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Las mujeres del bosque

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HANS SCOTT/AGENCIAUNO
POR Periodista Practicante |

Entre hongos, aves y árboles se han desenvuelto estas tres mujeres. Giuliana Furci, Alicia Hoffmann y María de la Paz Fontaine han hecho del bosque su reino y de la ecología su estandarte.

Flora y fauna. Entre distintas plantas se escucha el canto de un pájaro.

La aguda melodía despierta los recuerdos de Giuliana Furci. “A los 19 años estaba trabajando con un profesor buscando zorros en Chiloé. Mientras caminaba por el bosque veía hongos, quería saber quiénes eran, pero no había ningún libro de hongos de Chile. ‘Yo lo voy a hacer’, pensé. Fue un relampagazo que se transformó en una responsabilidad ineludible”, cuenta la micóloga en Desde el Jardín. Desde hace 20 años estudia el reino fungi.

Funga, flora y fauna. “Podemos decir que los hongos son el firmamento del bosque y de la vida terrestre. Sin hongos nada se descompondría y el planeta sería un basural. No habría bosques. No existiría ni una planta que pueda vivir en un medio terrestre. Sin hongos no habría vino, no habría cerveza, ni chocolates”, ilustra Furci ante la mirada curiosa de Cristián Warnken.

Chile, tierra de hongos

Chile es considerado un país sumamente rico en materia de hongos, y muchos micólogos de diferentes partes del mundo se acercan para conocer los organismos locales.

Cada especie de hongo es específico para su sustrato, explica Furci. Por ejemplo, los hongos que crecen con el pino no crecen con el roble. Además, Chile es hogar de un género de árboles llamados nothofagus, donde están la lenga, el coihue, el raulí y el roble, entre otros. “Los hongos que viven con ellos son únicos a nuestro territorio”, cuenta la micóloga.

En los dos volúmenes de su libro Guía de Campo Hongos de Chile, Guiliana Furci aprende y enseña sobre más de un centenar de especies de hongos presentes en el territorio nacional. Fue recopilando información entre 2001 y 2013 desde Atacama hasta Tierra del Fuego.

Incluso la antropóloga y primatóloga Jane Goodall, conocida por su exhaustivo trabajo con chimpancés, comentó el trabajo realizado por Furci para la confección de esta guía. “Aunque los hongos no son muy conocidos para la mayoría de las personas (¡quienes simplemente piensan en hongos comestibles!), estas especies son una forma de vida realmente sorprendente. En estas páginas vemos y aprendemos sobre la increíble diversidad de hongos que existen en Chile”, son algunos de los comentarios que se puede leer en la contratapa del volumen II de la guía.

La micóloga comenta que la magnitud de los hongos venenosos es insignificante comparada con el total existente. “En Chile existen más o menos 3.000 especies registradas de macro-hongos, por lo bajo. De estos, 20 deben ser tóxicos, y de esos solamente tres deben ser mortales. Estadísticamente el porcentaje es mínimo”, aclara.

Pero a veces ni siquiera es necesario salir de la casa para descubrir hongos, y aunque en ocasiones son encontrados con desagrado entre los limones, el pan o los tomates, en realidad esconden una gran cantidad de propiedades positivas.

“¿Es cierto que en tu casa tú dejas un tomate o un limón podrirse para ver aparecer un hongo?”, pregunta Warnken a la invitada, quien carga consigo un canasto de mimbre repleto de funga.

Así es”, responde ella esbozando una sonrisa. “Mencionaba anteriormente que los hongos son específicos a su sustrato. El hongo que coloniza un limón, y que lo descompone, es el hongo desde el cual se sintetiza la penicilina”.

“¿Entonces ese limón tendría, por ejemplo, un efecto antibiótico inmediato en caso de una herida?”.

“Por supuesto”, contesta Giuliana Furci.

Furci cuenta que a través del trabajo de la fundación Fungi se logró gatillar una modificación legislativa a la ley de bases generales del medioambiente, la Ley 19.300. Allí se incorporó la obligación de incluir a los hongos en estudios y declaraciones de impacto ambiental.

“Cuando quieres hacer un queque tienes harina, azúcar, mantequilla y más, pero si no le pones el huevo los ingredientes no se pegan. Los hongos son como el huevo en un bosque. Si no hay hongos, no interactúan las plantas con los animales, los animales con las bacterias, ni las bacterias con las plantas. Los hongos son fundamentales para dar una mirada ecosistémica a nuestros bosques”, explica la micóloga.

Botánica, libros y niños

Nuevamente se abre la verja del jardín de Cristián Warnken, despejando el camino para que ingrese la investigadora en biología y botánica Alicia Hoffmann.

Se escucha una vez más el canto de un chucao.

