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La pequeñez de los grandes

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PAUTA
POR Andres Sepúlveda |

“Los dirigentes de los tres clubes más populares estuvieron muy unidos esta última semana: unidos en la pequeñez”, dice Fernando A. Tapia

Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica son los tres equipos más grandes del fútbol chileno. Los que concitan el mayor respaldo popular, los que acumulan más títulos y los que, además, recaudan más dinero. Pero también los mismos tres son las que más problemas provocan a la hora de hablar de violencia en los estadios.

Un flagelo del que venimos hablando hace más de tres décadas, en las que pese a las leyes promulgadas y miles de declaraciones y anuncios rimbombantes, se resiste a desaparecer ante la negligencia, inoperancia e incluso desinterés de los clubes.

La última semana estuvo marcada por nuevos hechos de violencia en recintos deportivos. Primero, la brutal y criminal agresión sufrida por el arquero de la “U” Martín Parra en el clásico universitario que se disputaba en Valparaíso. Y luego, el incidente provocado por irresponsables hinchas de Colo Colo en el estadio Monumental en medio del denominado “arengazo”, que por milagro no terminó en tragedia.

Situaciones que hacen pensar que pese a los años transcurridos desde la irrupción de las barras bravas en el fútbol chileno, seguimos en el punto de partida. La verdad es que jamás se ha querido enfrentar el problema de raíz. Cortar definitivamente los nexos espurios entre dirigentes y los líderes de las barras que, a esta altura, no son otra cosa que organizaciones cuyo objetivo no es alentar al equipo, sino que mantener un poder auto asignado a partir del cual se cometen todo tipo de delitos.

El “barrabarrismo” ha contado también con la indulgencia y protección de la política. Partidos de todos los colores, de derecha, izquierda y centro, se aprovecharon de las barras bravas durante años, especialmente en épocas de elecciones, contratando sus servicios bajo la figura de brigadistas, para la instalación de propaganda y la destrucción de la publicidad del contrario, es decir, como grupos de choque o matones a sueldo.

Una práctica también utilizada por los dirigentes del fútbol en épocas de votaciones internas, cuando los presidentes se elegían con los sufragios de los socios.

Hoy la gran mayoría de los clubes en Chile están bajo el control de empresas privadas. Los dirigentes ya no necesitan del voto popular para llegar a la cima. Sólo de tener la billetera más potente para controlar un directorio. Sin embargo siguen necesitando del beneplácito de los hinchas para validarse.

Junto con la irrupción del modelo, se prometió que las instituciones iban a invertir en seguridad. Que, como otras industrias, iban a poner el acento en controlar la violencia que asolaba a toda la actividad. Pero poco y nada se ha hecho.

Los nuevos dirigentes han optado por tirar la pelota al córner, privilegiando el negocio de corto plazo y olvidándose que sin los buenos hinchas, que son la gran mayoría, el fútbol pierde su sentido de ser. Y lamentablemente éstos se alejan cada día más de los estadios. Por eso es altamente preocupante que en los incidentes ocurridos durante la última semana, los presidentes de los tres clubes más grandes del país hayan demostrado con palabras y acciones que su interés estuvo más bien puesto en intentar sacar una pequeña ventaja o en desligarse de sus responsabilidades.

Patética fue la declaración del novato presidente de Azul Azul Michael Clark, que mientras el arquero de su equipo era atendido herido en el camarín, exigía los puntos del partido calificando el comportamiento de su barra como “increíble”, víctima de una supuesta persecución de las autoridades, ya que pocos se atreven a recibir partidos de la “U” por los desórdenes provocados en el pasado reciente.

Ciertamente Clark vio una oportunidad de por fin conseguir “likes” de una hinchada que ha pedido su salida del club por la mala gestión y poca transparencia en la propiedad de la concesionaria.

Paradojal fue también la actitud del presidente de Cruzados, Juan Tagle, cuyo club se empecinó es postergar cada una de las múltiples sanciones que han caído sobre la institución cruzada en uno de los peores años en cuanto comportamiento de sus hinchas.

Con los hechos consumados, mágicamente, Tagle anunció que se desistirían de la orden de no innovar, la misma que permitió la presencia de hinchas en Valparaíso, pese a que pesaba una sanción de jugar sin público, según dijo, para dar, ahora si, una señal. Y suplicó además por el regreso de carabineros a los estadios, es decir, de una intervención del estado, la misma que la industria del fútbol se niega aceptar en otros ámbitos. Tras el “arengazo” y la cuasi tragedia del Monumental, la autoridad postergó el partido de Colo Colo y la UC.

Enfurecido, el presidente de Blanco y Negro, Alfredo Stöhwing, lejos de asumir una autocrítica por la pésima organización y falta de seguridad, se victimizó e incluso habló de discriminación y persecución contra el fútbol chileno y su club. Bochornosa declaración cuando todos sabemos que a lo largo de los años, si hay una industria que ha hecho lo que ha querido, sin fiscalización real y con un trato privilegiado, ha sido precisamente el fútbol.

Como vemos los dirigentes de los tres clubes más populares estuvieron muy unidos esta última semana: unidos en la pequeñez. La pequeñez de los grandes.

Fernando A. Tapia participa en Pauta de Juego, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 12:30 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en PAUTA.cl.