64 muertos es el balance oficial que las autoridades del condado de Miami-Dale han informado por el colapso del edificio Champlain Towers South, el pasado 24 de junio, al tiempo que se han suspendido las tareas de búsqueda de las 76 personas que siguen desaparecidas bajo los escombros de la estructura de 12 pisos. Las razones del desplome del edificio residencial se siguen investigando, mientras se destaca un informe de 2018 que presumiblemente había advertido sobre las fallas estructurales y los peligros.
En ese contexto, en un país sísmico como Chile, es pertinente preguntarse sobre la salud de nuestros edificios. "Nos estamos preparando para el envejecimiento de la población, pero no para el envejecimiento de la ciudad", advierte el arquitecto Gonzalo Martínez de Urquidi quien, en conversación con el programa Plaza Pauta, de Radio PAUTA, ahora en el tema. "Los edificios no son seres biológicos que se auto reparan, como las personas. Se da por supuesto que, en el caso de Chile, los edificios que han sufrido uno, dos o tres terremotos están bien porque sobrevivieron a esos eventos. Pero los edificios son estructuras complejas que van envejeciendo y no solo los afectan los terremotos. Hay que considerar que hay cientos de temblores todos los días".

Martínez de Urquidi es gerente de Huella Estructural, empresa que, junto con un equipo de ingenieros, creó un sistema de monitoreo continuo de edificios y estructuras públicas y privadas. "Es un aparato pequeño, un acelerómetro, como un holter, que mide las vibraciones e inclinaciones de los edificios. Si esa huella cambia en algún momento, quiere decir que el edificio tiene problemas o está enfermo. Por ejemplo, un fin de semana, un edificio de oficinas, sin gente, vibra menos. En la semana, con gente, vibra más. El viento afecta, lo mismo que un temblor. Cada edificio tiene una huella única. Si esa huella cambia, hay que hacer una investigación superior para rastrear las fallas".
Respecto de la utilidad de esta tecnología, el arquitecto Yves Besancon -responsable de grandes edificios de altura- explicó que estas tecnologías de monitoreo sobre la llamada huella estructural de los edificios -esto es, su comportamiento en el tiempo, cómo se desempeñan estas estructuras y cómo envejecen- "son sumamente útiles, porque permiten, especialmente en países sísmicos, llevar una vigilancia permanente del estado estructura".
Besancon agregó que "en Chile este estado estructural se mantiene, en general, muy bien, porque los diseños estructurales son antisísmicos y la norma sísmica es sumamente exigente. Chile es un verdadero laboratorio viviente para establecer normas muy exigentes que, además, los hacen menos vulnerables a los cambios y envejecimiento".
El arquitecto advirtió que estas tecnologías son particularmente relevantes debido a "los pequeños daños que sufren todos los edificios cada vez que hay un sismo, y que si bien no los harán colapsar, a medida que se van acumulando pueden ser cada vez más peligrosos. Por ejemplo, se produce una grieta, que no es especialmente peligrosa, pero por ahí puede meterse la corrosión, corroer la enfierradura y la enfierradura corroída ya no tiene el comportamiento sísmico y la resistencia que la norma exige".
Besancon explicó que, junto a la tecnología que ofrece Huella Estructural, existen monitoreos eólicos que se instalan en edificios de gran altura para saber si los vientos desestabilizan o van inclinando el edificio, y en las fundaciones se usan monitores de la estabilización para captar el movimiento del terreno y del edificio y si ese movimiento es desigual, puede haber problemas.
Revise la entrevista completa con Gonzalo Martínez de Urquidi en Plaza Pauta
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