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Procesando el malestar: el diálogo entre Carlos Peña y Cristián Warnken

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POR Fernanda Valiente |

“En medio de estos desbordes que hoy día estamos experimentando, la revolución no está, porque no se va a producir”, dice el rector de la UDP.

Son dos de las plumas más influyentes en la actualidad. Uno, Cristián Warnken, es el anfitrión en Desde el Jardín, de Radio PAUTA; el otro, Carlos Peña, su invitado en esta ocasión, es el rector de la Universidad Diego Portales. Son de los columnistas más leídos de El Mercurio.

Los reúne una “situación”. O las explicaciones de causas y las justificaciones morales de esa situación de malestar social estallada el 18 de octubre.

Una de las causas más expuestas en los debates durante estos meses es la de desigualdad. Carlos Peña cree que existe un aumento en la vivencia de la desigualdad, pero que no es la raíz de la crisis. Porque tanto equitativamente como en términos de género, la desigualdad ha disminuido. “Desigualdad hay en todas partes del mundo”, comenta Warnken: “En muchos países donde habría más desigualdad que en Chile, desde luego en Latinoamérica, deberían estar todos ardiendo igual que en Chile, ¿no?”.

“Por supuesto”, replica Peña. “Si la desigualdad fuera la causa de este tipo de conducta -continúa-, no habría lugar en el mundo donde la gente pudiera reposar con sosiego. Estaría el mundo en llamas”.

En su ensayo recién publicado Pensar el malestar existe la premisa de que durante los últimos meses se ha reaccionado más y pensado menos. “Y Jorge Millas decía exactamente lo mismo“, apunta. Y resulta que el “malestar” es lo que más ha acompañado a la sociedad moderna, añade Peña.

Muy en el fondo, enfatiza que se ha perdido el sentido colectivo. “En realidad no es un movimiento orgánico. No tiene orgánica. No tiene programa ideológico. No tiene un listado uniforme de reivindicaciones. Nada. [… Es] una masa espléndida, que en ocasiones parecía una muchedumbre solitaria, cada uno [estaba] exigiendo sus propias demandas”.

Tal fenómeno ocurriría cuando las personas aumentan su calidad de vida. Dice que “la modernización de la sociedad capitalista creó promesas de una expansión del consumo y del bienestar. El otro factor, es que la promesa meritocrática, que las oportunidades y los recursos se van a repartir mediante el esfuerzo, no se cumplió”.

La histeria en la academia

Warnken lee unas líneas del libro de Peña. Luego levanta la mirada: “Da la impresión de que tenemos políticos secuestrados e intelectuales secuestrados por las redes sociales, como buscando el aplauso y ser amados y queridos, partiendo por un Presidente… que tiene la obsesión de ser querido y amado”.

Su invitado comenta: “Yo creo que eso se llama histeria”. El sicoanalista Jacques Lacan “definía la pregunta del histérico como ‘qué quiere el otro de mí'”.

Pensar la crisis, darle profundidad, entenderla. “Si los intelectuales hoy día no asumen esa tarea, no solo en las universidades, sino también los profesores en los colegios -que también cumplen una función intelectual-, creo que estamos mal”, afirma Warnken. “La falta de espesor, la falta de reflexión, la falta de perspectiva nos hace hacer muchas veces malos diagnósticos, equivocarnos. Yo por lo menos tengo una nostalgia de pensamiento muy profundo en estos días y en estos meses”, agrega el anfitrión.

El rector de la UDP cree que en la academia reina una histeria por repetir lo que la gente quiere escuchar. De esta forma se deja a un lado su rol que es alentar la racionalidad, a través de la entrega de puntos de vista en el debate público. “Lo que está ocurriendo en Chile es que los políticos y muchos intelectuales […] parecen esmerarse en poner oídos a aquello que la gente quiere escuchar a la hora de decir algo, en vez de pensar independiente y autónomamente, diciendo exactamente lo que piensan o lo que deberían pensar”, acusa. 

Portada del libro "Pensar el malestar" de Carlos Peña (
Portada del libro “Pensar el malestar”, de Carlos Peña. 

Peña, abogado y magíster en sociología por la Pontificia Universidad Católica de Chile, y doctor en filosofía por la Universidad de Chile, sostiene que los principales referentes intelectuales están al debe, porque les ha faltado distancia. “Todos los grupos se han apresurado y muchos intelectuales han intentado describir este comportamiento, no por qué sucedió”, señala en Desde El Jardín.

Un subjetivismo generacional

Hay en esa explicación un factor inequívoco: las diferencias entre jóvenes y mayores. El fenómeno generacional, opina, juega un rol clave en estos tipos de protesta “cuando desaparecen las tradicionales fuentes de sentido”.

“Esta generación, la más escolarizada de la historia de Chile, es más autónoma y crítica. Pero al mismo tiempo, producto de la modernización rápida, del crecimiento tan rápido que ha tenido Chile en las últimas dos décadas, las tradicionales agencias de socialización que orientaban normativamente la cultura han desaparecido. O sea, la Iglesia, el barrio, la familia”, dice.

“Las que daban pertenencia y sentido”, comenta Cristián Warnken.

“Los jóvenes se han quedado con su mera subjetividad”, responde Peña. “Y cuando la gente se aferra a su subjetividad, no es el relativismo lo que aparece. Es la certeza total, es el absolutismo. […] Si miras a los jóvenes que transforman a la bicicleta que es un dispositivo, en una especie de religión. Lo abrazan casi como una forma de vida. Miran al automovilista con el desprecio que miraría un creyente a un hereje. Ese subjetivismo es parte de la anomia que estamos experimentado, porque el resultado de la anomia no es la desorientación total. A veces la anomia encuentra su remedio en esta especie de fanatismo de la subjetividad”, profundiza Peña.

