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Los secretos del “Edificio Barco” de calle Santa Lucía

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POR Francisco Gomez |

El columnista de Plaza Pauta y doctor en arquitectura, Hugo Mondragón, comentó detalles desconocidos del emblemático edificio de barrio Bellas Artes.

Este 17 de mayo se cumplen dos meses de la muerte del aclamado escritor chileno Jorge Edwards. El icónico literato murió en España, sin embargo, su residencia estaba en Chile, específicamente en el conocido “Edificio Barco” de calle Santa Lucía y esquina Merced. 

Hace unos años, si uno tenía suerte, podía ver a Jorge Edwards entrando y saliendo de este emblemático edificio, en el que también vivieron otros dos actores importantes de la escena local: el escritor Miguel Serrano y la socialité Julita Astaburuaga. Un edificio de 8 pisos construido en 1934 por los arquitectos Sergio Larraín García-Moreno y José Arteaga, y que actualmente tiene la denominación de inmueble de conservación histórica.

El columnista y doctor en arquitectura, Hugo Mondragón, conversó con Plaza Pauta, sobre detalles desconocidos del icónico “Edificio Barco” de calle Santa Lucía.

Los secretos del “Edificio Barco” de calle Santa Lucía

“Para los arquitectos modernos de los años 20, el barco transatlántico era el máximo exponente de la funcionalidad. Ellos imaginaban los barcos como un edificio flotante diseñado al milímetro, en el que ningún espacio se desperdiciaba”, explicó el comunista.

“Hay algo de esa idea de la funcionalidad del barco, que no sabemos muy bien cómo transita ahora como una metáfora naval. En algunas ciudades costeras como Montevideo o en Viña, hay muchos ‘edificios barco’, ahí parecen más naturales. Es mucho más extraño verlo en una ciudad como Santiago, tan alejada del mar“, agregó el también académico de la Facultad de Arquitectura UC.

Consultado sobre el revuelo que causó la obra al momento de ser levantada, Hugo Mondragón señaló que “cuando irrumpe este edificio en el paisaje de Santiago es revolucionario. Transforma completamente la escena, transforma la altura ciudad. Cuando uno ve el edificio en alguna de sus fotografías, se ve una ciudad chiquita de dos pisos, entonces era imposible que no llamara la atención”.

Una de las cosas que llama la atención de esta obra es que fue un autoencargo del arquitecto Sergio Larraín, el cual fue financiado nada menos que por su madre.

“En el comienzo de los años 30, no teníamos ley de venta por pisos. Por lo tanto, no era factible hacer un edificio para luego venderlo por departamentos”, explicó Mondragón y agregó que “las personas adineradas de la época comenzaron en esa década a invertir en edificios por sí solos, para luego arrendarlos por completo a otros”.

Escucha la entrevista completa aquí: