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Militares y orden público: matar moscas a cañonazos

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Agencia Uno / PAUTA
POR Andres Sepúlveda |

La intervención del general Iturriaga evidenció que la protección de infraestructuras es más un subterfugio para normalizar lo excepcional sin pagar el costo político.

La comparecencia del comandante en jefe del Ejército, general Javier Iturriaga, en la comisión de seguridad ciudadana de la Cámara de Diputados ha provocado diversos comentarios sobre el papel de las Fuerzas Armadas en un momento en que el mundo está girando de la geoeconomía a la geopolítica.

Unas discusiones son más interesantes que otras. La conversación que critica la intervención de Iturriaga como un acto de “deliberación política”, como planteó la diputada Maite Orsini, habla más de las obsesiones personales y de su falta de comprensión oral -que ya es curiosa en una abogada y actriz- que de otra cosa.

Porque lo primero que planteó Iturriaga -recordemos que es el militar que contradijo a Sebastián Piñera durante el estallido y afirmó que no estaba en guerra con nadie- fue que el Ejército se allana a lo que mande la Constitución, las leyes y las autoridades democráticas. Por eso, la intervención de la ministra Carolina Tohá recordando que las Fuerzas Armadas están subordinadas al poder democrático también fue redundante y dice más de las debilidades de la ministra y su gobierno que de sus fortalezas políticas.

Iturriaga advirtió de que abocar al Ejército a tareas de orden público desvirtúa su papel tradicional. Y en segundo lugar, que si se insiste en ello, eso va a afectar la “operacionalidad” de su institución. En cuanto a lo primero, la advertencia del militar es extraordinariamente importante, porque empeñar a los militares en tareas de orden público propias de las policías es matar moscas a cañonazos.

Pero lo peor es que dedicar a los militares a estas tareas -que no les son del todo ajenas en los estados de excepción constitucional de mayor nivel represivo- es una manera de intentar normalizar lo que debe ser excepcional y eso nos dice más del deterioro de nuestro orden democrático que de otra cosa.

El debate sobre la protección de infraestructuras críticas comenzó como un asunto que el gobierno de Piñera II se sacó de la manga cuando se dio cuenta de que la policía estaba desbordada durante el estallido social y los estados de excepción despertaban rechazo en la opinión pública. Desgraciadamente es una iniciativa que tiene más de subterfugio para usar a los militares en tareas policiales y no pagar el costo político de dictar un estado de excepción.

Por esta razón, resultan llamativos los escrúpulos de Iturriaga, porque son genuinamente democráticos y uno podía esperar que los manifestara antes un político o un jurista, que un militar.

En vez de empeñar al Ejército en tareas impropias, quizá convendría reestructurar a fondo las policías y crear unidades de élite, con capacidades operativas y armamento adecuados para enfrentar nuevas amenazas como el narcotráfico. ¿No es cierto acaso que las unidades de la agencia antidroga de EEUU o las especializadas del FBI se parecen más a los Boinas Verdes o a los Navy Seals que a un policía de barrio?

La comparecencia de Iturriaga despertó un interesante debate en los chats de militares con formación de Estado Mayor. Básicamente se dividen entre los que tienen una visión tradicional del Ejército -a quienes llaman los ‘Von Moltke’-, que se resisten a ampliar el concepto de Defensa Nacional más allá de la defensa de las fronteras, y los que creen que el Ejército debe asumir nuevos roles.

Pero entre estos últimos hay una gran variedad de opiniones, desde los que piensan que si los militares se niegan a asumir nuevas funciones se va a deslegitimar socialmente su papel y el presupuesto de Defensa va a sufrir, hasta los que piensan que el Ejército debe prepararse e intervenir activamente en las guerras híbridas y en los golpes posmodernos, como los de Cataluña, el Capitolio o Brasilia.

Todos, sin embargo, coinciden en que la guerra de Ucrania ha vuelto a revitalizar el papel tradicional del Ejército. Lo curioso es que el hecho más novedoso de la guerra en Ucrania no es la performance militar, sino la doctrina de la resiliencia de la sociedad civil que ha ejecutado Zelenski y que ha implicado en la defensa nacional a todo el país.