Actualidad

Carta abierta a la familia de los carabineros mártires y a toda la familia de Carabineros de Chile

Imagen principal
POR Francisco Gomez |

“No están solos, estas muertes terribles no serán en vano. Esto debiera despertar del letargo a muchos que han jugado demasiado tiempo con fuego y que se hicieron cómplices del inaceptable ‘ninguneo’ (el verbo es de Mistral) de Carabineros de Chile”, dice Cristián Warnken.

Algo muy especial me ha ocurrido hoy: de pronto sentí que las campanas que suenan en el velatorio por la muerte del carabinero Daniel Palma estaban sonando dentro mío, con mucha fuerza. Por eso pensé en escribirles esta carta. Con mucho respeto y pudor, sabiendo que entro en esa zona muda y tan personal e intransferible que es el duelo. Pero no pude dejar de hacerlo, las campanas que están sonando no me dejan en paz.

Nada nos devuelve a nuestros seres queridos que partieron. La vida de cualquier ser humano es única e insustituible. Y el dolor ante la partida de quienes amamos es indecible. A veces, ante un dolor así, es más elocuente el silencio. Pero hay muertes ante las cuales no podemos callar, muertes ante las cuales hay que levantar la voz, clamar e incluso gritar. El asesinato alevoso de Daniel Palma, pocos días después de que lamentáramos el asesinato de la sargenta Rita Olivares y de tantos otros antes que ellos, es una de esas muertes que levantan un clamor al cielo, al cielo azulado del “puro Chile”.

Es ante esos hechos cuando un país, un pueblo entero, no pueden ni deben callar. Un grito callado y reprimido es tan doloroso y peligroso como un disparo en pleno pecho. Por eso, el pueblo de Chile debe llorar hoy con ustedes, muy fuerte: cuando se asesina a un carabinero de Chile se ha disparado en el rostro de Chile entero, una parte del alma de este país se muere, agoniza, se desangra. Eso sentimos la mayoría inmensa de los chilenos que tienen plena conciencia de lo que es Carabineros de Chile para Chile.

En cada rincón alejado de la patria, en el norte o en el sur más extremos, cuando miramos a los ojos a los carabineros, sabemos que estamos mirando los ojos de los guardianes de nuestro sueño y la conciencia de la ciudad. Eso lo dijo Gabriela Mistral hace muchas décadas cuando estrechó las manos de los carabineros del retén Pisco Elqui que habían ido a conocerla cuando supieron que la gran poeta estaba ahí en esa alejada localidad donde no solían llegar poetas tan admirados como ella. Gabriela Mistral los recibió con mucha emoción y les pidió le pasaran su libreta de patrullaje. Ahí estampó de su puño y letras estas palabras:

“Gracias a los que velan desvelándose. Ustedes son, sin saberlo, los guardianes de nuestro sueño y la conciencia de la ciudad” 

Qué indignación habría sentido nuestra gran poeta si hubiese visto el maltrato, las denostaciones, los insultos degradatorios contra ustedes, los guardianes del sueño y la conciencia, en los días de la violencia que empezó en octubre del 2019. Nada justifica esa violencia, ese odio irracional y destructivo, nada. Los errores de unos funcionarios no pueden servir de excusa para atacar, de la manera que se los atacó y humilló durante tantos meses.

Imagino el sufrimiento, la tristeza de los familiares de carabineros que tenían que ir a la calle a cumplir su deber, exponiéndose a la mofa y la violencia. Fueron días aciagos y duros que Carabineros tuvo que soportar en silencio. Mucho de lo que estamos viviendo hoy tiene que ver con ese nihilismo callejero que devastó nuestros espacios públicos, pero que, por sobre todo, enfermó el alma de Chile. Estamos enfermos de violencia, de odio, de anomia: el irrespeto a la autoridad convertido en moda nos ha hecho mucho daño y amenaza con desvertebrar la República.

Les pido perdón a nombre de millones de chilenos por no haber estado a la altura, por no haber sido contundentemente claros en condenar la violencia, por no haber defendido a los guardianes del sueño y la conciencia con la fuerza, claridad y contundencia que se debía. Han fallado también los gobiernos, ha fallado el Estado, Chile ha fallado.

“La conciencia” -dice Gabriela Mistral- de los Carabineros. Qué significativo. Cada historia anónima de muchachos que vienen del pueblo y deciden dedicar su vida a Carabineros, para protegernos, es una historia emocionante de altruismo, patriotismo genuino y no altisonante ni retórico, amor al prójimo desvalido y vulnerable. Para ser carabinero, hay que tener la conciencia de lo importante que es la paz, el orden, la seguridad para la vida de todos, valores despreciados por quienes se muestran jubilosos, con el caos que solo perjudica a los más humildes.

En este mismo momento que escribo estas líneas, un carabinero de guardia se pasea por calles con mala iluminación, solo y probablemente con miedo, no teniendo la seguridad de que volverá a su hogar, a abrazar a su mujer y sus hijos, porque puede sufrir una emboscada y no cuenta con los elementos necesarios para defenderse. En este mismo momento, una carabinera mujer está cumpliendo un procedimiento sabiendo que un demente o grupo de dementes podrán dispararle en la cara, piensa en sus hijos, tal vez llora en silencio…

Siento el dolor de Carabineros y sus familias, siento su pena, sus miedos, su impotencia. Eso deberíamos hacer todos hoy: sentir con Carabineros. Acercarnos en la calle, estemos donde estemos, a abrazarlos. Nuestros abrazos multiplicados serán la mejor coraza para repeler los disparos asesinos. Mejor que cualquier ley, que cualquier decreto o declaración. Si Chile no abraza con convicción y emoción hoy a Carabineros, Chile no podrá realizar sus sueños colectivos de mayor justicia y dignidad, no podrá si no cuida, defiende y abraza a sus carabineros, los “guardianes de nuestro sueño y nuestros sueños”.

Debiéramos estar desvelados en estos días, en vela, alertas y conscientes. Despiertos. Mirando a los ojos, frente a frente, de miles de rostros de Carabineros anónimos a lo largo de Chile. Esos rostros no pueden ser más destruidos, aniquilados, impunemente. 

No están solos, estas muertes terribles no serán en vano. Esto debiera despertar del letargo a muchos que han jugado demasiado tiempo con fuego y que se hicieron cómplices del inaceptable “ninguneo” (el verbo es de Mistral) de Carabineros de Chile. De quienes han invisibilizado con su indiferencia cada rostro humano de cada carabinero.

Estos mártires, en vísperas de una fiesta tan sensible como la Pascua, debieran hacernos sentir que las campanas que están sonando en el velatorio del mártir de carabineros, son campanas que repican por nosotros, por cada chilena y chileno, esta muerte no es la muerte de un carabinero, es también nuestra propia muerte. Hagámosla nuestra. Lo dijo una vez el poeta John Donne:

“Nadie es una isla completa en sí misma/cada hombre es un pedazo del continente/ una parte de la tierra

La muerte de cualquier hombre me disminuye.

Por eso: no preguntes por quién doblan las campanas

Las campanas doblan por ti”

Las campanas no están doblando por los carabineros asesinados, sino por nosotros, por Chile entero. ¿O no la escuchamos repicar? No son las campanas de una iglesia, son las campanas que suenan dentro de la conciencia del país, por eso son tan fuertes, tan claras, por eso no sacamos nada con taparnos los oídos para no escucharlas. Y acompañan unos versos de un himno que está grabado a sangre y fuego en nuestra infancia: “Orden y patria es nuestro lema/la ley espejo de nuestro honor/del sacrificio somos emblema/Carabineros de la nación”.

Un abrazo emocionado.