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Columna de John Müller: “Jugarse el pellejo”

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POR Equipo Radio Pauta |

Entre las protestas pro-palestinas de hoy y las de 1968 contra Vietnam en EE. UU. hay una gran diferencia: entonces se luchaba por no ir a la guerra.

Leí un largo reportaje en ‘The Wall Street Journal’ sobre cómo los manifestantes contra Vietnam de 1968 ven las protestas estudiantiles pro-palestinas de hoy. La gente que ocupó el Hamilton Hall de la Universidad de Columbia hace 56 años considera que hoy hay “más odio, ira y violencia en las palabras” y que en los 60 “había un pensamiento más intelectual y reflexivo”. A otro le llama la atención cómo ha cambiado la estrategia policial: antes había más cabezas abiertas a palos. La mayoría está de acuerdo con que hay un motivo justificado para protestar, pero dudan de que los estudiantes conozcan con detalle la historia que hay detrás de los hechos.

Todos los entrevistados tienen más de 70 años. Sólo dos de ellos pusieron el dedo en la llaga de la gran diferencia entre las protestas del pasado y las actuales: los jóvenes norteamericanos de 1968 rechazaban el servicio militar, el reclutamiento para ir a una guerra lejana. Tenían, como dice Nassim Nicholas Taleb, “skin in the game”, es decir, se jugaban el pellejo, había un factor concreto que alineaba su conducta con sus intereses.

Uno de los primeros que subrayó esta diferencia fue el estadístico Nate Silver, el fundador del sitio FiveThirtyEight.com de pronósticos electorales en Estados Unidos.  Reflexionando sobre cómo las personas formulan sus creencias políticas, Silver criticaba la ingenuidad de los periodistas y analistas que valoramos las consecuencias de los hechos políticos por sus propios méritos. Para él, la percepción política está tamizada por dos factores individuales: los intereses personales (¿cómo me afecta?) y la identidad (¿en qué equipo estoy?).

Por ejemplo, hay grupos con intereses claros, como las personas que quieren pagar menos impuestos o las mujeres que desean garantizar el acceso al aborto. Estos deciden políticamente en función de sus intereses, se trata de una transacción, no siempre consciente, en la que yo te voto si me aseguras esto.

En el segundo caso, muchas cuestiones políticas son vehículos de expresión individual o grupal, que definen la política como identidad. Por ejemplo, la causa palestina entre aquellos que no son palestinos o el acceso al aborto legal entre mujeres que ya no son fértiles, pero quieren asegurarlo para sus hijas o para otras mujeres con las que se sienten identificadas.

Ambas formas de percibir políticamente se pueden combinar.

En las protestas actuales, los jóvenes no tienen un interés concreto como era en 1968 abolir el servicio militar. Esto transforma la protesta en una pura exhibición de radicalismo, de señalización de posturas más que de compromiso con un cambio real. Esto es así hasta… que entra en acción la policía. De hecho, subraya Silver, las protestas sólo adquirieron entidad cuando la policía entró en los campus y se produjo una polarización negativa. Los estudiantes no están del lado de la policía.

Un tercer reportaje ilustra bien cómo los manifestantes no se están jugando el pellejo. Hay mucho interés por la visita de Joe Biden a Atlanta, donde pronunciará el discurso de graduación de Morehouse College, una universidad privada fundada en 1867 para hombres negros. Es la universidad que enseña artes liberales a negros más antigua del país.

La vicepresidenta Kamala Harris, en una visita reciente, y la avanzada presidencial han estado pulsando el ambiente entre los estudiantes. ¿Habrá protestas pro-palestinas cuando Biden hable? ¿De qué quieren que les hable?

‘The New York Times’ también ha enviado a sus periodistas y han descubierto que los estudiantes de Morehouse están enfadados por lo que pasa en Gaza, pero no están dispuestos a protagonizar disturbios. No hay campamentos, ni protestas ruidosas. Morehouse es el alma mater del reverendo Martin Luther King y fue escenario de protestas por los derechos civiles, pero esta vez no se han movilizado.

Las razones surgen de diferencias políticas, culturales y socioeconómicas con otras universidades. “Si bien las universidades negras albergan una pluralidad de opiniones políticas, las preocupaciones internas tienden a pesar más que la política exterior en la mente de la mayoría de los estudiantes. Muchos comenzaron desde muy abajo en la escala económica y están más concentrados en su educación y sus perspectivas laborales después de graduarse”, escribe el periódico. Lo dicho: compromiso, jugarse el pellejo, nada alinea mejor la conducta con los intereses individuales.