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Seis semanas críticas con Donald Trump

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Kremlin
POR Eduardo Olivares |

En apenas un mes y medio, Donald Trump protagonizó dos cumbres con líderes cuestionados, inició una guerra comercial, separó familias y se enemistó con sus aliados históricos. Y sobre todo miente.

La distancia entre La Malbaie (Canadá) y Helsinki (Finlandia) son casi seis semanas. En ese período, Donald Trump ha tardado al menos seis ciudades en reunirse con dos líderes mundiales cuestionados, iniciar la mayor guerra comercial de la historia moderna, ejecutar un decreto migratorio que separó familias y, de paso, enemistarse uno por uno con los mayores aliados de Estados Unidos en el mundo.

El tiempo y la distancia partidos por Trump es una fórmula de caos. Incluso para el estándar del mandatario norteamericano, el registro de crisis diplomáticas y políticas entre el 8 de junio y el 16 de julio de 2018 está en su cénit. En su cumbre con Vladimir Putin en Finlandia, por citar el más reciente episodio, le dio más crédito al Presidente de Rusia que al aparato de inteligencia de Estados Unidos respecto de la intervención rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016.

El crédito del propio Donald Trump está deteriorándose en forma abierta. De acuerdo con un reporte estadístico preparado por The Toronto Star, el Presidente de Estados Unidos ha aumentado el número de palabras pronunciadas en discursos, entrevistas y tuits, y al mismo tiempo ha incrementado su cifra de afirmaciones falsas.

No se trata solamente de que si habla más diga más mentiras, sino que el hablar más lo lleva a decir falsedades con una mayor proporción. En las últimas seis semanas, de las cuales The Star alcanza a escrutar tres en el siguiente gráfico, las afirmaciones falsas han tenido el mayor salto de su administración.

Gráfico de The Toronto Star. A la izquierda se muestra el número de afirmaciones falsas, y cada barra corresponde a cada una de las semanas de su mandato hasta la semana correspondiente al 1 de julio de 2018. Crédito: The Toronto Star

En PAUTA.cl seleccionamos los principales hitos de Trump de las seis semanas recientes.

Los examigos del G7

8-9 de junio, La Malbaie, Quebec, Canadá

En los jardines del lujoso hotel Manoir Richelieu, en La Malbaie (región de Charlevoix, Quebec), Canadá, se reunieron los líderes de las siete principales democracias industrializadas del mundo. Era la cumbre número 44 y, como todos ya esperaban, se trataba finalmente de qué diría y cómo actuaría Donald Trump, quien en los días previos había iniciado una nueva ola de críticas contra esos mismos países por lo que considera un trato comercial injusto con los exportadores estadounidenses.

Las expectativas fueron satisfechas. La imagen de los líderes presionando a Donald Trump para evitar una guerra comercial se divulgó por las redes sociales con velocidad alemana. El presidente norteamericano se mostró impávido, muy seguro de sí mismo y de su tenaz política por aumentarles los aranceles a sus socios en bienes como el acero y el aluminio —alegando motivos de “seguridad nacional”— a la espera de que ellos redujeran su superávit comercial con Estados Unidos.

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La imagen captada y difundida por el equipo de la Canciller Angela Merkel reflejó el ánimo crispado del diálogo entre los líderes, con Donald Trump a la defensiva. Crédito: @bundeskanzlerin (Instagram)

Una cumbre tan mal calculada solo podía concluir con resultados peores que si no se hubieran reunido. Trump, que había llegado tarde a la cita, se fue antes. Tras ello el anfitrión, el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, dispersó la niebla al anunciar la imposición de sobretasas arancelarias contra productos estadounidenses en represalia por las medidas de Trump.

Las palabras de Trudeau retumbaron en los oídos de Trump mientras iba abordo del Air Force One rumbo a Singapur. De inmediato, vía Twitter, insultó a Trudeau e informó que Estados Unidos se retractaba de la declaración conjunta de los líderes del G7. Una movida insólita para los códigos diplomáticos.

