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Qué es la geoingeniería solar y por qué podría ser la solución para enfriar el planeta

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Bloomberg
POR Francisca Rivera |

El principio tras esta tecnología es bastante sencillo. Si menos luz solar entra en la atmósfera, el planeta inevitable y rápidamente se enfriaría. Pese a lo prometedor, podría tener efectos secundarios.

¡Felicitaciones! Ha hecho todo lo humanamente posible para reducir el dióxido de carbono a cero. Pero, ¿y si incluso eso no fuera suficiente?

Es uno de los reconocimientos más incómodos de la investigación climática. La inercia en el sistema climático implica que incluso si se detuvieran las emisiones, las temperaturas y especialmente el nivel del mar continuarían aumentando durante mucho tiempo. La conclusión lógica dirige casi de inmediato al espectro de la geoingeniería solar, un intento de utilizar la tecnología para reflejar una porción de la luz solar en el espacio. El principio tras la geoingeniería solar es bastante sencillo. Si menos luz solar entra en la atmósfera, el planeta inevitablemente se enfriaría, y rápidamente. Por lo menos temporalmente. Incluso hay un análogo natural: la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas. En junio de 1992, irónicamente, al mismo tiempo que la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, las temperaturas promedio globales eran aproximadamente 0,5°C más bajas de lo que hubieran sido sin todas las cenizas y dióxido de azufre, SO₂, eyectados hacia la estratosfera inferior por el volcán un año antes.

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Por desgracia, los millones de toneladas de mugre del Monte Pinatubo pronto cayeron de la estratosfera, las temperaturas volvieron a subir y han estado en aumento desde entonces.

Eso lleva a otro experimento mental. ¿Qué pasaría si alguna entidad, ya sea un organismo internacional o una sola nación, decidiera utilizar tecnología a gran escala para recrear los efectos refrescantes de una erupción volcánica? La ingeniería sería sencilla: liberar SO₂ cerca del ecuador, unos 20 kilómetros hacia la estratosfera. El SO₂ se convertiría en pequeñas partículas reflectantes de sulfato que se extenderían por todo el mundo en cuestión de semanas y permanecerían durante meses. Se reflejaría un poco de luz solar, y todo lo que yace debajo se enfriaría.

Esta es la premisa de la geoingeniería solar a través de aerosoles estratosféricos. Es rápido. A diferencia de recortar emisiones de CO₂, agregar SO₂ enfría la Tierra en semanas, no en décadas. Es potente. Millones de toneladas de SO₂ podrían ayudar a compensar los efectos del calentamiento global de cientos de miles de millones de toneladas de CO₂. También es muy imperfecto y arriesgado. Es similar a agregar un tipo de contaminación (SO₂) para ayudar a contrarrestar los efectos de otro contaminante (CO₂). Lo comparo con un medicamento experimental durante una pandemia. Puede parecer prometedor, pero se debe estar alerta a efectos secundarios desconocidos.

De hecho, el SO₂ es un contaminante nocivo. La quema de combustibles fósiles libera decenas de millones de toneladas de SO₂ en la atmósfera inferior, cobrando la vida de unos 4 millones de personas cada año a través de enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y cáncer de pulmón. La lluvia ácida que se genera mata árboles y derrite catedrales medievales. Si todas las emisiones de SO₂ se detuvieran de la noche a la mañana, sería una bendición para la salud humana, pero un revés para el calentamiento global porque enfría el planeta. Las temperaturas globales promedio aumentarían al menos 0,5°C, una erupción del Monte Pinatubo a la inversa.

Fue precisamente este experimento mental el que condujo a un resurgimiento de la investigación de geoingeniería solar. Se sabe muy poco para realmente hacer geoingeniería solar ahora, y la financiación de la investigación es de menos de US$20 millones al año. En comparación, solo el Gobierno federal gasta más de US$2.000 millones en investigación climática, según el Programa de Investigación de Cambio Global de EE.UU. De las pocas docenas de científicos climáticos que participan activamente en la investigación, la mayoría se enfoca en modelos de computador. Solo unos pocos realizan experimentos de laboratorio. Un grupo de Harvard está trabajando en una plataforma de globo experimental, así como en alternativas al SO₂. El carbonato de calcio ha revelado ser prometedor en los modelos y el laboratorio. (Fui hasta el año pasado el codirector fundador del Programa de Investigación de Geoingeniería Solar de Harvard.) Se necesita mucha más investigación para llegar a algo similar a una decisión de implementación informada, y cualquier proceso de avance hacia la implementación será complicado.

La geoingeniería solar es potencialmente tan poderosa que un actor podría reducir las temperaturas del planeta. Es solo cuestión de tiempo antes de que la presión aumente para que esto se haga, independientemente de la rapidez con que el mundo reduzca las emisiones de CO₂. Ante calor y clima extremos más frecuentes, no es difícil prever condiciones lo suficientemente miserables como para que algunos consideren que vale la pena el riesgo para intentar lograr algo de alivio. La investigación limitada ya está aclarando algo: la geoingeniería solar no solo es técnicamente factible, es una ganga. A comparación de los billones en costos del cambio climático no mitigado, e incluso el costo de reducción de CO₂, la geoingeniería solar no cuesta prácticamente nada. De hecho, es muy barata. Un programa que libera SO₂ para disminuir las temperaturas promedio en aproximadamente 0,1°C costaría menos de US$5.000 millones por año. Esto debería impulsar al mundo a prepararse para su inevitabilidad. Decenas de países tienen tanto la capacidad como la posible motivación. La palabra clave es “cuándo”, no “si”.