente, expresado en términos porcentuales”.

De acuerdo con la información proporcionada por el Ministerio de Educación a PAUTA mediante Ley de Transparencia, los estudiantes con gratuidad presentan mayor tendencia a mantenerse en sus estudios de educación superior que aquellos que no tienen el beneficio. Entre las universidades, en 2017 las brecha entre ambos grupos fue del 24%, y la diferencia fluctuó entre 15% y 17% en los centros de formación técnica e institutos profesionales.

Para el subsecretario Raúl Figueroa, dichas cifras muestran que el diseño de la política de gratuidad otorga “incentivos” necesarios para que los alumnos se mantengan en sus estudios y terminen sus carreras a tiempo.

“Siempre ha estado ese temor, en el sentido de que la gratuidad podría traducirse en menores niveles de retención, sobre todo teniendo en cuenta la experiencia internacional. Lo que uno puede ver es que en otros países, donde la gratuidad no tiene límites, las tasas de retención tienden a empeorar. Y por eso nos parece importante la restricción que la Ley de Educación Superior puso al periodo de tiempo durante el cual se financia con gratuidad. A diferencia, por ejemplo, de Argentina, nuestro sistema de financiamiento reconoce que tiene ciertos límites y pone los incentivos correctos para que tanto instituciones como alumnos apunten a mejorar las tasas de retención y también a una titulación oportuna”, añade la autoridad.

Los menores índices de deserción que muestra el Mineduc se reflejan en los datos que otorgaron las instituciones de educación superior a este medio. Una de esas es la Universidad de Chile, cuyo rector, Ennio Vivaldi, conversó con Pauta Final en enero de este año y destacó el buen desempeño de los alumnos con gratuidad en su casa de estudios.

Ante las cifras de retención de la Universidad Católica, su vicerrector académico, Juan Larraín, cree que las herramientas de financiamiento, como la gratuidad, podrían influir en un mayor compromiso de los estudiantes con sus estudios, reflejadas en las tasas de retención de la institución.

“Sí creemos, pero todavía no podemos decirlo, que [los alumnos con gratuidad] eventualmente podrían tener mejores tasas de retención que los alumnos antiguos que eran del mismo decil socioeconómico y que no tenían gratuidad, porque quizás estos alumnos tienen menor presión por trabajar para poder pagar la universidad. Entonces, comparado con los alumnos de ese mismo decil, sin gratuidad, pensamos que van a tener mejor desempeño académico, porque van a poder concentrarse en sus estudios”, asegura.






En el caso de Duoc UC, la tendencia es la misma respecto a las tasas de aprobación: los estudiantes que no copagaban mostraron menores niveles de deserción, seguidos por los estudiantes beneficiados con gratuidad y, en los últmos lugares, los alumnos que copagaban para financiar sus estudios.

El resto de las instituciones de educación superior sigue, en general y salvo el caso de la Universidad Finis Terrae en la retención al 3° año, la misma trayectoria.

A pesar de las buenas cifras de retención…

Unos 27 mil estudiantes con gratuidad han perdido el beneficio este año –67 mil desde su implementación en 2016–, según cifras del Mineduc, debido a que excedían la duración de sus carreras.

“El problema es que la forma en que quedó diseñada la gratuidad en la Ley Educación Superior no toma en consideración un problema que es sistemático de la educación superior chilena, que es la sobreduración de las carreras. Es decir, que los alumnos no se titulan en el tiempo que se supone que deberían titularse según lo que definen los propios programas. Por lo tanto, esa sobreduración no es financiada por la gratuidad […] Tiene que ver con un error de diseño de la ley”, dice Daniel Rodríguez a PAUTA.

Lo mismo coincide el vicerrector académico de la Universidad de Valparaíso. “Se trata de una política que fue definida con la mejor de las intenciones, pero que tuvo en poca consideración la realidad de estos procesos formativos. La gente dice que los estudiantes se van a titular en el tiempo teórico. Bueno, la evidencia en el mundo dice que eso no pasa así. En Estados Unidos, los estudiantes que se gradúan del college al sexto año, es decir dos años después que se supone que egresaron, llega al 60%”, expone Salazar.

Todo ese retraso genera problemas económicos en las universidades, cuyos resultados financieros anotan permanentes retrocesos. En una carta a El Mercurio este domingo 7 de abril, los rectores del G9 cuestionan el diseño de esa legislación que les impone una carga financiera por aquellos estudiantes que se mantienen estudiando cuando pierden la gratuidad. “La graduación oportuna es un indicador que se ve impactado por múltiples factores, entre los que se cuentan la calidad de la educación escolar y la vulnerabilidad de los estudiantes”, sostienen.

“Es importante que el beneficio se haga cargo del problema del rendimiento académico y, por lo tanto, en vez de que haya que esperar a que el estudiante pase la duración formal de la carrera para que el beneficio lo pierda, lo razonable sería que el estudiante debiera demostrar un rendimiento académico suficiente año a año para mantener el beneficio”, propone el ex director ejecutivo de Acción Educar. “Ese rendimiento académico suficiente de repente podría considerar que los estudiantes pueden fallar en un ramo o algo así. Pero, evidentemente, sobre todo porque es un beneficio tan costoso para el Fisco, debería haber un monitoreo año a año al rendimiento de estos estudiantes”, sugiere Rodríguez.

El subsecretario Figueroa -predecesor de Rodríguez en Acción Educar- no descarta la idea de monitorear el rendimiento de los estudiantes con gratuidad para evitar problemas posteriores con la sobreduración de las carreras. Sin embargo, afirma que esa tarea le compete a las instituciones de educación superior

En cambio, Figueroa cree que los recursos fiscales deben concentrarse precisamente en la educación prebásica y escolar, de modo tal que cuando esos estudiantes lleguen a la educación terciaria (y eventualmente con gratuidad) no requieran de estos procesos de nivelación.

En una columna en El Mercurio este mismo domingo 7 de abril, el economista Sebastián Claro concuerda con un punto de fondo: si la ley estableció que hay elementos que hacen perder la gratuidad, entre ellas una demora mayor a la prevista en una carrera, lo peor sería torcer esos requisitos. “La ruptura en las reglas no es inocua. En el caso de la gratuidad, la falta de credibilidad en el origen hace que los estudiantes no internalicen los costos de atrasarse, y las universidades tampoco. ¿Cómo termina todo?”, se pregunta Claro. Se responde: “Con carreras más largas, estudiantes atrasados y más gasto fiscal”.

Mire la presentación de este tema en Primera Pauta: