Los gobernadores del Banco Central Europeo que representan el núcleo de la economía de la eurozona se resistieron a la apuesta del presidente Mario Draghi sobre el reinicio de la expansión cuantitativa, según funcionarios con conocimiento del asunto.
La revuelta sin precedentes tuvo lugar durante una frenética reunión donde el gobernador del Banco de Francia, Francois Villeroy de Galhau, se unió a gobernadores de línea dura más tradicionales como su colega holandés Klaas Knot y el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, para presionar en contra del reinicio inmediato de las compras de bonos, dijeron las personas. Hablaron bajo condición de anonimato, porque tales discusiones son confidenciales.
Estos tres gobernadores representan aproximadamente la mitad de la eurozona, según medidas de producción económica y población. Había otros disidentes, según dijeron los funcionarios, que incluían —más no se limitaban a— Austria y Estonia, así como a miembros del Comité Ejecutivo del BCE como Sabine Lautenschlaeger y el jefe de mercado, Benoit Coeure.
Tal desacuerdo sobre una importante medida de política monetaria nunca se ha evidenciado durante el mandato de ocho años de Draghi. El disgusto proyecta una sombra sobre la determinación del estímulo de despedida que dejaría antes de que Christine Lagarde ocupe el cargo, y también sobre su recuento de los procedimientos. El alcance de la ruptura podría abrir la puerta a críticos de la institución para cuestionar la legitimidad de sus decisiones.

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A pesar del desacuerdo, Draghi presentó la decisión de relanzar la expansión cuantitativa como si tuviera suficiente apoyo para seguir adelante. No hubo votación sobre el asunto, de acuerdo con la práctica típica del BCE. Una votación de este tipo sería rara, pero si hubiera tenido lugar, bajo el sistema de rotación del Consejo de Gobierno para agilizar la toma de decisiones, los gobernadores de Francia y Estonia no habrían podido votar este mes.
Un argumento clave de formuladores de políticas opuestos a la reanudación de la expansión cuantitativa de Draghi es que sería mejor guardarla para poder usarla como contingencia en una emergencia; por ejemplo en caso de un resultado abrupto del brexit si el Reino Unido abandona la Unión Europea sin un acuerdo de transición, dijeron los funcionarios.
Portavoces de los bancos centrales austriacos, holandeses, estonios, franceses y alemanes se negaron a comentar sobre los debates del BCE. Un portavoz del BCE también declinó hacer comentarios.

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No es la primera vez que la expansión cuantitativa causa polémica. Draghi se enfrentó a una oposición significativa en 2015, cuando presionó al Consejo de Gobierno para que iniciara la compra de bonos, en contra de la posición de sus colegas alemanes, holandeses, estonios y austriacos.
La decisión de Draghi de seguir adelante sin ese apoyo clave podría significar un dolor de cabeza para Lagarde cuando comience en noviembre. Ella tendrá que decidir si persiste en una política que ha dividido a su Consejo de Gobierno, con el riesgo de generar más acritud. La alternativa sería reducir los compromisos actuales de estímulo del BCE, un enfoque que podría provocar una reacción violenta en el mercado.
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