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Columna de Tatiana Klima: “La fórmula Jara”

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POR Equipo Radio Pauta |

“Su liderazgo se teje en lo cotidiano, con la voz templada de quien sabe que el cambio no se grita: se trabaja”, escribe en su columna Tatiana Klima, periodista y asesora de estrategia comunicacional.

En tiempos de desafección política, donde los discursos se vacían y los candidatos se repiten a sí mismos, Jeannette Jara sorprendió. Sin grandilocuencias ni frases rebuscadas, eligió la simpleza como código y la emoción como ancla. Con contenido: demostró claridad y dominio de las preocupaciones cotidianas del país y voluntad de convocatoria. No necesitó impostar nada porque su mayor capital fue ser ella misma. Y eso, en la política actual, no es poco.

Mientras otros apostaban por despliegues técnicos o escenografías forzadas, ella se apoyó en su historia: una mujer de Conchalí, abogada del trabajo, con calle, con causa, con porfía serena. Desde el Ministerio del Trabajo logró una reforma a las pensiones que beneficiará a miles de adultos este mismo año, defendió las 40 horas y la negociación ramal, no desde la arrogancia de quien impone, sino desde la convicción de quien escucha. Su liderazgo se teje en lo cotidiano, con la voz templada de quien sabe que el cambio no se grita: se trabaja.

En esta primaria, Jara no solo ganó votos: ganó legitimidad. Su tono cálido, su gesto contenido y su narrativa empática conectaron con quienes se sienten fuera del radar del poder. Supo poner sobre la mesa no solo una propuesta, sino una manera distinta de estar en política: con humanidad, con ternura, con fuerza. Su campaña tuvo algo que pocas veces se ve: esperanza. No como promesa vacía, sino como posibilidad real.

Tiene ese toque de mujer que no teme a la firmeza, pero que no renuncia a la empatía. No necesita levantar la voz para hacerse oír. Y en un país fatigado de liderazgos confrontacionales, esa diferencia importa.

Lo que viene ahora es más difícil. Si Jeannette quiere ser una opción real para derrotar a las derechas —no solo para competir en la interna—, debe proteger lo que la trajo hasta aquí: su autenticidad. No dejar que la transformen en otra cosa, no perder ese pulso de barrio, de trabajo silencioso, de verdad sentida. No tiene que parecerse a nadie más.

Porque cuando ella habla, hay algo que se abre. Algo que reconcilia. Que recuerda que se puede hacer política sin gritar, gobernar sin prepotencia y construir mayorías sin renunciar a los principios. Si logra sostener ese camino, quizás no solo llegue lejos: quizás también nos lleve con ella.