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Columna de John Müller: “Se adelantó la temporada de ‘patos cojos’”

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POR Equipo Radio Pauta |

La decisión de Matthei adelanta el debate presidencial y empieza a transformar a Boric en un actor de reparto.

La decisión de Evelyn Matthei de no presentarse a un tercer período para la alcaldía de Providencia adelantó la carrera presidencial en Chile en casi un año. No deja de ser paradójico que la decisión de no ser candidata haya sido entendido por todo el mundo como que va a ser candidata. Así lo dicen las encuestas.

El principal afectado por esta decisión es Gabriel Boric, que ve cómo su mandato presidencial ha quedado comprimido, aprisionado por las jugadas de otros actores, que a su vez están condicionados por la institucionalidad. Esta temporada, los ‘patos cojos’, ese concepto que popularmente se refiere a los cargos electos cuyo final de mandato se aproxima y no pueden ser reelegidos (hay otras interpretaciones más sofisticadas, pero esta es la que entiende todo el mundo) han llegado antes de lo que marcaba la tradición.

Esto permite apuntar un par de cosas en relación con nuestra deteriorada institucionalidad. La primera es que, vista la parálisis que se produce cuando no hay mayoría presidencial, convendría estudiar si la Cámara de Diputados debe ser elegida en su totalidad coincidiendo con la primera vuelta presidencial.

La segunda es que un periodo de cuatro años, sin reelección inmediata, es demasiado corto, sobre todo si hay más de cien días entre la votación y la toma de posesión del presidente. La realidad práctica es que en un mandato de cuatro años, sólo hay Gobierno efectivo durante tres años y medio. Los otros seis meses se pierden entre que saludas, te pones la banda presidencial, y te despides y se la entregas a otro.

Un factor adicional complica las cosas: si el Gobierno debe superar una curva de aprendizaje tan prolongada como ha sido la del Frente Amplio, el poder real existe durante menos tiempo. La Moneda lleva meses comprobando cómo, al margen de cuestiones políticas relacionadas con la estructura de la coalición presidencial, la fase de ideación y ejecución programática se juntó dramáticamente con la de rendición de cuentas, sobre todo en los tribunales.

Este fenómeno, que se caracteriza porque los tiempos políticos empiezan a solaparse con los tiempos judiciales, no sólo ocurre en Chile y ha empezado a ser muy acuciante a nivel global desde la crisis financiera de 2008.

Un expresidente decía que los planes y proyectos que no estaban bien encarrilados en el Congreso antes de la mitad del periodo de Gobierno nunca terminaban de salir. Los que entraban al tercer año sólo salían si suscitaban un acuerdo amplísimo y los del cuarto, a no ser que mediara una emergencia, simplemente no salían porque en realidad el Gobierno no los usa para gobernar, sino para indicar a los ciudadanos a quien deben votar y, una vez zanjada esta cuestión, marcarle el paso al Gobierno que entra.

Esto último fue lo que hizo Michelle Bachelet en su segundo mandato cuando envió al Congreso un proyecto de reforma constitucional a cinco días de salir de la Moneda. La excusa que se dio para ese gesto inane, que más tarde se intentó revalorizar, fue que ella gobernaba hasta el último día.

En el caso de Gabriel Boric, perdió un año de mandato esperando que la aventura constitucional reafirmara sus ansias refundacionales. Otro año manteniéndose en la montura y ajustando los estribos después del bofetón ciudadano. La parálisis parlamentaria de sus proyectos emblemáticos -pensiones, subida de impuestos- continúa, básicamente, porque el Gobierno no quiere asumir que la perspectiva de los chilenos sobre estos asuntos ha cambiado radicalmente.

Dos años cojeando se van a convertir en una eternidad.