El vago acuerdo con Corea del Norte

12 de junio, Sentosa, Singapur

El apuro de Donald Trump por retirarse rápidamente de Canadá pudo deberse, además, a las ansias por anotar ese extraño récord de ser el primer Presidente de Estados Unidos en juntarse con el Líder Supremo de Corea del Norte.

Primer apretón de manos entre Kim Jong-Un y Donald Trump. Crédito: Dan Scavino Jr. (Wikimedia Commons)

En el islote de Sentosa, Singapur, Trump y Kim se dieron la mano, conversaron a solas por casi 50 minutos, repartieron sonrisas, posaron desde un balcón, encabezaron una reunión de trabajo con delegaciones de ambos países, volvieron a darse más apretones de manos, se hicieron decorosas invitaciones de visitas mutuas y al final, con las banderas de ambos países de fondo, firmaron una declaración conjunta. De los cuatro puntos de ese documento, uno casi accesorio sobre la recuperación de los restos de soldados norteamericanos caídos en la Guerra de Corea (1950-1953), fue el más concreto. Los otros tres, referidos a la desnuclearización norcoreana, la paz de la península y la normalización de las relaciones bilaterales, destacaron por su vaguedad. 

El encuentro de seguimiento de estos difusos compromisos entre el secretario de Estado, Mike Pompeo, con sus contrapartes norcoreanas el 5 de julio fue negativo. Pyongyang acusó a Estados Unidos de usar una táctica gangsteril de presión, aunque al mismo tiempo Kim envió una carta elogiosa al Presidente Trump. Es decir, el gobierno de Corea del Norte aduló a Trump y se enemistó con sus subalternos. El mandatario estadounidense se valió de la misiva de Kim para afianzar su confianza en lo que viene. El 15 de julio destacó que Pyongyang no ha realizado lanzamientos de cohetes ni ha testeado armamento nuclear en nueve meses, pero criticó que los medios tradicionales (a los que califica como “fake news” o “noticias falsas”) no lo reportan. 

Hasta ahora, no obstante, el cronograma de una supuesta desnuclearización es desconocido. 

La separación de las familias

19 de junio, Washington, DC, Estados Unidos

A través de un decreto migratorio que implicó la “tolerancia cero” contra los visitantes que entraron a Estados Unidos sin los papeles adecuados, el gobierno de Donald Trump permitió la separación de las familias que buscaban una oportunidad en el país. Aunque esa política se había iniciado en abril, no fue sino hasta el martes 19 de junio cuando Donald Trump comenzó a defenderse públicamente de los ataques que venían de todas las primeras damas y de líderes políticos demócratas y republicanos. 

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Portada de la revista Time de la edición del 21 de junio de 2018. Crédito: Time

El cálculo original apuntaba a cumplir su promesa de campaña de evitar la inmigración ilegal, una política tan prioritaria de su gestión que ha buscado financiar el muro que busca extender por la frontera con México. La explicación de esta medida, por lo tanto, se dirigen a las elecciones intermedias de noviembre, cuando se renueve un tercio del Senado, la totalidad de la Cámara de Representantes y el 72% de los gobernadores.

La Casa Blanca, además, anunció ese mismo día que Estados Unidos se retiraría del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La decisión era esperada dadas las críticas constantes de Washington contra esa unidad, a la que cuestionó por contar con integrantes de dudosas credenciales en materia de derechos humanos y la animadversión que existiría en su seno contra Israel. Todo esto sacudió a la opinión pública global, que observó así otro caso de una ola otros movimientos antiinmigrantes.

Las imágenes de niños enjaulados y lejos de sus padres fueron un martillazo muy poderoso en la sensibilidad del norteamericano promedio, que comenzó a exigir a sus legisladores que hicieran algo al respecto. El mensaje más duro lo recibieron los congresistas republicanos, quienes de ese modo presionaron a la Casa Blanca para detener cuanto antes una política que les estaba costando popularidad.

El miércoles 20 de junio, Donald Trump firmó un nuevo decreto mediante el cual se impediría separar las familias. Fue su capitulación frente a la masiva protesta política y social que recibió.

A fines de mes, en todo caso, el presidente sí recibió una noticia que lo alentó: la Corte Suprema había avalado su decreto de rechazo a las internaciones a Estados Unidos de ciudadanos de algunos países con mayoría musulmana. Aunque esa noticia no se relacionó con la política que generó la separación de familias, Trump las mezcló.

En las novedades con la Corte Suprema Trump puede estar, por ahora, un poco más tranquilo. La anunciada renuncia de Anthony Kennedy a su puesto como juez de ese tribunal le permitió nominar a Brett Kavannaugh, un magistrado convervador cuya aprobación por el Senado luce, sin embargo, en peligro.

La mayor guerra comercial de la historia

6 de julio, Washington, DC, Estados Unidos

La avalancha se advirtió desde hace meses: Estados Unidos impondría sobretasas arancelarias a una serie de productos chinos —así como a otros países, incluidos europeos—, lo cual provocaría la respuesta también anticipada de Beijing. Aunque hubo reuniones de comitivas norteamericanas y chinas para intentar negociar una salida amistosa, nada resultó. El reloj siguió su curso y a las 0 horas del viernes 6 de julio Estados Unidos comenzó a aplicar sanciones a un conjunto de bienes chinos, sobre todo tecnológicos y del rubro aeroespacial, avaluados en US$ 34 mil millones.

Un minuto después, a las 12:01 del horario en Beijing, China aplicó su represalia a otra lista de productos estadounidenses, como soya y bienes automotrices, avaluados también en US$ 34 mil millones.

En esto, al menos, la política exterior de Donald Trump fue consistente con sus amenazas. En 2015, en su libro Crippled America, ya había denunciado que los chinos “han destruido industrias enteras al utilizar mano de obra barata, han costado decenas de miles de empleos, espiado nuestro negocio, robado nuestra tecnología y manipulado y devaluado su divisa”.

Ningún intento por apaciguar la mayor guerra comercial de la historia funcionaron. Incluso más, la guerra podría agravarse luego de que Trump amenazara llegar a imponer aranceles más altos a exportaciones chinas a Estados Unidos calculadas en unos US$ 200 mil millones.

Este lunes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que si la guerra comercial continúa, podría restarle medio punto de porcentual al nivel de crecimiento estimado hacia 2020. Eso implicaría una pérdida de casi US$ 430 mil millones en la productividad global.

El polvorín de Bruselas

11-12 de julio, Bruselas, Bélgica

A la capital belga, Donald Trump llegó con varios tuis por adelantado. A través de su red social predilecta, el mandatario había cuestionado el escaso aporte que, según él, hacían sus socios europeos por la defensa de la propia Europa, en comparación con el gasto militar norteamericano.

Empezó, de esa manera, la batalla del 2%. Con cifras tergiversadas, Trump aseguró que Estados Unidos gastaba más del 2% de su Producto Interno Bruto (PIB) en defensa y que los socios de la OTAN no llegaban al mismo nivel, pese a que se trataba de un compromiso adquirido por el bloque en 2014: el compromiso del 2% era cierto, pero no lo era el que solo Estados Unidos lo hubiera alcanzado y, en todo caso, ese objetivo debe cumplirse recién en 2024.

En sus declaraciones, Donald Trump planteó que el gasto militar debiese ser del 4% del PIB, lo que fue retrucado por sus contrapartes. 

Donald Trump durante su conferencia de prensa en Bruselas. Crédito: OTAN

La gira de Trump en Bruselas ya había comenzado fangosa el 11 de julio. En una reunión de trabajo con delegados de la OTAN, cuestionó especialmente a Alemania no solo porque no gastaba el 2% famoso, sino porque hacía negocios millonarios con el gasoducto proveniente de Rusia. Repitió esas acusaciones al día siguiente, otra vez usando cifras que fueron controvertidas por las estadísticas oficiales. La propia Canciller de Alemania, Angela Merkel, aclaró lo obvio: que ni su país es dominado por Rusia y que Alemania toma sus propias decisiones.

Bruselas representa, sin embargo, el prestigio de la propia Unión Europea. Y ha sido el propio líder del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien se ha transformado en la autoridad del bloque más proclive a responder con dureza las declaraciones de Donald Trump.

El descalabro con los británicos

13 de julio, Chequers, Inglaterra

En los jardines de la residencia campestre de los primeros ministros británicos, Chequers, Donald Trump y Theresa May asistieron a una conferencia de prensa conjunta que tenía como trasfondo la entrevista que Trump había dado al tabloide The Sun. En ella, el Presidente de Estados Unidos había cuestionado a May de muchas maneras posibles: aseguró que la había aconsejado de cómo proceder en el Brexit, agregó que ella se había ido en la dirección opuesta a ese consejo, anunció que cualquier acuerdo comercial entre ambos países estaría liquidado con ese tipo de Brexit y ensalzó al renunciado ministro de Relaciones Exteriores Boris Johnson —rival interno de May en el Partido Conservador— como un potencial “gran” primer ministro. 

De pasada, cuestionó al alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, cuya ciudad no visitó, entre otras razones, porque no era bienvenido. De hecho, su popularidad en el Reino Unido es bajísima: una encuesta de YouGov muestra que solo el 17% de los sondeados tiene una visión favorable del presidente.

Durante la conferencia de prensa, Trump se vio nervioso, sobre todo cuando tras dementir lo que había dicho se dio cuenta de que frente a él estaba el periodista que lo entrevistó. El reportero retrucó allí mismo las afirmaciones falsas del Mandatario de Estados Unidos, a quien no le quedó más que aludir a que “también” había dicho palabras elogiosas de May, presente allí mismo a su lado.

The Sun publicó la grabación de la entrevista (aquí va con subtítulos en español), donde queda en evidencia el pensamiento de Trump.

Portada del tabloide británico The Sun del viernes 13 de julio.

En una entrevista posterior con la BBC, Theresa May reveló que el consejo de Trump fue que el Reino Unido presenta una demanda contra la Unión Europea. May rio ante su entrevistador tras develar el misterio.

Se trató de la primera visita del Presidente Trump al Reino Unido en toda su administración, lo que ya resultaba insólito por tratarse en el papel del principal aliado de Estados Unidos en el mundo. Tras la reunión con May y una cita protocolar con la Reina Isabel II, el mandatario visitó su campo de golf en Escocia. 

Rusia primero

16 de julio, Helsinki, Finlandia

Las seis semanas críticas culminaron en la cumbre de Helsinki. El día previo, Trump había dicho que Estados Unidos tiene muchos enemigos. O tal vez no tan enemigos: “Bueno, creo que tenemos muchos enemigos. Creo que la Unión Europea es un enemigo, lo que nos hacen en el comercio. Ahora no pensaría en el Unión Europea, pero son un enemigo. Rusia es un enemigo en ciertos aspectos. China es un enemigo desde el punto de vista económico, sin duda son un enemigo. Pero eso no significa que sean malos. No significa nada. Significa que son competitivos”, dijo entrevistado por CBS.

Justo antes de juntarse con Putin, planteó que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia “nunca” habían estado peores. No informó de dónde sacó esa medición, aunque ha habido eventos como la anexión rusa de la península ucraniana de Crimea (2014) o el inicio de la guerra en Siria que indicarían lo contrario.

Tras cuatro horas de reunión, Trump afirmó que todo había cambiado. En una conferencia de prensa conjunta con el líder ruso, ambos se pusieron del mismo lado incluso cuando se trató de desacreditar los servicios de inteligencia norteamericanos. Así, sin dudarlo, denunció que toda la investigación por la injerencia rusa en las elecciones norteamericanas de 2016 y, por cierto, las acusaciones de una supuesta colusión de su campaña con Moscú, no tienen asidero: “Tengo confianza real en mi gente de inteligencia, pero debo decirles que el presidente Putin fue extremadamente fuerte y poderoso en su negación”, afirmó. “No veo ninguna razón por la que Rusia interfiriera en las elecciones del 2016”, agregó.

El nivel de entendimiento entre ambos mandatarios llegó más lejos. Luego de que la justicia norteamericana acusara el pasado viernes a 12 rusos en Estados Unidos de interferir en los comicios presidenciales de 2016, Putin ofreció interrogar a esas personas e invitó al investigador especial Robert Mueller a visitar Moscú para trabajar en conjunto. Trump la denominó “una oferta increíble”.

El analista internacional de PAUTA100.5 John Müller analizó el latigazo de esta última etapa del viaje de Trump a Europa:

En el lenguaje no verbal, Trump lucía débil y Putin, en cambio, parecía muy cómodo. Crédito: Kremlin

Tras sus palabras en Helsinki, tanto congresistas demócratas como republicanos cuestionaron al presidente norteamericano por su imprudencia. Al darle crédito a Putin por una reunión de cuatro horas, por encima del trabajo de inteligencia de años de su equipo, Trump exhibió, según esos análisis, una debilidad de la política exterior de la Casa Blanca con pocas comparaciones. El director del Departmento de Inteligencia de Estados Unidos, Dan Coats, debió confirmar los resultados de las investigaciones que aseguran que hubo intromisión rusa. Y John Brennan, exdirector de la CIA entre 2013 y 2017 (despedido por Trump), deslizó que la actitud del presidente norteamericana rayaba en la traición.

Vía Twitter, la visión de Trump de sus días recientes fue por cierto más autoindulgente y en algo no varió: son los medios los que no lo cubren apropiadamente, apuntó. “Mientras tuve una gran reunión con la OTAN, levantando grandes sumas de dinero, tuve una reunión incluso mejor con Vladimir Putin de Rusia. Tristemente, no es difundido de esa manera—¡los medios de Fake News están vueltos locos!”.

Pero sigue siendo popular

Los sondeos, por ahora, no registran ningún movimiento crítico sobre Trump. Una reciente encuesta de Gallup mostró que si bien su aprobación general es de apenas 43%, ese número no debe entenderse por sí solo. Que sea impopular entre los demócratas es simple de aceptar (su popularidad en ese segmento es del 9%), así como la baja pero aún interesante visión favorable entre los votantes denominados “independientes” (37%). Nada de aquello es relevante al compararlo con la aprobación del 88% de los republicanos, su partido, que son quienes en gran medida lo llevaron a la presidencia en 2016. 

Para ellos, los votantes que lo favorecen, las últimas seis semanas son evaluadas de forma muy distinta a como lo hacen otros políticos, las celebridades de Hollywood y, por cierto, los medios de comunicación.

Nota de actualización de martes 17 de julio de 2018, 18:30 horas: este mismo martes en la Casa Blanca, el Presidente Donald Trump se desdijo de sus declaraciones del lunes cuando habló en una conferencia conjunta con el Presidente Vladimir Putin. En Helsinki había planteado que sus equipos de inteligencia le aseguraron que Rusia estaba involucrada en las interferencias electorales de 2016, ante lo cual Trump expresó: “El Presidente Putin dice que no es Rusia. Le diré que no veo ninguna razón por la que debería serlo”. Este martes, en cambio, echó pie atrás: He mirado la transcripción y he visto que donde dije ‘no veo ninguna razón por la que debería serlo’ quería decir no veo ninguna razón por la que ‘no debería’ serlo. Creí que debía clarificar esto”, afirmó. En cualquier caso, la exposición completa de Trump ante la prensa en Helsinki sigue apuntando a que dio crédito a Trump, independientemente de lo que ahora desmienta de su propia afirmación previa.