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O Rei (Ayrton Senna en portugués)

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POR Francisca Vargas |

El tres veces campeón del mundo ganó 41 carreras, logró 80 podios y tuvo 65 poles en 161 competiciones de Fórmula 1. A 26 años de su partida, su legado e idolatría solo crecen.

“Si el casco se hacía en verde con los detalles en amarillo, sería oscuro, sin expresión. Y cada país tenía que tener una representación. Decidimos hacer un diseño caliente y vibrante. Luego se hizo todo amarillo, con las dos rayas horizontales que salen de los ojos de Ayrton, en verde y azul, y pusimos los filos blancos, todo ello para dar armonía”, dijo Alan Mosca en una entrevista con el portal especializado Motorsport.

Su nombre bien podría parecer desconocido para el mundo del deporte en general, pero para quienes siguieron la carrera de un joven de Brasil, que desde temprana edad comenzó a mostrar sus cualidades en el karting y que terminó siendo uno de los pilotos más importantes del automovilismo, Mosca es parte de la historia.

Responsabilidad suya fue ejecutar el diseño de su padre, que protegió a un ícono en la Fórmula 1. Pero más que los colores de la bandera de Brasil, lo que ese instrumento de seguridad hizo por años, fue proteger la mente de quien en 2014 (en una encuesta realizada por Datafolha) fue electo como el deportista más importante del país, con el 47% de los votos.

Ayrton Senna, o como algunos llamaban, “O Rei”.

El incónico casco utilizado por Ayrton Senna. Créditos: www.ayrtonsenna.com.br
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¿Visión de fanáticos? ¿Falta de objetividad? Cinco años antes, la revista Autosport convocó a 217 pilotos y expilotos de la F1 para crear un ranking con los mejores de la historia. ¿Quién la encabezaba? El mismo que se puso por primera vez al volante en un auto construido por su padre. El de apellido con sinónimo de país.

“En un día determinado, en una circunstancia determinada, piensas que tienes un límite. Después vas tras él y al alcanzarlo dices “bueno, esto es”. Pero luego algo pasa y te das cuenta de que puedes ir un poco más allá. Con tu poder mental, tu determinación, tu instinto y la experiencia, puedes volar muy alto”, diría en algún momento “El rey del Principado”.

Todo partió como un juego. Senna era inquieto y su familia pensaba que con este nuevo elemento su comportamiento iba a cambiar. Y estaban en lo correcto. Fue corriendo cada vez más. La velocidad, más que miedo, le generaba gusto. Con cuatro años intentaba dominar un auto. Con ocho, lo hacía de tal manera que competía de igual a igual con niños que lo doblaban en edad.

Esto lo llevó con 13 años a ganar su primer campeonato, cuatro años más tarde fue campeón sudamericano y a los 18 ya estaba compitiendo en Europa, para DAP, con Terry Fullerton como compañero. Todavía no llegaba a las grandes ligas, pero ya comenzaba a mostrar los primeros rasgos que terminaron identificando su manera de conducir.

Licencia de corredor internacional de Senna. Créditos: www.ayrtonsenna,com.br
Licencia de corredor internacional de Senna. Créditos: www.ayrtonsenna,com.br

Si no fue el piloto con más habilidad para conducir con lluvia, seguro está entre los tres mejores de la historia. Sabía que las condiciones estaban, por eso hubo más de algún día, según su familia, en que para perfeccionarse, no retornaba a la hora de siempre a casa por estar ensayando en pista mojada. Y sí, en ese entonces ya usaba su mítico casco.

La cuna de su frustración fue también la de su éxito. En Inglaterra sufrió la decepción de no rendir todo lo que hubiese querido, y retornó a Brasil. Pero sus padres, que antes pensaban que el auto era un juego, le hicieron una sutil invitación a continuar en pista. Cruzó en 1983 la línea de meta más compleja, pero también la que lo empujó ser quien fue. Codo a codo disputó con Martin Brundle el campeonato de la Fórmula 3, y este, en la recta final, corrió más rápido Senna.

Ya entonces las miradas de varios equipos de la Fórmula 1 lo seguían. McLaren, Williams, Brabham y Toleman. Él hizo las pruebas y terminó fichando por esta última escudería, porque el 1-2 ya estaba en los otros equipos. Lo que no sabía es que en una de esas duplas se encontraba quien sería su gran rival: Alain Prost.

Con Toleman hizo su debut soñado: en la F1 y en casa. El Gran Premio de Brasil fue el comienzo; el de Sudáfrica su primer punto; la fecha de San Marino su traspié y Mónaco el comienzo de la leyenda. En el Principado había llovido antes de la largada y Ayrton dio cuenta a los asistentes de que, para él, eso estaba lejos de ser un problema.

En la primera vuelta ya había ganado tres posiciones, en la segunda se ubicaba 9°, en la tercera 8° y así hasta llegar al segundo puesto. Esa carrera se suspendió en la vuelta 31 por las condiciones climatológicas y terminó solo detrás de Prost. Antes del final, le recortaba hasta cuatro segundos por vueltas al piloto francés. ¿Podría haber sido distinto el orden final si no se hubiese suspendido?