La contradicción cultural de los jóvenes

Al observar la Plaza Baquedano, Peña encuentra que existe una profunda desconexión de la juventud con el pasado. En ese escenario, cree que “hay una violencia focalizada de índole generacional claramente identificable”.

“Ellos se están rebelando contra un modelo, al que se le llama neoliberal, pero al hacer eso están alineados con la modernización”, menciona Warnken.

Los jóvenes, después de todo, viven en una sociedad capitalista. “Es la típica contradicción cultural de este tipo de modernización”, dice Peña, “que por una parte empuja a las nuevas generaciones a una extrema racionalización de la vida, y por otra parte las invita a editarse a sí mismas. O sea, es un proceso de subjetivización por una parte y de extrema racionalización técnica por la otra. Esta contradicción por supuesto que puede es muy disolvente y puede ser fuente de angustia”. 

Y a esta lucha se han incorporado otros temores de generaciones más viejas. 

“Si uno mira los grafitis, la verdad es que no estamos en presencia de movimientos puramente reivindicativos. Esta es una lucha cultural también”, advierte. “Estos tipos de movimientos son también una lucha por escribir las gramáticas de la vida, de sentido. Y por eso tiene tanto arraigo en los sectores más juveniles. Y en torno a ellos se arremolinan demandas materiales de estos sectores más viejos”, expresa.

“Ganará el ‘Apruebo’. Y no es malo que ocurra”

Observando el contexto mundial actual, Carlos Peña afirma que estas crisis de representación están afectando a una buena parte de las sociedades occidentales. En el caso chileno afirma que “el Estado ya no puede conducir la totalidad de la vida social”.

En ese marco, Peña cree que la salida llegará con un amplio proceso de reflexión, dejando de lado los asambleísmos y las prácticas plebiscitarias generales.

“Lo que no tengo duda es que el camino para salir de esto no es la democracia directa. […] Creo que se requiere una clase política que mire estos problemas con mayor sensatez y que elabore una cierta narrativa para hacerle frente. Por eso yo creo que el debate constitucional que se avecina en Chile puede ser muy sano y puede ser muy útil”, dice.

“Porque finalmente las sociedades que se diversifican, como está ocurriendo con la sociedad chilena al extremo que podemos hoy día constatar, requieren reconstituir sus vínculos a un nivel cada vez más abstracto reflexivamente, mediante el diálogo deliberativo. Y eso no va a ser posible si es que no sabemos conducirlo por supuesto, el debate constitucional”, agrega Peña. Por tanto, es un proceso estará en una paradoja porque deberá luchar por mantener un gran discernimiento racional, en un contexto donde se hace casi imposible. Porque no solo se requiere escuchar al otro, sino también dejarse persuadir.

“Hemos visto procesos constitucionales de países que han oscilado de un extremo a otro”, describe Warnken. “La multitud es más veleidosa que el pueblo, bastante líquida”, reflexiona. Y le pregunta a Peña: “¿Te colocarías en un escenario en que pudiera ganar el ‘Rechazo’?”.

“Yo creo que es muy difícil”, responde el rector. “Hay mucha gente que para sus adentros tiene intuitivamente la tendencia al ‘Rechazo’, pero mientras no haya cuadros intelectuales que le confieran reconocimiento, eso no va a ocurrir. La gente necesita que sus intuiciones sean revalidadas por el discurso público”.

“Por eso pienso que ganará el ‘Apruebo’. Y no es malo que ocurra. Será el punto de partida de un debate constitucional que tendremos todos quienes ocupamos un espacio en la esfera pública”, plantea.

“¿No percibes pulsiones totalitarias en algunos sectores?”, inquiere Warnken.

“No totalitarias, pero sí hay un cierto espíritu de secta y hay un cierto aire fascista en lo que está ocurriendo, sin ninguna duda”, responde Peña. Y hace una aclaración: “[Fascista] en el sentido de recurrir no a las ideas: más bien de defender los propios intereses o ideas en base a la acción directa, derogando la individualidad del otro mediante la amenaza o la coacción. O la degradación moral, como ocurre en las redes. Recordemos que el fascismo no es de derecha ni de izquierda”.

No habrá revolución 

Refiriéndose a los postulados del filósofo francés Raymond Aron, en el contexto actual, Peña detecta una “una cierta nostalgia, un cierto apetito por el cambio revolucionario, es decir, por el cambio total: tomando la parte buena de la vida y rechazando la parte mala. Esta convicción es muy moderna: la idea de que puedes hacerte de la parte buena de la vida, rechazando la parte mala, que es la mejor definición de inmadurez. Esta nostalgia por la revolución como que alienta permanentemente en las sociedades modernas. Pero en medio de estos desbordes que hoy día estamos experimentando, la revolución no está, porque no se va a producir”.

Tras el debate constitucional debería haber una transición desde el capitalismo actual, coinciden Warnken y Peña, a otro estadio. A un sistema con tintes más socialdemócratas, complementa el rector. Una sociedad donde se comparta el destino y los riesgos, precisa, lo cual tiene una resonancia de los principios de John Rawls, el filósofo estadounidense sobre cuya obra el propio Peña escribió su tesis de doctorado.

El resultado podría ser, “por una parte, una sociedad que logre premiar el esfuerzo individual y de la gente, pero por otra parte una sociedad que sea capaz también de, por decirlo así, compartir el riesgo de la vida. Yo creo que ese es el gran desafío de la sociedad chilena. Compatibilizar estos dos principios normativos”.

Porque al final, “toda cultura tiene que resolver la cuestión del sentido que está dada por la finitud de la vida. Pero toda cultura la resuelve de manera distinta y en esa respuesta se configura una cierta identidad”, agrega.

Revise la conversación completa entre Carlos Peña y Cristián Warnken: