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Columna de John Müller: “El pacto más numeroso de Chile”

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PAUTA
POR Andres Sepúlveda |

El de los nulos y blancos, más los que no votaron, forman el grupo más numeroso de Chile: el de los desinformados, desinteresados, despistados y desencantados.

Paradojas. El segundo pacto electoral más poderoso de Chile, de acuerdo con los resultados de la votación del 7 de mayo, es el de los nulos y blancos. Una cantidad insólita que alcanza los 2.686.978 sufragios, el 27,4% de los votos válidamente emitidos, apenas a 100.000 votos del oficialismo agrupado en el pacto Unidad para Chile. Los votos nulos y blancos no son lo mismo que los que no fueron a votar que suman 2.666.853 personas, aunque representan un número parecido.

La suma de ambos -5.353.831 chilenos­- forma una enorme masa de ciudadanos que puede calificarse como desinformados, desinteresados, despistados o desencantados.

Es muy importante la cifra de nulos y blancos, porque son votantes que llegaron hasta la urna. No cuestionan el sistema democrático con su abstención como hacen, a veces sin quererlo ni pensarlo, los no votantes, de entre los cuales hay que exceptuar a los que se han molestado en excusarse ante la Policía. Pero el que anula o vota en blanco decide pronunciarse cuando la obligatoriedad lo empuja. Su elección es el no sabe/no contesta, un fracaso del Estado y de los partidos políticos en su tarea de informar, de persuadir, de convencer. Y ese volumen de nulos y blancos delata que el Estado y los partidos lo hicieron mal.

Si alguien puede atribuirse esos más de dos millones y medio de votos son los que no quieren una nueva Constitución. Y ni hablar de los dos millones y medio que se quedaron en la casa, esos, a lo peor, no quieren ninguna Constitución.

Una vez que se empieza el análisis electoral por esta parte, que es a la que se les presta menos importancia aunque constituya el 35,3% del padrón, todo lo demás resulta ser un mal menor.

Arrasó, como se anunciaba en las encuestas, el Partido Republicano. Obtuvo un resultado histórico, con casi 3,5 millones de votos (el 35,4% de los votos), una cifra muy parecida a lo que obtuvo José Antonio Kast en la segunda vuelta de la presidencial de 2021. Los republicanos se beneficiaron del hecho de que son el único partido importante sin responsabilidades de gobierno. Es decir, no han tenido tiempo de hacer el ridículo, cuestión que parecía que ya no importaba en la política chilena.

La victoria de los republicanos nos deja la paradoja de que los que hoy tienen la sartén por el mango en el Consejo Constitucional son los que no querían este proceso. De hecho, los republicanos no participaron del acuerdo que la derecha tradicional alcanzó con el oficialismo y la centroizquierda y es probable que el pacto Chile Seguro (Evópoli, RN y la UDI) pagara un alto precio por ello. La suma de chilenos escépticos con una nueva Constitución rondaría entonces los nueve millones de ciudadanos, una cifra nada despreciable si tenemos en cuenta que votaron ‘apruebo’ en 2020 casi seis millones.

El domingo se oyeron llamamientos a la cordura y la generosidad de los republicanos que no se escucharon por parte de la izquierda en mayo de 2021, cuando arrasaron en la elección de convencionales. La izquierda, donde el Partido Comunista confirmó su posición hegemónica con casi 800.000 votos (el 8,08% del voto válido), ya ve que al final del camino va a tener que decidir entre la Constitución de Kast o la de Pinochet. Esta es la razón de que muchos, empezando por el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, llamaran a saltar del tren en marcha antes de la votación del domingo en lo que puede ser el punto de partida de la deslegitimación del proceso.

Hay que reconocer que la Constitución de 1980 ha demostrado una resiliencia inesperada, que sorprende incluso a sus partidarios acérrimos.

Es muy relevante lo sucedido con el Partido de la Gente, que pese a conseguir medio millón de votos no logró consejeros. Es lo que ocurre con formaciones líquidas, apalancadas en el personalismo. Pese a ello, el PDG tiene muchos más votantes que la DC o el PPD, y los mismos que Convergencia Social o el Partido Socialista.

Sería muy interesante ver lo que pasaría con una modesta regla del 3% que dejara fuera las formaciones que no alcanzan esa votación. Desaparecerían del panorama electoral la Federación Regionalista Verde Social, el Partido Radical y los Comunes, formaciones que tienen mucho predicamento en el Congreso y en algunos ministerios. Si la regla se elevara al 5%, también habría que eliminar a la DC, el PPD, Revolución Democrática y Evópoli.