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La inevitable crisis de las adicciones socialmente aceptadas

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POR jorge Román |

En Chile parece poco probable que tengamos una crisis de opioides como en Estados Unidos, pero minimizamos los riesgos de drogas muy aceptadas socialmente: el alcohol y la marihuana

Casi 73 mil personas fallecieron en 2017 en Estados Unidos a causa de sobredosis de estupefacientes. Se trata de un número mayor a las muertes por accidentes de tránsito o violencia con armas de fuego, y se trata además de una tendencia al alza: las muertes de 2017 aumentaron un 10% con respecto a las del año anterior.

De entre todas las drogas que circulan en Estados Unidos, las que más se asocian a una sobredosis -y, por lo tanto, son las que más preocupan a las autoridades- son los opioides, drogas derivadas del opio como la morfina y la heroína. Los opiáceos son drogas muy adictivas, aunque se suelen recetar mucho en medicina para tratar el dolor crónico, lo que ha aumentado su uso problemático, al punto que actualmente se habla de una crisis de opioides en Estados Unidos.

Entre las casi 73 mil muertes asociadas a sobredosis de drogas en Estados Unidos en 2017, el aumento más explosivo es el de las muertes ligadas al fentailo y análogos del fentanilo (opioides sintéticos) con casi 30 mil casos. Fuente: National Institute on Drug Abuse.

Chile, afortunadamente, aún no vive un problema similar. De acuerdo con la doctora María Paz Bertoglia, académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, en nuestro país existe una fuerte supervisión y regulación para el uso de opioides, lo que debería protegernos de los usos problemáticos que se han observado en Estados Unidos. De hecho, el Instituto de Salud Pública (ISP) es muy consciente de los efectos negativos en su uso a largo plazo (como la tolerancia a la droga o la adicción que genera). Es más: los opioides solo se venden bajo la modalidad de receta cheque, recetarios muy controlados que se venden a ciertos médicos y son para medicamentos muy específicos (es decir, son más difíciles de acceder que los medicamentos vendidos bajo receta retenida. Además, el uso de opioides suele concentrarse en cuidados paliativos de pacientes con cáncer.

Fuente: Senda

El invisible alcoholismo de los chilenos

Aunque no incluye específicamente los opioides, el último Estudio Nacional de Drogas en Población General elaborado por el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) -que data de 2016- muestra un aumento sostenido en el consumo de analgésicos sin receta médica: de 0,3% en 2012 a 1,2% en 2016. No obstante, estas cifras aún están muy por debajo de la prevalencia del consumo de alcohol (46%), el tabaco (21,2%) o la marihuana (14,5%), y se ubican a nivel similar al de la cocaína (1,1%).

Las drogas que constituyen una mayor preocupación a nivel de salud pública son la pasta base y el alcohol. En 2016, de las más de 28 mil personas que recibieron ayuda en los centros de tratamiento ambulatorios y residenciales del Senda, un 39% lo hizo por adicción a la pasta base y un 38% por alcoholismo. El nivel de adicción y daño que provoca la pasta base es especialmente preocupante, considerando que su prevalencia fue de apenas 0,4% en 2016 y se concentra en hombres de sectores socioeconómicos bajos y en un rango etario que va de los 19 a los 44 años.

El alcohol también es una preocupación importante: su prevalencia es muy alta y los chilenos, según información del Ministerio de Salud y Senda, casi triplican el nivel de consumo considerado peligroso por la Organización Mundial de la Salud.

Nótese que la prevalencia de consumo de alcohol en adolescentes, aunque ha tendido a disminuir desde 2008, aún se mantiene cercana a un 20%. Fuente: Senda.

Para Bertoglia, Chile es un país de alcohólicos que no son conscientes de su adicción. Según explica a PAUTA.cl, el consumo problemático de alcohol ni siquiera se cuestiona a edades tempranas y “es tan socialmente aceptado, que casi se castiga socialmente el no-consumo”. Según ella, “faltan políticas y normativas que apunten a su control. Por ejemplo, advertencias claras y que la ley de etiquetado también se aplique en bebidas alcohólicas”.

La “menos dañina”

El 11 de mayo de este año, la Fundación Epistemónikos presentó una declaración pública a la que adjuntó numerosos estudios que demuestran los efectos nocivos que puede tener la cannabis. Y, contra lo que han postulado algunas organizaciones, el potencial terapéutico de los derivados de esta hierba serían inferiores a los riesgos asociados. Esto es algo que ha sido verificado por numerosas organizaciones científicas, incluyendo la Academia de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, que realizó una revisión sistemática de más de 10 mil estudios publicados desde 1999. Si quiere profundizar en la evidencia que demuestra el bajo potencial médico de la marihuana y sus derivados, le aconsejamos leer este artículo del colectivo de divulgación científica Etilmercurio.

Pero si nos centramos solo en el uso recreacional, la marihuana parece pasar desapercibida frente a otras drogas más dañinas (como el tabaco o la pasta base) o con mayor prevalencia (como el alcohol). Esto no significa que sea un producto inocuo: al contrario. Sus efectos nocivos son especialmente notorios en adolescentes, en quienes puede gatillar episodios sicóticos, algunos de ellos crónicos (como la esquizofrenia), mayor deserción escolar y dificultades para terminar estudios superiores además de problemas neurosicológicos y cognitivos. Y, lo que es peor, abandonar el consumo no restaura completamente el funcionamiento cerebral.

Además de ser considerada la “menos dañina” de todas las drogas, según un estudio del Senda, en años recientes se ha producido la despenalización social del consumo de marihuana. El estudio postula que algunos de los factores que han influido en esta mayor aceptación de la droga estarían los discursos que justifican sus usos terapéuticos y la legalización en países como Estados Unidos y Uruguay.

En un reportaje publicado en la revista Caras, la directora del Departamento de Siquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile Anneliese Dörr habla de un estudio donde se concluye que quienes consumen marihuana en forma regular registran bajas del coeficiente intelectual de 10 puntos promedio. Aunque este deterioro era menor en personas muy inteligentes, para personas con un CI bajo, el consumo regular de marihuana los podía dejar al borde de la discapacidad intelectual.

“Se trata de una droga que pasó a tener una connotación ideológica muy fuerte”, sostiene Dörr a Caras. “Por un lado se ve a la planta como sana, natural y beneficiosa, lo que reflejaría una sociedad moderna. Mientras que aquel que dice que hace mal y expone sus efectos nocivos termina identificado como representante de una comunidad rígida o conservadora. Hay una falsa concepción del progresismo y la libertad”.