Esa es una de las interrogantes que trató de responder con su rendimiento al año siguiente. Ya corría 1985 y el brasilero firmaba con Lotus por tres temporadas, en las cuales alcanzó sus primeras victorias y tuvo una aproximación al campeonato del mundo. Pero no lo logró. Los encargados de reclutar pilotos de McLaren tomaron la decisión de que los reflectores durante 1988 iban a estar sobre ellos, y para eso, se quedaron con la mayor rivalidad de la época.

“Yo podía haber dicho no a la llegada de Ayrton a McLaren. Una de mis virtudes es que normalmente, cuando tomo una decisión, no me arrepiento de ella, pero desde mi propio punto de vista, definitivamente me equivoqué en aquella ocasión…”, dijo Alain Prost en una entrevista con el periodista Nigel Roebuck.

Su primera temporada con los británicos no fue fácil. Debió esperar hasta Japón para quedarse con la gloria. Y aunque con dificultades, alzó su primer título mundial. La parrilla indicaba que Senna debía partir de atrás y luego de la primera vuelta había caído al puesto 14°. Pero en la vuelta 27 adelantó a Prost y se quedó con una corona. No la verdadera.

Esa real, la que él deseaba, tardó 26 GP, tres años y su segundo campeonato mundial en llegar. Parecía una maldición que, en ese mismo circuito, con más inconvenientes que nunca y al contrario de lo que muchos podrían haber pensado, llegaba a su fin. Aguantó, aguantó como nadie hasta la victoria. Fue tanto el desgaste, que no fue capaz de salir por sí solo en la Reta Oposta.

Una sola vez en toda su carrera pudo ganar en Brasil, panorama distinto y mayor éxito el que lo acompaño en Mónaco ese año. Por cuarta vez se quedaba con la carrera emplazada en las calles de Montecarlo que lo recuerdan como aquel que dominó a la perfección sus tantas curvas.

Fueron siete victorias en total las que le permitieron inscribirse por tercera vez como el mejor del mundo: cuatro consecutivas en EE. UU., Brasil, San Marino y Mónaco, otras dos seguidas en Hungría y Bélgica, y luego el GP de Australia. Cuando la tabla de puntajes indicaba que nadie podía alcanzarlo, el trofeo se lo entregó otro de los símbolos de la Fórmula 1: el cinco veces campeón mundial y también sudamericano, el argentino Juan Manuel Fangio.

En su última temporada con McLaren las cosas no resultaron como él quería. El campeonato mundial ya no era opción. Williams había fortalecido sus monoplazas y ellos ya no estaban a la altura. Y ahí apareció una fiel compañera: la lluvia. En la largada del GP de Europa, en 1993, cayó a la sexta posición segundos después de que se apagaran las luces, pero al finalizar la vuelta ya había sobrepasado a Prost, Damon Hill y Michael Schumacher. La punta era suya.

Al año siguiente lo inevitable se hizo realidad: Senna sería parte de uno de los equipos más competitivos de la época: Williams. Podría haber sido el número dos de la escudería, pero aún con un año de contrato por delante, Prost se retiró. El enfrentamiento no se produjo otra vez, y el brasileño gozaba de un sitial que no le aseguró prácticamente nada.

En la pretemporada el coche no mostraba fallas, pero decir que era fácil de conducir podría haber sido un error de proporciones. Senna había comentado en reiteradas ocasiones que existían algunos aspectos por mejorar en el monoplaza​.

La primera carrera fue pole para O Rei, pero el Benetton de Schumacher lo dejó escapar. Más bien fue el alemán quien terminó por consolidarse en la primera posición. Se exigió, pero al parecer Senna creía más que sus ingenieros en el potencial del auto, y el motor no dio para más, obligándolo a retirarse. Un mal comienzo, que tendría un final peor: su muerte.

El Gran Premio de Italia es uno de los circuitos icónicos, y para Ayrton Senna en 1994 eso pasaba a un segundo plano. Se sentía incómodo con su asiento y pidió una modificación. Era San Marino, en el circuito de Imola. A la salida hubo un accidente y el coche de seguridad debió entrar. Las ansias de seguir en la pelea eran muchas, y cuando la carrera se reanudó, Senna no logró tomar la curva Tamburello, impactando a más de 218 km/h contra un una pared de cemento.

La rueda delantera se desprendió y golpeó su casco. Parte de una llanta lo atravesó. Senna no respondía. A pesar de que el accidente no fue lo aparatoso que suelen ser a esa velocidad, fue determinante. Fracturas, pérdida de conocimiento. Senna no respondió más.

Emmerson Fitipaldi en el homenaje realizado a Ayrton Senna en 2019, en Brasil. Créditos: www.ayrtonsenna.com.br
Emmerson Fitipaldi en el homenaje realizado a Ayrton Senna en 2019, en Brasil. Créditos: www.ayrtonsenna.com.br

Sus números dan cuenta de 161 carreras disputadas, 41 victorias, 80 podios, 65 poles y tres campeonato mundiales. Pero su apellido da cuenta de una de las figuras más importantes del deporte no solo brasilero, sino que mundial. Una leyenda absoluta y sin matices.

Algunos dicen que Brasil es sinónimo de fútbol. Han sido pentacampeones mundiales y tienen al mejor futbolista de todos los tiempos, Pelé. Un título que O Rei no comparte con nadie. Aunque no así su apodo.