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Columna de Gonzalo Cordero: “El problema de la violencia”

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Agencia UNO / Radio Pauta
POR Equipo Radio Pauta |

“Es inconsistente llamar a compartir una declaración contra la violencia, en el contexto de la crisis de hace cincuenta años, prescindiendo de la validación de la violencia que se hizo hace apenas cuatro”, dice Gonzalo Cordero.

Hace 50 años la violencia venció a las reglas de la racionalidad democrática. No ocurrió de un día para otro, ese 11 de septiembre muchos se impresionaron, pero pocos se sorprendieron. El enfrentamiento estaba en el aire, la guerra civil se anunciaba como una realidad imposible de detener, era cuestión de tiempo, nadie sabía con exactitud cuándo, pero nadie dudaba que la tragedia se viviría dramáticamente a balazos.

Basta ver los testimonios de los expresidentes Frei Montalva y Aylwin, los chilenos estaban convencidos que la salida democrática ya no era opción, Chile no elegía entre democracia y dictadura. Las opciones eran la “dictadura del proletariado” y la “dictadura institucional” de las Fuerzas Armadas. Tal vez estaban equivocados y no midieron las consecuencias o creyeron que los militares gobernarían solo unos pocos meses, pero las opciones se veían así, en blanco y negro.

¿Cuándo la tragedia se hizo inevitable? Nadie lo sabe, pero hay un germen imposible de ignorar: la denuncia de la llamada democracia burguesa, por parte de quienes la veían como un mero instrumento de dominación de clases.

Esta manera de entender la democracia la asimilaba, al igual que al resto de las instituciones, con una forma de “violencia institucional” a la que era legítimo oponer la violencia revolucionaria. Una dictadura en lugar de la otra, una violencia en respuesta a la otra.

La democracia constitucional es la alternativa que la civilización occidental desarrolló para resolver el problema del poder sin recurrir a la fuerza. Eso es lo que una o dos generaciones de chilenos aprendieron dramáticamente. El expresidente Lagos, el primer socialista en gobernar después del expresidente Allende, mostró que es posible una izquierda republicana, con un proyecto de sociedad que cabe dentro de las instituciones de una democracia común, sin apellidos.

Pero la izquierda que nos gobierna hoy está lejos de ese estándar “civilizatorio”, como se ha puesto de moda decir. Es inconsistente llamar a compartir una declaración contra la violencia y de adhesión a la democracia, en el contexto de la crisis de hace cincuenta años, prescindiendo de la validación de la violencia que se hizo hace apenas cuatro.

El Presidente Boric decía que lo que se había conseguido gracias a la violencia era “demasiado valioso”, los 30 años se denostaban, el diálogo y los acuerdos eran “cocina”.

El problema de la violencia sigue ahí, latente, y esta coalición de gobierno no ha colaborado en superarlo. Ese es el mayor fracaso de este aniversario.