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Camilo Restrepo: “La resiliencia de una ciudad no aparece hasta que todo colapsa”

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Moritz Bernoully
POR Rita Cox |

El arquitecto, uno de los cerebros de la renovación urbana de Medellín tras los años negros del narcotráfico, explica el proceso.

Hay palabras que se asocian a la obra del arquitecto Camilo Restrepo: revolución, renovación, optimismo, urbanismo ambiental, urbanismo social. Pero, quizás, Medellín es la que le resulte más significativa. Es la ciudad donde nació hace 46 años y donde fundó su propia oficina de arquitectura, Agenda. Y, lo más relevante, este colombiano ha sido uno de los arquitectos participantes en la renovación urbanística de esta ciudad marcada por su oscuro pasado violento, por el narcotráfico y la fuerte segregación urbana y social.

Por sus notables resultados, el proceso de recuperación de Medellín ha sido caso de estudio en todo el mundo. “Después de resolver las cosas a balazos durante décadas, la arquitectura tiene la misión de crear lugares de encuentro”, dijo hace un tiempo Camilo Restrepo en entrevista con El País, de España.

Sigue sosteniendo esa tesis y, en entrevista con Plaza Pauta, de Radio PAUTA, en medio de su propia cuarentena en Medellín, recuerda cómo se gestaron los primeros pasos de la recuperación de su ciudad. “Lo primero fue habernos concientizado de que la sociedad tal como estaba no era sostenible a largo plazo, junto al acceso de nuevas representaciones políticas que tuvieron la capacidad de volver a leer situaciones que debían ser atendidas: inversión social, infraestructura pública, y recomponer una comunidad que era y sigue siendo muy fragmentada, pero que valía la pena comenzar una serie de procesos que iban a tocar desde el tejido social hasta la infraestructura física”.

-Tú sostienes que la arquitectura puede hacer mucho, pero que solo es un instrumento que sigue a determinaciones políticas y económicas. ¿Cómo se aplicó esta idea en la renovación de Medellín?

“La arquitectura tiene un ámbito político en su disciplina que yo identificaría como esa capacidad de servir a lo público, pero sin duda que no puede hacer nada si no está enlazada con una visión política justa, una visión política optimista de cómo transformar una sociedad. Es ahí donde la arquitectura encajó muy bien a partir del gobierno de Sergio Fajardo [alcalde entre 2004 y 2007]. Pero hay que reconocer que muchos de estos procesos venían encadenados incluso desde principios del siglo XX con una mirada más holística y territorial”.

“Como Santiago de Chile, en Medellín estamos en un valle muy estrecho, pero muy lejos de la costa”, añade Restrepo.

“La necesidad de conectar la ciudad con el resto del país y con el mundo siempre ha estimulado tener una mirada sobre el territorio. Desde los años 20 y 30, incluso desde fines de siglo XIX, las administraciones, las empresas y el sector público habían tenido un relacionamiento bastante coherente en beneficio de la sociedad, pero en los 60 y 70 eso se comenzó a fracturar. Luego el narcotráfico acabó con esa relación y el estamento político cayó en un deterioro absoluto. La gente no confiaba más en la política”.

Camilo Restrepo no peca de inocente. Reconoce que “aún hay una gran insatisfacción, pero desde el gobierno de Fajardo en adelante, hasta el gobierno de la alcaldía de Aníbal Gaviria, que terminó en 2016, durante unos 12 años hubo una continuidad de muchos proyectos y una mirada de la ciudad que tomaba algunos de los estudios hechos en la peor época, los 80 y los 90, cuando en Medellín no se podía salir a la calle. Hubo estudios liderados por personas que desde la academia gestaron una serie de trabajos y de miradas sobre la ciudad. Se trató de un laboratorio muy importante antes de que eso entroncara con una nueva forma de hacer política, con el apoyo y la confianza de los grupos empresariales”. 

Pilares de la renovación 

El primer pilar de la renovación de Medellín fue eliminar lo que Restrepo vncula con el concepto de “fronteras invisibles de la ciudad”. Fronteras sociales, de disputa permanente entre las ventas del narcotráfico y de zonas vedadas al uso y al disfrute. “Había una frontera muy marcada, que es donde termina el centro de la ciudad tradicional por el norte y empieza el área del Jardín Botánico. Esa era una frontera invisible que las personas con mayor poder adquisitivo no atravesaban y las personas que habitaban el norte atravesaban solo en su día laboral, pero no en un fin de semana”.

Restrepo se refiere al sector donde se emplaza el Orquideorama del Jardín Botánico, que él levantó en conjunto con su padre (J. Paul Restrepo) y Plan B Arquitectos. Fue una decisión radical. “Abrimos el muro del Jardín Botánico, que es un espacio que existe desde principios del siglo XX y que se había convertido en un lugar amurallado”. 

