España sigue bloqueada tras el fracaso de la apuesta electoral
La apuesta del presidente y candidato socialista, Pedro Sánchez, de concitar mayor apoyo en las urnas no funcionó y ahora deberá pactar para gobernar.
España parece más ingobernable que nunca y la persona a la que se culpa por el desastre es al presidente en funciones, Pedro Sánchez.
El político apostó su carrera a una elección innecesaria, seis meses después de los comicios más recientes, con la esperanza de reforzar su apoyo. En cambio, los socialistas resbalaron. Un posible socio de coalición sufrió estragos mientras que otro, Podemos, lo atacó por la imprudencia de convocar otras elecciones. El mayor ganador de la noche fue Vox, una agrupación nacionalista española que aumentará los costos políticos de cualquier tipo de acuerdo.
Después de un domingo difícil, Sánchez tiene que recoger las piezas. Ignacio Jurado, analista político de Quantio, dijo que la apuesta del presidente en funciones salió mal.
Paradójicamente, Sánchez podría acabar en el poder de nuevo. Los socialistas siguen siendo el partido más popular en el país, por lo que obtienen la primera oportunidad para formar gobierno, pero el panorama político está tan fracturado que la tarea de crear una coalición no es envidiable.
El resultado también deja a España sin rumbo dado mientras las perspectivas económicas se oscurecen y los desafíos del independentismo catalán se agitan en su marco constitucional. También suscita dudas sobre el propio juicio de Sánchez: apostó a que los votantes se sentirían atraídos por promesas de estabilidad y políticas progresistas.
En cambio, el electorado está indignado con los juegos políticos. Israel Gómez, por ejemplo, cambió de los socialistas a Podemos: “Sánchez debería haber hecho un pacto con Podemos cuando tuvo la oportunidad”. Para este limpiador de calles de 43 años de edad, los resultados del domingo simplemente confirmaron que tenía razón.
Riesgo fallido
El pasado 28 de abril, Sánchez se sentía en la cima del mundo en la noche de las elecciones.
Su grupo había pasado de 85 a 123 escaños en el Congreso de 350 asientos. Se sentía mucho más cerca de los 176 escaños necesarios para tener una mayoría absoluta y estaba cansado de Podemos, el partido antisistema que lo apoyaba y que perdía terreno a medida que el dolor de la crisis financiera se evaporaba de la memoria.
La economía de España iba bien y Sánchez sintió una oportunidad: arriesgarse con nuevas elecciones en lugar de aceptar los compromisos necesarios para forjar una alianza. A los pocos días le decía a su equipo que necesitaría repetir las elecciones, según dos personas familiarizadas con la situación.
Depender de Iglesias
Pero en lugar de reducir su dependencia de Podemos, el resultado del domingo la aumenta aun más. Y la mala relación entre Sánchez y Pablo Iglesias, el líder con moño de Podemos, casi siempre es palpable.
Podemos rechazó algunas propuestas iniciales de los socialistas para formar un gobierno de coalición y tras abtenerse en la investidura de Sánchez en julio, el líder del PSOE dijo que no formaría una coalición con Podemos porque no podía confiar en Iglesias.
Ahora tiene que volver y cortejarlo nuevamente.
El domingo por la noche, Iglesias ofreció comenzar las conversaciones de coalición el lunes y Sánchez, efectivamente, ha señalado que está listo para doblegarse. “De una forma u otra habrá un gobierno progresista dirigido por el partido socialista”, dijo a sus seguidores en Madrid.
Grupos debilitados
Pero el problema es que ambas partes están en una posición más débil. En total perdieron 11 escaños el domingo, con lo que quedan a 21 de una mayoría. Sánchez podría reunir otros 15 votos de partidos menores en su órbita. Pero aún necesitaría la ayuda de los independentistas catalanes o del principal partido popular en la oposición.
Socialistas contra el PP ha sido la rivalidad tradicional en la política española. Era un sistema clásico bipartidista que prevalecía en muchas democracias occidentales. Pero ese modelo, en España y en otros lugares, se está astillando y no volverá pronto.
Se les ha pedido que se unan en una gran coalición de estilo alemán para poner fin al bloqueo. De todos los principales líderes del partido, Sánchez tiene, irónicamente, la mejor relación con Pablo Casado del PP, dijo uno de sus asesores.
Pero el clima está demasiado polarizado para eso, y la apuesta electoral también ha complicado esa opción.
La atmósfera tóxica antes de los comicios canalizó electores hacia el grupo nacionalista Vox. Mientras que el PP subió a 88 escaños desde 66, Vox duplicó su número de diputados a 52 y está desafiando a Casado el liderazgo en la derecha española.
Habilidad de negociación
El líder de Vox, Santiago Abascal, fue recibido por una multitud desenfrenada que vitoreaba y cantaba “Viva España” mientras ondeaban banderas nacionales frente a la sede de su partido el domingo por la noche.
Casado recibió solo un cortés aplauso de sus partidarios del PP y la participación fue tan pobre que ni siquiera necesitó usar el escenario temporal que se había montado.
España se enfrenta a otro proceso prolongado que llevará las habilidades de negociación de Sánchez al límite. El año pasado se las arregló para lograr una alianza improbable que incluía tanto a Podemos como a los independentistas catalanes para derrocar a la Administración del PP con una moción de censura.
Pero desde entonces ha tenido problemas para repetir el truco, y cuanto más se prolonga la situación, menos indulgentes son los votantes. Ante el resultado de anoche, Sánchez no va a buscar elecciones nuevamente en el corto plazo.