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Educación desde la docencia: la carpintería como ramo para la vida

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POR Fernanda Valiente |

El educador, tallerista y experto Montessori, Ricardo Ortiz, cuenta la importancia de esta herramienta para la capacidad motora y la regulación emocional de los niños.

Uno de los mayores desafíos de la infancia actual es que las manualidades fueron radicalmente reemplazadas por la tecnología. “La mayoría de los niños que tienen problemas de aprendizaje tienen algún problema motriz; por lo tanto, no necesitan clases de castellano o matemáticas, sino del aparato neuromotor. Cuando los chicos trabajan en carpintería, además de que les va bien en la vida, aquellos que no pueden estar muy tranquilos se empiezan a regular emocionalmente”, cuenta el educador y tallerista de carpintería del Jardín Tricahue, de Cerro Navia, con un máster en coaching de neurolingüística y neurociencia en la escuela Montessori, Ricardo Ortiz.

Incluso, llega la sanación. Trabajar con las manos trae también efectos de conexión con el otro. “Para un niño entre cero y cuatro años, el proceso es el propósito. Por ejemplo, cuando quiere taladrar o aserruchar. En cambio, los que se sienten más grandes dicen cosas como ‘vengo hacer un auto, o quiero hacer una casa’. Durante el taller arman sus propios juguetes y en el recreo sus compañeros juegan con ellos. Son caras llenas de placer y completitud. Eso en una pantalla es imposible y tenemos que recuperar ese espacio”, agrega.

Los beneficios de la carpintería en la infancia

“¿Cómo llevas la carpintería a la educación y la instalas como una herramienta pedagógica?”, pregunta Cristián Warnken.  

“Desde la educación Montessori una de las cosas importantes es observar a los niños. […] En esto de mirarlos nos pasó una experiencia muy potente. Teníamos a un chico que tenía muy poco control emocional, entonces tenía muchas recurrencias de estar en el patio para calmarse y así descargar su energía. En un momento empezó a pegarle a un pilar. Lo más normal es hacer callar a ese niño. Nosotros le pusimos un tronco, un tarro de clavos y un martillo. A la semana teníamos mil clavos enterrados en ese tronco y nos dimos cuenta con Paulina, la directora del jardín, que había que hacer algo al respecto. Ahí nació el taller de carpintería”, cuenta el profesor en Desde El Jardín, en Radio PAUTA.

La otra parte de la historia tiene que ver con la vida personal de Ortiz. “Cuando chico me gustaba maestrear, pero mi papá encontraba que era muy pequeño [porque] me podía lesionar o echarle a perder alguna herramienta. Por eso tenía que usarlas escondido, cuando no estaba”, añade.

Sin embargo, los niños no son vistos en la actualidad ni tampoco se les cree. Pero como instala Ortiz, ellos son capaces de mucho más de lo que la mayoría de los adultos acepta. “En el taller los niños trabajan con taladro eléctrico, martillo, serrucho, todo lo que ponemos. Lo único que necesitan es que les digamos cómo se hace. Aparte de un martillazo huacho o un rasmillón, nunca hemos tenido problemas”, señala.

Revisa la conversación con Ricardo Ortiz en Desde el Jardín