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Il siciliano: vuelve la dupla feroz del cine chileno

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POR Isabel Plant |

Los directores Carolina Adriazola y José Luis Sepúlveda, esta vez acompañados de Claudio Pizarro, regresan con un documental que retrata a Juan Carlos Avatte, el hombre de las pelucas.

La primera película que hicieron fue un hito del cine chileno, pero no del tipo con alfombras rojas ni premiaciones glamorosas. El pejesapo (2007), la historia de un hombre tras su suicidio frustrado, se convirtió en una leyenda del cine local, difícil de encontrar en salas, comentada de boca a boca, alabada por su visión de lo marginal en Chile justamente desde lo marginal, sin espejismos, ni glamorización, ni idealización, ni maquillaje.

José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola se convirtieron desde entonces en una dupla creativa reverenciada por algunos y quizás temida por otros, que ven en sus películas un camino directamente opuesto al que hoy invade al cine chileno. Este es un cine político desde su temática a su estética y que deja en evidencia que algunos de los otros y otras cineastas se acercan a Chile desde una visión de festival europeo. Que muchas veces se filma Chile sin Chile.

Siguieron luego las películas Mitómana (2009) y Crónica de un comité (2014), y la conversación sobre la dupla sigue siendo que nadie filma como ellos. Feroz. Real. Alimenta también la fascinación sobre los directores el que trabajen tan lejos del resto del circuito local: estrenan en La Granja o La Pintana, a veces asomándose a festivales más oficiales sin mucho interés. Sus largometrajes están en YouTube, para ver sin pagar un peso. Y el dato biográfico que se repite, una y otra vez en artículos, reportajes y hasta en críticas de cine (lo cual sí que es curioso) es que viven justamente en una población santiaguina. 

Ahora llega a salas su nuevo documental, Il siciliano, un perfil a Juan Carlos Avatte, el dueño de una famosa tienda de pelucas y parte del trasnoche ochentero dictatorial chileno. El retrato es uno lleno de crudeza, un hombre al final de su vida que, sin nada que perder ni nada que probar, abre las puertas a un submundo que normalmente no alcanza la cultura oficial, ni el nuevo Chile tan bonito, tan perfecto, tan refinado al que nos hemos acostumbrado ver reflejado en la gran pantalla. Avatte es un hombre de fiesta interminable, animada por dobles de cantantes, acompañadas de bailarinas de striptease y alimentadas por un eterno vaso con vino al lado. Un hombre que se dedica por décadas a la belleza con la fabricación de pelo falso, pero donde todo lo que lo rodea es estéticamente decadente, adentro de una casa que parece laberinto y que los cineastas -quienes esta vez dirigen junto con Claudio Pizarro- retratan entre recovecos y subsuelos y habitaciones desordenadas e invitados que no se van y cañerías que revientan, inundando todo el espejismo de excremento.

Por todo lo anterior, la nueva película de Sepúlveda y Adriazola es un espectáculo chocante, a ratos repulsivo y otros magnético. Avatte les abrió las puertas por años -incluso lo veremos desnudo, tras tener sexo.

Es todo lo que debería ser un documental fuera de los cánones hollywoodenses que nos tienen abducidos como espectadores. Y quizás también da para continuar la discusión sobre la ética y el documental, iniciada por Ascanio Cavallo por la película de Maite Alberdi Los niños, sobre adultos con síndrome de Down. El crítico de la revista Sábado cuestionaba si era lícito retratar a seres humanos que no entienden lo que nosotros, del otro lado de la pantalla, veremos realmente en ellos. Acá Avatte no tiene problemas cognitivos, pero pareciera estar siempre ebrio, y también ciego ante lo que el mundo podría opinar de lo que ocurre en su hogar. Es patético, pero a la vez es también un rey en sus dominios. Nuevamente la dupla feroz del cine chileno nos muestra un mundo al que sin ellos el cine no podría, ni parecía interesado, en acceder.