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Crecimiento cero: el precio de la “transformación” mexicana para AMLO

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Bloomberg
POR Maria del |

La popularidad récord del mandatario mexicano tiene como contrapartida una economía estancada y la inversión a la espera de mayores certezas.

El primer año de Andrés Manuel López Obrador fue perdido para la economía de México. Mirando hacia el futuro, 2020 puede no ser mucho mejor.

Perjudicada por las dudas de los inversionistas sobre la dirección de la política del gobierno y su propia obsesión con la austeridad fiscal, la economía mexicana se contrajo 0,1% en 2019, su peor resultado en una década, según datos preliminares publicados el jueves.

Los analistas están reduciendo rápidamente sus estimaciones para este año. Ahora esperan que la segunda economía más grande de América Latina crezca solo 1%, por debajo de su pronóstico de 1,8% de hace seis meses, según una encuesta de Bloomberg. Algunos son aún más pesimistas: Barclays Plc ve un crecimiento de solo 0,6% y dice que puede no haber un catalizador interno para un repunte en el corto plazo.

“La economía de México está pasando por una fuerte desaceleración”, asegura Delia Paredes, economista de Grupo Financiero Banorte en Ciudad de México, que este mes redujo su proyección de crecimiento para 2020 de 1,4% a 0,8%. “Los últimos datos han sido mucho más débiles de lo que esperábamos”, dijo antes del informe del jueves.

El estancamiento es un duro golpe para el presidente, conocido como AMLO, que se ha comprometido reiteradamente a acelerar el crecimiento a 4%, el doble del ritmo de las recientes presidencias.

Cuarta transformación

AMLO fue elegido con la promesa de no solo fomentar el crecimiento y la prosperidad, sino también de cambiar radicalmente el sector público de México, particularmente las relaciones de poder entre el estado y las empresas privadas. El presidente se jacta de que su administración es la “Cuarta Transformación” de México, como otro momento decisivo de la historia del país después de los periodos de la Guerra de Independencia y Reforma del siglo XIX y la Revolución de principios del XX.

Y de alguna manera, está cumpliendo. En su primer año en el cargo, AMLO presionó para sacudir un sistema que, según él, estaba plagado de corrupción, así como lo que describió como relaciones demasiado amistosas entre el gobierno y las empresas que perjudicaron al pueblo mexicano durante décadas.

Medidas como el cierre de la antigua mansión presidencial, la puesta en venta del avión Boeing Co. 787 Dreamliner del presidente, las conferencias de prensa diarias y los viajes a comunidades pobres de todo el país los fines de semana han ayudado a conectar a AMLO con los votantes mexicanos. Una encuesta reciente fijó su índice de aprobación en 72%, convirtiéndolo en uno de los presidentes electos más populares del mundo.

Pero también ha provocado fricciones con el sector privado, creando un ambiente incómodo para las empresas que está alejando la inversión. Desde su elección en julio de 2018, AMLO ha cancelado un aeropuerto de US$ 13.000 millones para Ciudad de México que ya estaba a un tercio de su finalización, detuvo las subastas de campos petroleros que generaban miles de millones de dólares y obligó a las compañías de gas natural a renegociar contratos de ductos de larga data.

Como resultado, la inversión fija bruta se ha reducido a niveles no vistos desde la crisis mundial de 2009, ya que las empresas mexicanas no pueden estar seguras de que la administración no les cambie las condiciones.

“La inversión sigue siendo muy débil, en parte debido a la incertidumbre interna”, asegura Carlos Capistran, economista jefe para México y Canadá en Bank of America. “Eso es lo más importante en este momento”.

En una rara crítica a la administración, representantes de dos de los principales grupos empresariales del país advirtieron este mes que cada vez es más difícil para las empresas extranjeras depositar su dinero en México y pidieron al gobierno que trabaje para comunicar certeza y evitar conflictos.

Austeridad de AMLO

Otras decisiones ayudaron al estancamiento de la economía. Con la intención de detener el deterioro de los índices de endeudamiento de México, que amenaza su calificación crediticia de grado de inversión, AMLO ha buscado un ajuste fiscal en cada oportunidad. El gobierno probablemente terminó 2019 cumpliendo su objetivo de un superávit primario de 1%, el segundo mejor resultado de la última década, que si bien tranquiliza a los tenedores de bonos, aún puede tener un costo para la economía.

“La falta de inversión pública explica dos tercios de lo que está sucediendo en México”, asegura Marco Oviedo, economista jefe de América Latina en Barclays. “El gobierno no está haciendo nada”.

AMLO ha hecho caso omiso de tales preocupaciones, argumentando que definir el éxito a través del crecimiento del producto interno bruto es un concepto neoliberal anticuado que no tiene en cuenta la felicidad y el bienestar, y que está promoviendo una distribución más equitativa de la riqueza. Con ese fin, ha aumentado el salario mínimo de México casi 40% desde que asumió el cargo, lo que, por supuesto, ha contribuido a su popularidad.

“Puede que no haya crecimiento, pero hay desarrollo y bienestar”, dijo a los periodistas después de que se publicaron los datos el jueves. Las medidas oficiales de crecimiento “podrían significar que hay mucho dinero en manos de unos pocos”.

Si bien algunos observadores de México especulan que el estancamiento de la economía puede llevar a AMLO a revertir el rumbo, en cambio, avanzó, construyó un aeropuerto alternativo e insistió en que no subastará más superficie a los exploradores privados de petróleo.

Infraestructura y energía

La receta del presidente para acelerar el crecimiento implica un plan de infraestructura de US$ 46.000 millones y casi US$ 100.000 millones en proyectos de energía propuestos por el sector privado. La ratificación del sucesor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte también debería ayudar a reducir las incertidumbres con los principales socios comerciales de México.

Sin embargo, la economía está en caída, incluso cuando Estados Unidos, el comprador de más de 70% de las exportaciones de México, está creciendo por encima de 2%. Históricamente, cuando la economía de EE.UU. se desacelera, la de México también lo hace, y los economistas pronostican una ligera desaceleración de EE.UU. a 1,8% para 2020.

“Cualquier sorpresa negativa en términos de demanda de exportaciones de Estados Unidos es un gran riesgo para la economía mexicana”, explica Felipe Hernández, economista para América Latina en Bloomberg Economics.

Mientras tanto, la desaceleración de la inflación a la meta de 3% por parte de los formuladores de política permitió al banco central reducir su tasa de interés clave en 1 punto porcentual el año pasado, a 7,25%, y el banco central está listo para recortar nuevamente un cuarto de punto el próximo mes. En contra de esa relajación monetaria se encuentra el tamaño de la economía informal de México y la baja penetración de los préstamos bancarios.

Oviedo, de Barclays, estima que una reducción de un punto porcentual completo en la tasa solo aumentaría el crecimiento de México en 0,1 puntos porcentuales. Aún así, no ve a AMLO cambiando de rumbo dramáticamente.

“Como las cosas son relativamente tibias y el empleo está ahí, él podría seguir siendo muy popular y no le importará el PIB”, asegura.