Orquideorama de Medellín. Créditos: Plan B Aquitectos.
Orquideorama de Medellín. Créditos: Plan B Aquitectos.

No fue todo. Se levantó el Parque Los Deseos; un teatro al aire libre con un edificio que hoy ocupa la Red de Bandas de Música Pública de Medellín, de música sinfónica; el Museo Explora, de ciencia y tecnología, y el Centro Cultural de Moravia. Todos con acceso gratuito, destaca el arquitecto colombiano.

“Se construyó un nuevo norte que también hizo uso de la infraestructura pública del Metro de Medellín que está ahí, en la Estación Universidad, y que logra enlazar una serie de intervenciones a lo largo del tiempo”, dice. Esas intervenciones son también Ruta N, Centro de Innovación y Tecnología de Municipio de Medellín; el Centro de Investigación Científico, Biológico y Médico de la Universidad de Antioquia; la Universidad Nacional, y el Centro de Formación de los Maestros de Educación Pública.

“Se levantó un nuevo nodo donde hoy va cualquier persona, de cualquier clase social”, puntualiza. 

El Metro de Medellín, diseñado como cordón umbilical de la ciudad, y el Metrocable (red de teleféricos) son otros dos pilares. “El proceso del metro fue muy, muy largo y produjo en la ciudad lo que se llama ‘cultura metro’. Antes de que apareciera, cinco, seis años, antes, la empresa Metro de Medellín tuvo la habilidad de hacer campañas publicitarias, de comunicación y de protección, y es de una limpieza impresionante. Todo el mundo lo cuida”. El Metro de Medellín es el único de Colombia y traslada cada día a más de un millón de personas.

Restrepo suma que a fines de los 90 se comenzó a entender que, debido a la abrupta geografía de Medellín, había que pensar en un sistema de transporte público no convencional. Entonces aparece el Metrocable, “esa manera de conectar todas estas zonas en las montañas que rodean la ciudad y que estaban completamente olvidadas y que así logran enlazarse”.

Y aquí el arquitecto entrega un punto determinante en la visión de Medellín. “La infraestructura de transporte mueve a la gente y eso está muy bien, pero tenemos que hacer uso de ese espacio complementado con otra condición. Por ejemplo, el año pasado estuvimos diseñando una serie de microbibliotecas de metro para una caja de compensación familiar. Eso le aporta un contenido al desplazamiento y así estos nodos de transporte también generan bienestar público e infraestructura educativa y social”. 

Resiliencia de la ciudad 

La ciudadanía fue determinante en la transformación de Medellín y Camilo Restrepo explica el proceso. “En la primera mitad de los 90, Medellín está en su crisis más profunda. Es cuando designan a María Emma Mejía como coordinadora del Plan de Reconciliación de Medellín. Su nombramiento es muy importante, porque comienzan a construirse procesos de participación para organizar a la comunidad en torno a una participación política, no necesariamente electoral. Cuando llega Sergio Fajardo a la alcaldía, ya había una madurez en la comunidad para poder asociarse y organizarse. Se empiezan a hacer unas consultas populares de forma regular a través de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU), un estamento de la alcaldía”.

-¿Qué valor le asignas tú a la participación ciudadana en el diseño de las ciudades?

“Es fundamental en todo proceso de restablecimiento de la convivencia y las confianzas. Primero, permite establecer que los impuestos vale la pena pagarlos y que estos se transforman en equipamientos y servicios públicos. Segundo, devuelve la confianza en la capacidad de representación que tenemos como ciudadanos y permite exigir resultados a los políticos”.

“De alguna manera se transparentan los procesos de representación pública y la democracia. Aunque suena como teoría, es bastante necesario hoy, no solo por las situaciones por las que hemos pasado históricamente en Medellín, sino por lo que pasamos actualmente a nivel global”.

-La resiliencia de una ciudad, ¿es un proceso cultural que lleva tiempo?

“Yo creo que se gana con experiencia, pero esa resiliencia no aparece hasta que todo colapsa”.

-¿Cuál fue el punto de colapso de Medellín?

“Más de 35 mil muertos al año, y darse cuenta de que la falta de solidaridad entre grupos sociales y grupos culturales, la intolerancia, y reconocer que estábamos haciendo del territorio algo inhabitable e insostenible. No quiere decir que esté solucionado todo, todavía hay demasiado que mejorar en un país sumamente desigual como Colombia, pero hay un cambio de mentalidad y un cambio de percepción. Ya hay una generación que se ha criado y se ha educado bajo otro tipo de infraestructura pública, otro tipo de servicio, otro tipo de mentalidad que yo creo que va a rendir frutos próximamente”.

Revise la entrevista completa con Camilo Restrepo en Plaza Pauta