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Pasados de copas

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Conmebol.com
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Chile aparece como posible sede de la Copa América 2021. “Ebrios por la codicia”, escribe Fernando A. Tapia, “están exprimiendo peligrosamente el prestigio de la competencia”.

El presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), el paraguayo Alejandro Domínguez, ha dicho con insistencia que la Copa América 2021 “no corre peligro alguno” e incluso se ha aventurado a señalar que la gran fiesta del fútbol continental será con un aforo del 30% en los estadios. Declaraciones de enorme osadía considerando las preocupantes cifras que arrojan la pandemia del coronavirus en los dos países organizadores: Argentina y Colombia.

El presidente trasandino, Alberto Fernández, advirtió hace unos días que la situación del campeonato debería ser evaluada permanentemente, colocando un gran signo de interrogación sobre la capacidad de poder sostener la inmensa logística en medio de una segunda ola de contagios que en su peak ha provocado alrededor de 500 muertos por día, lo que ha generado fuertes críticas hacia su el manejo de la crisis sanitaria. A ello, hay que sumar las palabras del ministro de Salud de Buenos Aires, Fernán Quirós, quien señaló que en la capital argentina no están dadas las condiciones para la realización de eventos masivos.

En Colombia, donde fallecen más de 450 personas diariamente debido al covid-19, la situación tiene el agravante de la severa crisis social que han provocado durísimas manifestaciones en las principales ciudades de ese país. El solo hecho que el presidente Iván Duque, fuertemente cuestionado por amplios sectores, haya manifestado su firme de voluntad de insistir con la organización del torneo de selecciones, ha vuelto a la Copa América un evento impopular, existiendo llamados masivos a boicotear el certamen.

Objetivamente hoy Colombia no puede garantizar la seguridad de un torneo que moviliza miles de personas, solo considerando las delegaciones de los equipos que deben tomar parte del campeonato. Es en este escenario que Chile aparece como una alternativa de emergencia para asumir la organización de la Copa América, seis años después de haber sido su anfitrión en la histórica versión en que “La Roja” consiguió su primer título continental.

Las vueltas de la vida tendríamos que decir. Nuestro país, el mismo cuyas autoridades se enfrentaron duramente con la dirigencia de la Conmebol, por hacer respetar los estrictos protocolas sanitarios en el marco de la Copa Sudamericana, puede ser hoy la carta de salvación del torneo.

Es bueno recordar que, cuando acá se ejerció soberanía para hacer cumplir las medidas de prevención aplicando criterios de aislamiento para integrantes del plantel argentino de Defensa y Justicia, la Confederación Sudamericana, vulnerando su propio reglamento, decidió primero suspender la semifinal contra Coquimbo Unido, y luego hacer caer una sanción indirecta para Chile, privando al equipo nacional de su localía para el partido más importante de su historia.

Hoy las buenas cifras en el proceso de vacunación y de apertura, colocan a Chile como una buena alternativa para realizar el evento, aunque ello signifique tener que hacer las paces con las autoridades políticas a las que hasta ahora se les había aplicado la ley del hielo. Negocios son negocios. Para el gobierno chileno podría ser también una buena oportunidad de brindar una demostración de eficacia en el manejo de la pandemia, otorgándole, de paso, una inmejorable posibilidad de respiro al presidente del fútbol chileno, el exintendente del Maule Pablo Milad.

Milad se encuentra fuertemente criticado en su capacidad de liderazgo y ocupado en las últimas semanas de enfrentar denuncias por supuestos arreglos de partidos en el torneo, un caso de suplantación que afecta a uno de sus asociados, el cuestionamiento del uso masivo de contratos paralelos en los planteles profesionales y la expulsión de uno de los equipos recién ascendido a la Primera B debido a gravísimas irregularidades administrativas.

En todo caso Chile no es el único país que ha surgido como opción de emergencia. Para variar está Paraguay, nación cuyas máximas autoridades políticas están permanentemente emparentadas con la dirigencia de la Conmebol. Por algo el presidente del fútbol sudamericano ha sido  en las últimas tres décadas un personero de nacionalidad paraguaya. Y por algo, también, cada vez que un partido internacional no fue autorizado por razones sanitarias en algún país asociado, la sede cambió automáticamente a Asunción, allí donde la Confederación Sudamericana tiene santos en la corte.

También Uruguay, extraoficialmente, ha mostrado su disposición de brindar una mano en caso de que Colombia o Argentina no puedan asumir la organización, con el argumento de sus buenas cifras en su programa de vacunación y de manejo de la pandemia.

En todo este embrollo pocos son los que proponen suspender el torneo. Y eso de que se trata de una Copa América que no estaba prevista en el calendario natural, y que surgió con la excusa de igualar el calendario sudamericano con el europeo. Un pretexto nada más para seguir engrosando las arcas de las federaciones y de la Conmebol, porque en realidad son los intereses económicos y comerciales los que empujaron la idea de realizar un torneo de selecciones un año después del campeonato de Brasil 2019, pues esta copa se iba a realizar el 2020, pero fue postergada para este año por la pandemia.

Es insólito. De llevarse a cabo, independiente de la o las sedes, serán cuatro campeonatos en seis años (Chile 2015, EEUU 2016, Brasil 2019 y Argentina-Colombia 2021). Para la dirigencia sudamericana no hay vuelta atrás. El show debe continuar, porque para ella lo importante es la “salud” de la industria. Tal como la Copa América Centenario, aquella en la que Chile se consagró bicampeón en 2016, y que surgió en la cabeza de los empresarios dueños de los derechos de televisión y comerciales del torneo, la Copa América 2021 tiene su origen en la avaricia, codicia y gula de la casta directiva sudamericana.

Argentina fue el primero es aprobar la idea de un nuevo campeonato de selecciones extraordinario, seguramente apremiado por la falta de títulos de su selección mayor (no gana desde Ecuador 1993) y porque jugando en su propio país podría darle una nueva oportunidad de por fin celebrar un trofeo con la albiceleste a su máxima estrella, Lionel Messi.

La Conmebol juega con fuego. Someter al campeonato de selecciones más antiguo del planeta solo a las consideraciones económicas amenaza al entusiasmo que en el futuro podría generar el torneo en los hinchas y por ende en los auspiciadores.

¿Se imagina un mundial de fútbol cada año y medio? Sin duda con el tiempo perdería su gracia. Esto es lo que están haciendo los dirigentes en Sudamérica. Ebrios por la codicia, pasados de copas, están exprimiendo peligrosamente el prestigio de una competencia que ya para este año ha dejado ser prioridad para los distintos seleccionadores, más preocupados de concentrarse en las clasificatorias mundialistas, las que también han sufrido innumerables postergaciones.

Fernando A. Tapia participa en Pauta de Juego, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 12:30 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en PAUTA.cl