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Samuel Valenzuela: “En EE. UU. hay un proceso de desconsolidación de la democracia”

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POR Eduardo Olivares |

El profesor chileno de la Universidad de Notre Dame plantea que la “retrogresión” democrática avanza en distintos lugares, como Estados Unidos. Sobre Sebastián Piñera, enfatiza que “representa lo que es una derecha democrática”.

Hay pocos autores chilenos de la ciencia política y sociología política de impacto global. Uno de ellos vive en Indiana desde hace décadas, donde ha desarrollado una carrera académica prolongada e influyente. Su nombre largo es Julio Samuel Valenzuela; “Julio Samuel” es por su abuelo, pero siempre lo han llamado Samuel.

Desde hace décadas Samuel Valenzuela trabaja como profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad de Notre Dame, desde donde se ha dedicado a la investigación sobre el nacimiento, ruptura y resurrecciones de las democracias; los sistemas electorales, la economía política y en general los estudios políticos comparados.

Su conexión con Chile trasciende la academia, pues ha contribuido para algunas candidaturas presidenciales de la Concertación. Su contribución más importante fue en apoyo de Ricardo Lagos para la segunda vuelta con Joaquín Lavín, ocurrida en 2000. El hermano de Samuel Valenzuela, Arturo Valenzuela, otro reconocido politólogo chileno que sirve como profesor emérito en la Universidad de Georgetown y con quien coeditó el famoso volumen Military Rule in Chile: Dictatorships and Oppositions, ocupó altos cargos hemisféricos en el Departamento de Estado de Estados Unidos en las recientes administraciones demócratas. 

De paso en Chile invitado para asistir a la Conferencia Internacional de Estudios Irlandeses en la Pontificia Universidad Católica, Samuel Valenzuela analizó en Entrevista en Pauta cuáles son los orígenes del fenómeno que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca, dónde están las fronteras del nuevo nacionalismo europeo y por qué el sistema de partidos chileno es más fuerte de lo que muchas percepciones suponen.

La historia reciente de los partidos Demócrata y Republicano

En la historia comienza a entenderse el fenómeno Trump. El bipartidismo norteamericano es antiguo y se expresa hoy en el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Sin embargo, sus orientaciones actuales son distintas de las que tenían hacia mediados del siglo XX. No son lo mismo y buena parte de la explicación está en los gobiernos demócratas de John Kennedy y Lyndon Johnson, quienes impulsaron la agenda de los llamados derechos civiles de la población negra.

“El Partido Demócrata era el partido de la gente blanca, racista, que impedía que los negros votaran, de lo que llaman ahí del régimen de apartheid”, cuenta Samuel Valenzuela. “El Partido [Demócrata] en el norte era el partido del movimiento obrero, de los católicos, de los inmigrantes, y estaba contra el Partido Republicano, que era el partido de los hombres de negocios, de los protestantes, etcétera. Pero con las leyes de derechos civiles y políticos que empiezan en el 64, 65, 67, cambian eso, porque toda esa gente del sur, conservadora, empieza a dejar el partido demócrata”, dice.

A partir de esa crisis hubo un realineamiento del sistema de partidos de Estados Unidos. “Prácticamente la primera vez en la historia el Partido Demócrata representa lo que vendrían a ser las fuerzas progresistas de Estados Unidos y el Partido Republicano las fuerzas más conservadoras, y eso es parejo por todo el país –comenta el académico–. Entonces, en qué momento iba a irrumpir el poder de ese sector exdemócrata que se pasa al Partido Republicano, como el sector principalmente dirigente dentro del Partido Republicano, en desmedro de aquella parte del Partido Republicano que representaba a los hombres de negocios del norte, fue una evolución lenta. Básicamente la irrupción de Trump viene a ser la victoria de esa sección del Partido Republicano”.

En ese punto, Valenzuela apunta a que la gran división generada por la candidatura de Trump se tradujo en el despertar del racismo. “Cuando la elección cambia de tono, y los temas entonces vienen a ser aquellos que pone Trump, que despiertan esas raíces racistas del pasado norteamericano, producto de una guerra civil no resulta aún, o sea, es como decir que se salen del museo las momias del pasado y vuelven a cantar”, expresa.

 

Gerrymandering y primarias

En las primarias votan los electores más movilizados de cada partido. Si a eso se une el redistritaje electoral, hay un cóctel natural que explica cómo determinados candidatos se presentan a la papeleta y vencen.

“Por eso es que yo siempre estuve a favor del voto obligatorio. Y he tenido siempre mucha cautela con el hecho de que haya primarias, o sea, no es un sistema necesariamente bueno, hay que matizarlo de alguna manera para que haya más participación”, comenta Valenzuela.

“[Las primarias] podrían funcionar bien, pero eso genera candidaturas extremas, de gente más extrema y ha funcionado sobre todo en el Partido Republicano para generar esa transformación en el Partido Republicano de la cual estamos hablando”, afirma el académico chileno.

El problema con el redistritaje electoral, también conocido como gerrymandering, es cómo ha evolucionado desde un mecanismo fabricado de modo intuitivo para favorecer al partido que controlara el proceso, hasta ahora con un uso intensivo de modelos informáticos. “Ahora funciona a pie juntillas. En la calle de una ciudad la línea va así, después dobla para allá, después dobla para acá, entonces se producen unos distritos con formas muy extrañas que no tienen nada que ver con las comunidades locales, con sus contactos económicos de una parte a otra. Entonces, son distritos muy falsos”, critica.

 

[PODCAST] La política de Estados Unidos ante los midterms

 

 

Las democracias consolidadas

Se dice que una democracia es consolidada cuando el consenso general de quienes influyen en las decisiones estratégicas del país de continuar con el sistema democrático y el respeto a las elecciones, sean cuales sean sus resultados. “Pero si surgen de repente voces en ese sector influyente del país, de la clase política también, que son discordantes, que empiezan a denostar a sus opositores como si fueran faltos de patriotismo, que no escatimas oportunidades para recurrir a trucos que no son legales o sobre todo éticos, para poder alentar sus candidaturas; cuando empiezan a hacer aseveraciones que ponen en duda la autoridad de una adjudicatura, entonces abrimos la puerta al proceso de desconsolidación de una democracia”, comenta Samuel Valenzuela.

A ese proceso de descomposición se le denomina “retrogresión”, cuenta el académico: mantienen su rótulo de democracias (liberales), pero pierden su robustez. Ahora bien, precisa Valenzuela, aunque Trump haya contribuido con este problema en Estados Unidos, no daría para incluirlo en el campo del populismo.

“La retrogresión empieza desde las democracias consolidadas hacia abajo. No es que dejen de ser democracias, pero sí dejan de ser consolidadas, y eso es lo que está pasando en Estados Unidos. En este momento ya se puede decir que hay un proceso de desconsolidación de la democracia, porque hay un presidente que está rompiendo vidrios, tirándose en picada contra opositores, descalificándolos en su patriotismo contra los jueces, etcétera”, opina.

La descomposición en Europa

El análisis sobre la retrogresión democrática puede aplicarse a otras regiones del mundo. Para Valenzuela, resultan obvios dos ejemplos en Europa: Hungría y Turquía.

En el caso húngaro, su pasado no se hunde en una tradición democrática. Muy por el contrario, corresponde a los resabios del Imperio Austro-Húngaro, con una característica muy distintiva: una división notoria entre el centro del poder radicado en su capital, Budapest —o, en el pasado, en Viena— y la periferia. Viktor Orbán, del partido extremo Fidesz y primer ministro húngaro, utiliza ese clivaje o fisura social para ascender en el poder y deteriorar la calidad democrática de la Hungría moderna.

 

La democracia chilena

“Chile es una democracia plenamente consolidada”, comenta el académico de la Universidad de Notre Dame. La evidencia está en que ha recuperado su pasado republicano, con un proceso de justicia transicional que sirve de ejemplo, con una derecha democrática y alternancia en el poder. Lo distinto es el surgimiento de la nueva generación “que se asemeja mucho a la que surgió en Europa en la posguerra”, que implicaba una brecha entre los jóvenes para quienes Europa era próspera, mientras que para sus padres equivalía a recordar los horrores de la guerra.

“Lo que olvidan [en el Frente Amplio] es el cambio enorme que ha habido en las políticas sociales en Chile, o sea, el AUGE, las pensiones universales. Cuánto ha progresado Chile en términos de cuidar a su gente, cuánto ha crecido el país. Este país es parte de la OCDE”, dice.

 

La fragilidad de las alianzas y el poder de la derecha

Samuel Valenzuela ha intervenido en política contingente chilena. Su mayor incursión se activó durante la segunda vuelta presidencial de los comicios de 1999-2000, cuando junto con Eugenio Tironi se incorporó al comando de Ricardo Lagos.

De esa época de la Concertación hasta hoy, con su sucesora la Nueva Mayoría ya extinta, queda el derrotero de un quiebre. “Las alianzas políticas en Chile nunca han durado mucho tiempo”, reflexiona. “Los arreglos partidarios en Chile desde el comienzo de su historia duraron 30 o 40 años, entonces estamos dentro de lo que es el ciclo de transiciones políticas partidarias en Chile. Ahora, no hay que olvidarse de las leyes electorales y las que tenemos ahora nos vuelven a un pasado que es más bien de los años 40, en cuanto a la fragmentación del sistema partidario. Y por supuesto que el cambio desde el sistema binominal al que tenemos ahora, que vuelve a ser el de antes, genera la posibilidad de que se fragmente más el sistema partidario”, avizora.

Desde el punto de vista ideológico, observa que las expresiones de izquierda no han variado demasiado en las últimas décadas, independientemente de los partidos que la enarbolen.

“En el Frente Amplio van a tener una evolución difícil, porque hay una especie de liderazgo demasiado autocentrado, que ha fraccionado los partidos del Frente Amplio de una manera que no tiene mucho futuro. Eso va a evolucionar. ¿Para dónde y cómo? No lo sabemos muy bien”, dice. Cree que ese caso puede compararse con el sistema francés, con sistema de partidos que colapsó.

El punto central para sostener un sistema de partidos consolidado apunta, dice Samuelson, al papel que cumplan los partidos de derecha.

 

“El sistema partidario chileno sigue siendo sólido —agrega—. La derecha partidaria chilena sigue siendo una derecha democrática, incluso la UDI”. No opina lo mismo sobre Acción Republicana, el movimiento que lidera el excandidato presidencial José Antonio Kast: “Esa es la parte donde ha vuelvo a salir un poco la momia del clóset y no creo que tenga futuro. Nunca se puede precipitar todo en el tiempo y los sistemas partidarios sí se pueden desproveer”.

El Gobierno de Sebastián Piñera

“Piñera representa lo que es una derecha democrática. Yo creo que fue muy importante que él no echara pie atrás con los derechos humanos”, plantea Samuel Valenzuela acerca del Presidente de Chile. “Ahora, es una persona de derecha. Yo no necesariamente haría las políticas de él. Yo me identifico más con la Concertación, con Lagos que con Piñera”, expresa.

En cuanto al futuro del sistema de partidos chilenos, observa que podría volver el ánimo concertacionista. Pero es más importante el que en Chile haya respeto por las elecciones y los símbolos democráticos.

Ante ello, traza un paralelo con Estados Unidos. “Como ustedes saben, Arturo [Valenzuela, su hermano] trabajó con [Bill] Clinton y con [Barack] Obama, entonces obvio, esa es una democracia. Uno se siente cómodo en el país a pesar de que la opción de uno no ganó. Ahora, eso lo vemos muy nítidamente expresado en Chile en las últimas elecciones, cuando va [Alejandro] Guillier a saludar a Piñera en la sede de Piñera. Esa imagen recorrió el mundo”, recuerda.

A continuación revise la entrevista completa con Samuel Valenzuela: