Relatos y vivencias de Cerro Blanco: Memoria de un pueblo minero es el libro recién publicado que pone en valor la historia de esta localidad ubicada en Polpaico, comuna de Tiltil, al norte de la Región Metropolitana, a través del testimonio gráfico y oral recogido entre sus propios habitantes y extrabajadores. Cerro Blanco: pueblo clave para los inicios de la industria cementera. Un libro elaborado en conjunto por Polpaico BSA y Fundación ProCultura, y que también está en formato descargable.
En 1949 se produce el primer saco de cemento allí, pero la historia de Cerro Blanco se remonta a la época de la colonia. "Era un sector conocido y famoso por la disponibilidad de cal. De hecho, en el período de la colonia se extraía de ahí para la elaboración de grandes obras públicas, como el Puente Cal y Canto y La Moneda. Incluso Benjamín Vicuña Mackenna da cuenta de este lugar y su importancia", dijo, en conversación con Plaza Pauta, de Radio PAUTA, Triana Sánchez, una de las cuatro autoras y directora de Investigación Histórica de la Fundación ProCultura.
Avanzando en el tiempo, Sánchez contó que fue en la década de 1940 cuando se crea la planta cementera y comienza a hacerse cemento. "Chile estaba creciendo mucho, la emigración campo ciudad se estaba dando muy fuerte y las ciudades no estaban preparadas para recibir a tantos habitantes. Por ende, había mucha necesidad de cemento para construir viviendas, carreteras, puentes, obras públicas, etc. Así se entiende el aporte de Polpaico y de Cerro Blanco, ya que hasta ese momento existía solo Cemento Melón".

Los primeros habitantes de Cerro Blanco provenían principalmente del norte salitrero, ya que el creador de Polpaico, Siegfried Gildemeister, era un empresario salitrero muy importante en la zona de Tarapacá y que, frente a la crisis del salitre que se da a fines de la década de 1920, decide expandirse y lleva a mucha gente del norte.
"De este modo, en Cerro Blanco se intenta replicar lo que se veía en las salitreras. Por ejemplo, las primeras construcciones eran casas de lata, de calamina. Incluso hay festividades que se trasladan desde el norte a Cerro Blanco, como la Fiesta de la Chaya, como también dichos y sobrenombres de raíz nortina".
El pueblo comienza a levantarse de manera espontánea al lado de la planta de cemento hasta que, finalmente, se transforma en una company town, con viviendas, escuelas, policlínico, supermercado, estadio, piscina, plaza y juegos infantiles, casino, cine, peluquería, iglesia, entre otros. "Todo eso facilitó que la vida social en Cerro Blanco fuera sumamente potente", detalló la autora.
Aunque no se cuenta con registros el número exacto de habitantes, más de mil personas estuvieron vinculadas a esta industria. Hoy, de Cerro Blanco queda poco, pero sigue vivo en la memoria de sus extrabajadores, familias y niños que crecieron allí.
Revise la entrevista completa con Triana Sánchez en Plaza Pauta
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