Carta de Cristián Warnken al “perro matapacos”
“¿Que quieres ir a La Moneda a instalarte hasta que él te reciba? ¿Él? ¿Quién es él? ¿Tú y yo sabemos quién es él? ¿Qué sentido ir a cobrarle nada? ¿Al Barrio Yungay, a su casa, quieres ir a instalarte? Cuidado, que se ha vuelto muy peligrosos ese barrio, hasta te puede llegar un balazo. Tal vez te convenga ir a buscar reconocimiento en otra parte”.
¡Ah, mi viejo perro, no te amargues tanto! Así es la vida, la dura vida de perros. Un instante de gloria y fama, todos te hacen mimos, se sacan selfies contigo, te hacen creer que serán fieles contigo por siempre, y a la vuelta de la esquina, te traicionan, te niegan tres veces e, incluso más. ¿Qué esperabas de ellos? ¿Fidelidad, consecuencia, amor eterno? Eso muestra que no los conoces: ellos son así, inconsistentes, cambiantes, hasta frívolos diría.
Fueron malcriados cuando niños, lo tuvieron todo y lo quisieron todo y les pasó lo mismo que a todos: les quedó gustando el poder. La calle dejó de ser para ellos lo que era. ¿Maduraron? No. Seguirán siendo los Peter Pan de siempre, y dirán una cosa, al día siguiente otro y así, envejecerán y seguirán llamándose a sí mismo “les cabres”. ¿”Les cabres”? Sí, es que les gusta sentirse fluidos, “otros”, etc. No son como tú, perro de la calle, quiltro aporreado, de una sola línea, que las ha visto duro para sobrevivir en la selva de cemento, pero que tuvo un efímero momento de gloria, cuando todos ellos se volvieron locos.
¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas cuando los “primeras líneas” te mimaban, te levantaban, te llevaban prendidos en sus solapas, hasta te hicieron una estatua? Sí, perro pulguiento, tú ibas a reemplazar al general Baquedano ese, tú ibas a estar sobre el pedestal, tú ibas a ser el perro símbolo de la “revuelta”, tú tenías asegurada tu entrada a la eternidad. ¡Cuándo te lo habías soñado! Si hasta se te cruzó por la mente que podrías, tal vez, reemplazar en el escudo nacional al huemul. ¿Cómo te habrías visto ahí, sobre la frase “por la razón o la fuerza”? Cómo se habría sentido de orgullosa tu madre de verte ahí, convertido en un símbolo, llevado en andas, hecho sticker y pegado en los computadores de los diputados y diputadas, en las poleras de los que hoy te dicen “si te he visto, no me acuerdo”.
“¿Y dónde quedaron esos primeras líneas?”-me vas a preguntar ¿Quieres saberlo? Uno es seremi, el otro asesor de un ministerio, el otro dirige una Fundación, todos están bien calentitos y bien pagados, no como tú, que tienes que andar mendigando mendrugos de pan. ¿Vas a llorar? Pero, perro, te creía más heroico, más aperrado ¡no me digas que se te subieron los humos a la cabeza! Pero si tú eres un perro callejero nada más y todo eso fue un sueño, un delirio, diría, un momento de efervescencia un tanto infantil, y como en el cuento de la Cenicienta, sonaron las doce, y se esfumó todo y ahí estás como antes, moviendo la colita por un poco de lástima y cariño. ¡Si hasta una diputada comunista te dio la espalda! ¡Ni hasta en los comunistas uno puede confiar ahora!
¿Qué quieres ir a La Moneda a instalarte hasta que él te reciba? ¿Él? ¿Quién es él? ¿Tú y yo sabemos quién es él? ¿Que sentido ir a cobrarle nada? ¿Al Barrio Yungay, a su casa, quieres ir a instalarte? Cuidado, que se ha vuelto muy peligroso ese barrio, hasta te puede llegar un balazo. Tal vez te convenga ir a buscar reconocimiento en otra parte. ¿No has probado con los narcos? Ellos están ávidos de símbolos y están trabajando harto y han sido fieles a los días de furia y fuego, siguen trabajando, creo que con ellos te puede ir mejor.
“Les cabres” son un poco flojos, inconstantes y tú necesitas que te cuiden, los tiempos están muy difíciles para todos. La vida en la calle se ha vuelto inhóspita, hay mucha gente mala dando vueltas. Así que, perrito a “aguacharse” por ahí, adonde sea y trata de que nadie se acuerde de que te llamaron “matapacos”, eso no tiene buena aceptación hoy. Reinvéntate. Hay tanta gente delirante dando vueltas que, quién sabe si algún loco suelto, algún fanático, tal vez hasta del otro extremo, te pueda acoger y, quién sabe, vuelvas a ser un símbolo de alguna otra revuelta, pero de signo inverso. Así que no te quedes pegado en lo que fuiste o soñaste ser.
Adáptate a los tiempos, tiempos cambiantes, veleidosos. Tiempos líquidos les llaman. Ah, perro mío, perro de nadie y de todos, perro imaginario, perro ninguneado, perro perdido de un país extraviado. Ládrale a la luna, no más, desahógate, aúllale, que se sienta tu lamento por la noche en los barrios, para que alguien pregunte: “¿No es ese el famoso perro matapacos el que está llorando”?
Te saluda, Cristián Warnken.