“¿Sabías que el chucao es muy importante en algunos pueblos del sur? La gente piensa que es un pájaro que anuncia la suerte. Si sales de tu casa y canta a tu derecha, quiere decir que todas las diligencias que vayas a hacer van a andar bien. En cambio, si canta a la izquierda, es mejor que te devuelvas”, cuenta la investigadora al dueño de casa, quien la mira con interés y atención.  

“¿Y tú qué haces? ¿Eres botánica, eres ornitóloga?”, le pregunta Warnken

“La verdad es que sé de todo un poco, pero de mucho no sé nada”, le responde Hoffmann, quien estudió medicina e intentó ejercer la pediatría, pero la frialdad que se debía tener en el trato con los pacientes la terminó por alejar.

Por casualidades de la vida, en aquellos años supo que se estaba formando un laboratorio de fisiología vegetal en Santiago, para lo cual vendría un botánico alemán a Chile. “Al día siguiente de enterarme fui a la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile, donde estaba este profesor instalado en una sala grande vacía”, cuenta. “Le ayudé a formar el laboratorio, llegó más gente, y estuvimos trabajando mucho tiempo, hasta que me trasladé a la Universidad Católica donde se estaba creando un departamento de ecología con un laboratorio de botánica”, agrega.

El objetivo del instituto es hacer investigaciones sobre problemas ecológicos de especies, sus relaciones, el impacto de las actividades humanas y cómo podemos mejorar. Estudios de evolución. “Eso nos da la libertad para que cada uno trabaje en su tema, pero abre también las opciones a la colaboración”, señala Hoffmann.

Una de las misiones más importantes que tiene el instituto es difundir la ciencia.

“Ahí estoy yo”, señala Hoffmann. “Hay un programa de difusión de la ciencia y ecología que tiene la idea de hacer conocer a la gente los problemas de la naturaleza, el impacto de las actividades humanas y también despertar el interés, tanto de niños como adultos, por la naturaleza y los problemas que nos están afectando”, dice.

El alerce: el gigante milenario, Aves de Chile: un libro también para niños, y sus ilustraciones presentes en Flor de Libro, de Jaime Mancilla. Todos proyectos con los que se acerca la botánica, la naturaleza y la ecología a aquellos lectores que se interesen por el tema.

En diciembre de 2016 la fundación Había Una Vez le realizó una entrevista. “Pensando en mi futuro, en qué iba a hacer, se nos ocurrió hacer libros para niños”, contó Hoffmann en aquella ocasión. “Los libros que he hecho no son parte del currículum educacional de los niños, pero amplían o complementan los temas que estudian. La idea es interesarlos en la observación y en el estudio de la naturaleza y la ecología, en las relaciones positivas y negativas de las personas con lo que las rodea”, dice.

Desde su propio jardín

Una tercera invitada entra al jardín. Conoce de bosques, los ha estudiado. Comenta que considera los de Chile uno de los patrimonios más valiosos, cuyas características son únicas en todo el mundo. “El bosque aquí es templado lluvioso, muy pocas zonas tienen este tipo, que no es una selva calurosa, es una selva fría. Esto determina el surgimiento y crecimiento de una cantidad enorme de especies endémicas”, explica.

María de la Paz Fontaine es profesora de biología y lleva 28 años haciendo clases a enseñanza media. En 2017 publicó su primer libro, Bosque nativo en tres miradas, el cual a su vez se encuentra dividido en cuatro tomos: uno introductorio, y tres que invitan al lector a centrar su vista en diferentes sectores: “Una mirada a la altura del cielo”, “Una mirada a la altura de los ojos” y “Una mirada a la altura de suelo”.

“La idea del libro surgió de forma muy natural”, cuenta Fontaine a su interlocutor. “Tenía una propiedad a las orillas del lago Colico, en la Región de la Araucanía. Cuando llegamos procedimos a sacar las quilas que estaban instaladas en el terreno, al hacer eso comenzó a reinstalarse el bosque y yo no podía creer lo que iba encontrando. Cada vez que volvía al lugar encontraba nuevas especies que solas se habían instalado ahí”, señala la profesora de biología.

Comenzó a registrar lo que veía, y el registro cada vez se hizo más amplio.

“Sólo lo que era nativo tiene derecho natural a estar ahí”, pensó. Decidió dejar que las especies crecieran por sí solas, sin ninguna restricción ni condición basada en sus gustos personales.

Ni siquiera los troncos caídos fueron removidos del terreno. Fontaine cuenta que ella los mira como la fuente donde se va a regenerar la vida, porque ese tronco caído será invadido por miles de otras especies que son tan importantes en el bosque como el árbol mismo. “Hongos, bacterias y diversos organismos descomponedores que finalmente van a devolver a ese árbol a la tierra. La manera de conservar un bosque es conservar sus arboles caídos”, dice.

“Incluso plantas parásitas se ha visto que tienen un efecto positivo en el bosque. El bosque está organizado y tiene su dinámica, no se autodestruye”, enseña la profesora.