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Científicos se organizan para aportar evidencia a las nuevas leyes

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POR Marcela Gómez |

Más de 300 investigadores se han sumado al movimiento Ciencia al Congreso, que busca influir con conocimientos y datos a mejores políticas públicas.

No hay nada más poderoso que una idea cuya hora ha llegado, decía el novelista francés Victor Hugo. Tal vez esa puede ser la explicación de lo que pasó en mayo pasado, con una columna del físico especialista en plasma y fusión nuclear Gonzalo Avaría, que en las redes sociales convocó a sus colegas científicos a dejar la “la comodidad de nuestros laboratorios y comenzar a visibilizar la relevancia de contar con políticas que tengan una base científica sólida”.

En el terreno fértil dejado por la Marcha de la Ciencia, en la cual investigadores y científicos salieron a las calles a demandar más recursos para esas actividades, la inquietud planteada por el físico tocó una fibra sensible.

Demandar más recursos hermana a los investigadores con casi la generalidad de los grupos de presión; pero el llamado a organizarse para aportar evidencia científica en la elaboración de leyes y políticas públicas, en cambio, apela a la responsabilidad social de profesionales que tienen las herramientas para hacer la diferencia en el desarrollo del país.

Rápidamente comenzaron a multiplicarse las preguntas e ideas sobre cómo aportar a que la voz de los científicos fuera escuchada en el Congreso. De partida: reunir a los interesados. En la primera semana se inscribieron 120 personas, lo que dejó en claro que había mucho entusiasmo y que para llegar a puerto había que trabajar en serio. La meta quedó plasmada en el nombre del grupo: Ciencia al Congreso.

En junio, ya se había creado un comité coordinador, integrado por Gonzalo Avaría; la presidenta de la Sociedad Chilena de Ecología, Olga Barbosa; la bioquímica Soledad Quiroz y el periodista experto en comunicación científica Raimundo Roberts. Todo esto mientras el número de inscritos seguía subiendo, por lo que se tuvo que armar una web para canalizar la información, convocar a los eventos iniciales, ser parte de la “semana de la evidencia” y tomar contacto con los parlamentarios.

“Ya tenemos 310 inscritos, contamos con el apoyo de varias sociedades científicas y nos reunimos con el diputado Giorgio Jackson, que preside la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados para ver cómo aportar”, comenta Soledad Quiroz. Explica que en ese encuentro fueron invitados a participar en Ideas Con Ciencia, una plataforma de difusión de proyectos científicos.

Inspiración/transpiración

Tras esta auspiciosa partida, Ciencia al Congreso comenzó a tomar forma con reuniones sucesivas y un mapeo de los temas de los que es necesario hacerse cargo.

Un primer foco de los esfuerzos está centrado en el debate que generó una norma de la ley que creó el Ministerio de Ciencia y Tecnología, referido a la devolución de los recursos públicos aportados para desarrollar investigación cuando sus resultados sean patentados y comercializados. El rechazo generado entre los investigadores se tradujo en la necesidad de repensar la forma de recoger -en un nuevo proyecto de ley- el conocimiento con impacto publico asociado a patentes, para lo cual Ciencia al Congreso ya está trabajando.

Otros grupos está tratando los temas de ciencias regionales en el marco de la Agenda 2030 y equidad de género en las ciencias. Claramente, el foco está en los temas científicos donde hay más conocimiento, aunque hacia adelante debería generarse un mayor acercamiento a problemas de interés público y de impacto masivo.

En el camino también han surgido desafíos no previstos inicialmente, como las dificultades para organizarse, ya que aunque los científicos tienen entidades que los agrupan por especialidad, no hay una orgánica que los convoque a todos. “Entre los 10 mil investigadores que hay en Chile, la especialización llega a tal punto que entre los que están trabajando en una misma aérea, tal vez hay dos que está haciendo algo similar”, apunta Soledad Quiroz.

Gonzalo Avaría (tomando la selfie) con Soledad Quiroz y Raimundo Roberts (extremo derecho) y algunos de los asistentes al primer encuentro de Ciencia al Congreso, en junio en la Universidad Santo Tomás.
Crédito: Ciencia al Congreso

Y si la tecnología puede anular distancias entre quienes están en diversas ciudades y facilitar la comunicación, hay que desarrollar otras habilidades para generar impacto entre los parlamentarios.

“Entregar información a los legisladores no es simplemente pasarles un paper. Tampoco es creer que la visión de una persona que está tomando decisiones va a cambiar automáticamente cuando se le proporcione evidencia científica: hay que entender que es uno de los muchos inputs que se van a considerar. La idea del asesoramiento científico es aportar conocimiento para que se tome la mejor decisión posible. Cómo hacerlo en forma exitosa es algo que estamos puliendo y practicando”, resume Soledad Quiroz.

En esa línea, están difundiendo entre sus seguidores el “Decálogo de la comunicación de la ciencia chilensis”, un conjunto de ideas para ser más exitosos en ese proceso creado por un grupo de profesionales denominado “la liga de los centros”. Entre las ideas, figura que los investigadores deben responder a las demandas de los medios de comunicación, porque si no lo hacen “personajes carismáticos, poco informados o mal intencionados tomarán su lugar”.

Con todo, el balance de los logros de este año es muy positivo. “Estamos viendo un cambio radical desde el científico que trabaja en lo suyo y no quiere salir del laboratorio, porque no es su deber o no le importa, a esta nueva visión respecto a que los científicos somos parte de sociedad y tenemos la responsabilidad de compartir lo que sabemos y ayudar con todos a formar un mejor país. Es un cambio totalmente revolucionario”, sintetizan desde Ciencia al Congreso.

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