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En medio de apagón, los restaurantes de Caracas tienen una gran actividad

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POR Gabriela Villalobos |

El gran apagón, que cumple su quinto día en algunas partes de Venezuela, creó otra línea divisoria entre ricos y pobres.

El personal de Maute Grill no dejaba de destapar las botellas de vino tinto chileno. El lugar estaba lleno de gente por la noche y las luces estaban encendidas, esto mientras cada centímetro de Caracas sin un generador estaba en la oscuridad.

El famoso restaurante de carnes tiene uno, por supuesto. “Atendemos a un tipo específico de clientela”, comentó Ramón Villarreal, mozo que servía solomillo y lomo de cerdo a los comensales el martes. “Pero ha habido una gran cantidad de personas”.

El gran apagón, que cumple su quinto día en algunas partes de Venezuela, interrumpió el servicio de agua, paralizó refinerías, dejó fuera de servicio al metro de Caracas y creó otra línea divisoria entre ricos y pobres en una economía devastada. Quienes pueden costearlo han pasado el tiempo en restaurantes y bares o habitaciones de hotel autosuficientes mientras el resto lleva a sus hijos a la cama a la luz de las velas.

La electricidad ha comenzado a volver en vaivenes y la gente corre para poder cargar teléfonos celulares y revisar en búsqueda de alimentos podridos, pero el servicio de agua, intermitente en el mejor de los casos, todavía no vuelve en gran parte de la capital, tal vez porque las estaciones de bombeo que envían el suministro desde los embalses del área no se han reactivado.

En realidad es imposible saberlo. La causa del apagón también es un misterio. El presidente Nicolás Maduro acusó a Estados Unidos de sabotaje y el líder opositor, Juan Guaidó, culpó a la mala gestión y negligencia del gobierno. Muchos venezolanos parecen apoyar la teoría de Guaidó, en gran parte porque han sido testigos durante años del arruinamiento de la infraestructura. La electricidad confiable es un recuerdo lejano.

Más allá de quien tenga o no tenga razón, no hay duda de que Caracas se ha visto sumida en un nuevo tipo de caos tras años de inflación desatada, tiendas vacías y una escasez desesperante de medicamentos.

“Es miserable”, lamentó Maryuri Mata, de 42 años, gerente de una oficina que vive en una zona del barrio pobre de Petare que aún no tenía electricidad el martes por la noche. Estaba comprando para la cena en una calle colina abajo desde su casa, rodeada de hombres y mujeres que vendían productos como pastas, atún, aspirina o anticonceptivos a cualquiera que pudiera pagar en dólares, euros o pesos colombianos. Los bolívares venezolanos casi no tienen valor.

Las tiendas que estaban abiertas en la calle aceptaban bolívares a través de tarjetas de débito, pero si bien podían volver a encender sus refrigeradores, los comerciantes no podían confiar en que sus máquinas lectoras de tarjetas funcionaran. La fila en una carnicería sumaba 50 personas que intentaron pagar infructuosamente. “Me he dado cuenta de que cuando levanto mis manos hacia el cielo, a veces los pagos funcionan”, declaró Juan Colmenares, vendedor de verduras de 39 años.

Maute Grill enfrenta el mismo problema. “Hay una pila de boletas impagas en la parte de atrás”, confesó uno de los meseros, que confía en que los clientes vuelvan para pagar sus cuentas.

El restaurante recurre a una empresa privada para obtener agua y del mismo modo las personas adineradas de Caracas pagan por entregas. Otros han estado luchando en los últimos cinco días por conseguirla como sea, llevando jarras de plástico por si acaso. Docenas se metieron al lodo el martes cerca de una toma de agua rota fuera de la Universidad Central de Caracas para sacar un poco de agua rancia que salía de la cañería.

“Esto es una locura, pero ¿qué más podemos hacer?”, admitió Jessica Sánchez, manicurista de 30 años que iba a buscar agua por cuarta vez. “Es esto o no poder lavar a los niños”. Nadie tenía pensado beberla.