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Auge de los clubes de lectura

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POR Andres Sepúlveda |

Las especialistas mencionan que estas instancias han permitido crear espacios de acompañamiento entre los lectores y volver a valorar las conversaciones literarias de manera presencial.

No hay duda de que los días, semanas y meses de encierro producto del Covid generaron cambios en nuestras rutinas. Algunos descubrieron un nuevo pasatiempo, otros retomaron actividades olvidades y un buen número se reencantó o descubrió los encantos de la lectura.

Los datos no mienten. El informe de hábitos y percepciones lectoras en Chile reflejó que un 29% declaró leer más de lo que lo hacía previo a la pandemia. Algo que también se vio reflejado en las estadísticas de la Biblioteca Nacional Digital, donde las descargas durante el 2020 aumentaron en un 267%, respecto del año anterior.

Pero no sólo eso. Con las ganas de ver gente en medio de la pandemia, muchos buscaron unirse a taller literarios y clubes de lectura. Es por eso que, nuestro Contestadog , de Watchdog Pauta, salió con sus libros en la mochila a investigar el auge que han tenido estas instancias en el país.

“Nos hemos acostumbrado a la lectura como algo individual, pero la relación con la literatura y la lectura siempre fue colectiva. Al principio no toda la gente sabía leer entonces se daba eso de recitar y que las personas escucharan, incluso los monjes en la edad media solían hacerlo en voz alta. Se volvió algo individual mucho más adelante con el desarrollo de la imprenta y las posibilidades de las personas de adquirir sus propios libros”, expresa María José Navia, escritora y profesora de Letras UC.

La necesidad de volver a sociabilizar generó esta vuelta a las raíces. Leer en grupo y conversar respecto a lo aprendido. Así ese encuentro entre personas con el fin de compartir y debatir sobre temas comunes fue haciendo algo más habitual. Se desempolvaron las relaciones y se reactivaron los clubes de lectura. De acuerdo a Educar Chile estas instancias ayudan a compartir interpretaciones enriquecedoras, promocionar el ejercicio de la lectura entre todos los grupos de edad y fomentar el dialogo.

Montserrat Martorell, escritora y doctora en literatura hispanoamericana, expresa que estas instancias son muy bonitas porque usualmente las personas que disfrutan leer y escribir suelen pasar muchas horas en solitario y los clubes permiten conectarlas con otros. “Para mi tiene mucho sentido cuando tú compartes, cuando cruzas la frontera, cuando logras llegar al otro a través de tramas clásicas o contemporáneas y darte cuenta que, al final te une una pasión por la palabra, por el lenguaje y por las historias que no se acaban nunca”, enfatiza.

Lo relevante de leer en conjunto es que permite a las personas vincularse en actividades sociales en las que se comparten experiencias frente a historias similares. “Si nos ponemos de acuerdo para leer Ana Karenina cada uno de nosotros lee una versión distinta porque hay diferentes cosas que nos gustan o no nos gustan, que se relacionan con nuestras vidas o no, eso es muy bonito. Creo que es un fenómeno muy especial, me parece bien volver a lo colectivo y que no sea algo privado y casi en secreto”, destaca Navia.

“Por lo general en los clubes las personas siempre se abren a una voz más íntima. Se vinculan con ellos mismos de manera más expedita y cuentan cosas que quizás no contarían en otro contexto. Entonces es un espacio de contención y no solo literario”, añade el director ejecutivo y fundador de Bibliotank, Sebastián Santander

En el país, hay muchos clubes de lectura funcionando. Uno de ellos es el que organiza la Biblioteca de Humanidades de la Universidad Católica liderado hace cuatro años por María José Navia. El club es semestral y se juntan una vez al mes a distancia a leer libros en torno a una temática específica. Las inscripciones son gratis mediante un formulario y luego las sesiones se suben a YouTube.

“Este año el tema son los viajes en el espacio, pensando en casas, ciudades, tránsitos varios. El primer semestre lo dedicamos a casas, este segundo semestre son libros relacionados con ciudades. Por ejemplo, nos vamos a juntar para conversar sobre Dublineses de James Joyce, que es una colección de cuentos donde todos tienen relación con Dublín o Irlanda”, comenta Navia.

