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El ultimátum de Trump a Xi Jinping

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POR Administrador |

En medio de la guerra comercial, el presidente de EE.UU. pone presión sobre China amenazando con más aranceles.

Xi Jinping ya está acostumbrado a las amenazas sobre aranceles de Donald Trump. Pero el último ultimátum del presidente de Estados Unidos es personal, y la respuesta del líder chino podría tener consecuencias de gran alcance para su futuro político.

El lunes, Trump dijo que podría imponer aranceles “muy superiores a 25%” sobre US$ 300.000 millones en productos chinos si Xi no se reúne con él en la próxima cumbre del Grupo de los 20 en Japón. El Ministerio de Relaciones Exteriores de China, que generalmente se niega a proporcionar detalles de las reuniones hasta el último minuto, declinó el martes decir si la reunión se llevaría a cabo.

La política arriesgada coloca a Xi, el líder más fuerte de China en décadas, en el lugar más difícil de sus seis años de presidencia. Si cede a las amenazas de Trump, corre el riesgo de verse débil en casa. Si se niega a asistir a la reunión, debe aceptar los costos económicos que conlleva la posible extensión del conflicto comercial hasta las elecciones presidenciales de 2020.

“Ya sea que se reúnan o no, ninguno de los escenarios posibles es bueno para el presidente Xi o para la economía a largo plazo”, asegura Zhang Jian, profesor asociado de la Universidad de Beijing. “No hay una buena opción que pueda satisfacer las necesidades de la economía china o los cálculos políticos del Sr. Xi”.

Provocado por los agresivos en Washington para adoptar un enfoque de “todo el gobierno” hacia China, Trump puede dificultar que Xi se comprometa en la mesa de negociaciones. Los esfuerzos del gobierno de EE.UU. por vender armas a Taiwán y criticar la detención masiva de uigures por parte de China en el remoto oeste del país están alimentando los temores nacionalistas en Beijing de que EE.UU. quiera debilitar y contener a su mayor rival.

El G20 a fines de junio es una de las últimas oportunidades para que Trump y Xi eviten un conflicto entre las economías más grandes del mundo, el cual parece empeorar cada día. Además de los aumentos de los aranceles en represalia, EE.UU. ha incluido en su lista negra a Huawei Technologies Co. y ha amenazado a otras importantes empresas tecnológicas chinas, mientras que Beijing está elaborando una lista de “entidades no confiables” que podrían enfrentar restricciones.

En la última reunión entre Trump y Xi en el G20 en Argentina el año pasado, salieron con una tregua de 90 días que abrió espacio para más conversaciones. Estas se derrumbaron el mes pasado después de que Trump acusara a China de incumplir algunas partes del acuerdo, lo que provocó un aumento de los aranceles y acciones más enérgicas contra Huawei.

Los argumentos a favor de que Xi se encuentre con Trump giran en torno a la necesidad de evitar un mayor daño económico. Las importaciones de China se desplomaron en mayo, lo que subraya una debilidad económica interna que podría afectar el crecimiento mundial. Para China, los aranceles de 25% podrían arrastrar casi 1% del crecimiento para 2021 si se mantienen, según Bloomberg Economics.

Conversaciones estancadas

Los funcionarios chinos sienten cada vez más que las conversaciones a nivel de trabajo no van a ninguna parte. Un funcionario de comercio chino dijo que las discusiones con EE.UU. habían llegado a un punto en el que no se podía avanzar sin la intervención de los dos presidentes.

Además, Trump tiene un historial de escalar tensiones dramáticamente antes de cerrar un acuerdo en una reunión personal.

“El mejor enfoque para China es no responder a las palabras de Trump, sino esperar unos días y luego anunciar que Xi asistirá al G20”, asegura Wang Peng, investigador asociado del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin, en China. “Encontrarse con Trump es riesgoso para todos, pero Xi puede gestionar y controlar ese riesgo”.

Xi, sin embargo, también tiene razones para evitar una reunión con Trump. China ha dicho en repetidas ocasiones que no será intimidado ni presionado para negociar, y podría parecer que Xi le está dando una victoria a Trump al encontrarse con él después de una amenaza explícita.

Desde que colapsaron las conversaciones, los medios estatales de China han incrementado la retórica nacionalista. El periódico principal del Partido Comunista, el Diario del Pueblo, publicó un comentario el mes pasado diciendo que China nunca tomará decisiones que “renuncien al poder y humillen al país”, una frase utilizada en los libros de texto escolares para describir los tratados que China firmó principalmente en el siglo XIX.

Ignorar las amenazas

“No creo que la amenaza funcione”, afirma He Weiwen, un exfuncionario del Ministerio de Comercio que ahora es investigador principal en el Centro para China y la Globalización. “China reiterará que la parte estadounidense debe ser sincera si quiere que las conversaciones continúen”.

Las interacciones previas con Trump no ayudan mucho a tomar la decisión. Cuando Trump coqueteaba con una relación más formal con Taiwán al principio de su presidencia, China rechazó cualquier contacto hasta que reafirmara la política estadounidense de “una sola China”. En pocas semanas, Trump cedió.

Sin embargo, Xi también ha observado cómo Trump intensificaba repetidamente una guerra comercial a pesar de haber aclamado una amistad personal entre los dos. Y aun suponiendo que se encuentren, el mejor resultado podría ser otra tregua temporal que solo prolongue la incertidumbre.

De cualquier manera, Xi tiene mucho en juego en la decisión. Se convirtió en el líder más poderoso de China, posiblemente desde Mao Zedong, después de desechar los límites al mandato el año pasado, una medida que podría ser contraproducente si la economía se desploma.

“Difícilmente se puede culpar a alguien más por el conflicto entre China y EE.UU.; él es el máximo responsable de la toma de decisiones”, dice Zhang, de la Universidad de Beijing. “Recuerden que creemos que quiere un tercer o cuarto mandato. Si en 2020 la economía china sufre, entonces su camino hacia un tercer mandato parece menos suave”.