Otro lugar que cobija clubes de lectura es la Librería Catalonia. Hace un mes partieron con los “Clásicos del Futuro” realizado por las libreras Cat Contreras y Fran Fouillioux. Se juntan el primer miércoles de cada mes a comentar una publicación reciente de algún autor chileno. Las inscripciones tienen un valor de $5.000. sumado a la compra del libro del mes.

“Este club tiene que ver con una especie de ejercicio crítico respecto a reflexionar sobre el valor que tienen las cosas que se están publicando actualmente, y también para que podamos dialogar en grupo en torno al panorama actual”, menciona Contreras.

Según el informe “Clubes de lectura en el siglo XXI” de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Madrid, los clubes de lectura actualmente gozan de “mejor salud que nunca” gracias a lo bien que han sabido aprovechar las ventajas que ofrece internet y las nuevas tecnologías digitales. Claudia Apablaza, escritora y editora de la editorial Los Libros de la Mujer Rota, coincide con esta afirmación, ya que las redes sociales ayudan a conectarse con más lectores y establecer relaciones más estrechas en torno a la literatura.

Sin embargo, a pesar de que el auge de la tecnología ha ayudado a estas iniciativas, los clubes de lectura no son algo nuevo. Se cree que se remontan a 1727, cuando Benjamín Franklin organizaba una sociedad literaria en Filadelfia. En Chile, Amanda Labarca creó en 1910 el Círculo de Lectura, donde se reunía semanalmente para discutir sobre libros nacionales y extranjeros con el fin de fomentar la educación para las mujeres.

Recomendaciones para quienes nunca han ido a un club de lectura

Según el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas no hace falta saber mucho de literatura para participar en un club de lectura porque no se trata de una clase magistral sobre análisis literario, sino que de una reunión de personas con intereses afines con el objetivo de intercambiar opiniones, experiencias e impresiones personales en torno a una lectura común.

No se necesita tener experiencia previa respecto a la lectura, sino que basta con que uno tenga las ganas de empezar a leer. Incluso si alguien está muy perdido porque hace mucho tiempo que no lee, esa es la base indicada para retomar lecturas.

“A quienes nunca han ido les digo que vayan con toda la confianza del mundo, es un espacio muy bonito, hay un gran público que quiere juntarse a comentar los libros que leen con un poco de guía. Además, el poner una fecha para conversar hace que uno realmente se los lea y no se necesita un conocimiento especial. Hay que ir sin ningún prejuicio ni temor”, menciona Navia.

Al ser instancias que posibilitan el encuentro, conversaciones y, además, crean lazos y amistades, las personas con el tiempo se sienten en confianza. “Uno va a encontrar un refugio, una nueva voz, se aprende mucho escuchando y leyendo a los demás […] leer nos enseña, nos transporta y nos da razones para seguir soñando”, enfatiza Martorell.

No se trata de ser expertos en literatura o haber pasado miles de horas detrás de los libros. “Se puede ver como un ejercicio de reflexión y también de aprovechar espacios para generar comunidades o espacios de encuentro”, menciona Contreras.

En los clubes de lectura todas las voces son importantes y nadie va a hacer una clase sobre el tema, sino que lo importante será compartir en la misma sintonía y descubrir qué les pasa humanamente con la lectura. “Hay personas que llevan cinco años sin leer nada y les cuesta partir, pero nosotros no tenemos problemas con esperarles”, asevera Santander.

Lo más importante es buscar un tipo de literatura que se acomode a los gustos de cada persona, disfrutar las semanas en las que se lee el texto y después animarse a interactuar. Pero si es de los que no le gusta hablar, no se haga problema, porque simplemente se puede ir a escuchar, abrir la mente y transportarse por unas horas a esos mundos apasionantes que nos proponen los libros.

WatchDog PAUTA es un proyecto de fact-checking conjunto entre la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes y PAUTA. Busca tomar temas en la agenda y rastrear su veracidad desde una perspectiva positiva, no inquisitoria. 

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