Cuando la ciudad inteligente y la inteligencia de las cosas (IOT, por sus siglas en inglés) han entrado en la narrativa del urbanismo como una suerte de tierra prometida, o solución de un montón de problemas, llega a librerías estadounidenses y europeas La ciudad suficientemente inteligente, de Ben Green.
Ben Green es becario posdoctoral en la Sociedad de Becarios de Michigan y profesor asistente en la Escuela de Políticas Públicas Gerald R. Ford. Tiene un doctorado en Matemáticas Aplicadas, con estudios en Ciencia, Tecnología y Sociedad, de la Universidad de Harvard. El británico estudia los impactos sociales y políticos de los algoritmos gubernamentales, con un enfoque en la equidad algorítmica, las ciudades inteligentes y el sistema de justicia penal.
En su libro, publicado por MIT Press, advierte que las ciudades inteligentes prometen que las aplicaciones, los algoritmos y la inteligencia artificial aliviarán la congestión, restablecerán la democracia, evitarán la delincuencia y mejorarán los servicios públicos, pero que adoptar una visión exclusivamente técnica de la vida urbana conducirá a ciudades inteligentes en apariencia a profundizar sus problemas de injusticia y de desigualdad. En cambio, en este libro propone que las ciudades se esfuercen por ser "lo suficientemente inteligentes", esto es, adoptar la tecnología como una herramienta poderosa cuando se utiliza junto con otras formas de cambio social, pero no valorar la tecnología como un fin en sí misma.

Alphabet desiste de construir una ciudad inteligente en Toronto
La empresa atribuyó la decisión al impacto de la pandemia en los precios inmobiliarios. Sin la capacidad de vender oficinas y viviendas de manera rentable, el proyecto no era viable.
La ciudad inteligente es el gran tema de conversación y debate que se escucha en el hemisferio norte, probablemente en algo eclipsado por la pandemia, pero en constante desarrollo y en la mira de la academia. La bióloga chilena Delfina Fantini, PhD en Diseño del Royal College of Art, donde trabaja como profesora e investigadora en el departamento de Design Products e Information Experience Design, ha estado publicando sobre el tema. En una reciente entrevista con revista SML contó que para un libro sobre ciudad e igualdad en que está participando, investigó lo que sucede en Sinkiang, en China, "que básicamente es una ciudad inteligente que tiene todo monitoreado, con uno de los computadores de más alta velocidad de faces recognition. Esa ciudad targuetea a una minoría, que son unos musulmanes que se llaman uirghures, y los mandan a un centro de adoctrinamiento. Eso bajo la idea de la ciudad inteligente, que te permite targuetear, te permite identificar y tiene unas repercusiones éticas enormes".
A días de que Joe Biden asumiera la presidencia de Estados Unidos, con la ciudad de Washington en estado de sitio y la democracia de todo el país fragilizada tras el ataque al Capitolio por parte de un grupo de adherentes de Donald Trump, el estudio de arquitectura Opposite Office, con sede en Múnich, propuso cubrir de un muro de ladrillos reciclados el edificio del congreso como escudo protector. Una segunda capa de 1,5 metros de espesor. Capitol Castle sería el nombre de esta fortaleza.
El diseño, que no pretende hacerse realidad, invita desde la arquitectura a reflexionar sobre la precariedad de la democracia y la capacidad de protegerla a través de la intervención del edificio diseñado por William Thornton, y terminado en 1800, que se vio asaltado el pasado 6 de enero.
En permanente diálogo con la actualidad, anteriormente Opposite Office había propuesto convertir el aeropuerto de Brandenburgo, en Berlín, en un gran hospital para tratar a pacientes con covid-19, y rediseñar el Palacio de Buckingham como un espacio de convivencia, para intervenir en el problema de la vivienda de Londres.
Ecología y política es el nombre del recién publicado libro de Sara Larraín (Taurus), un ensayo donde la académica y activista del medioambiente retrocede a las culturas griegas y romanas, para hacer un recorrido sobre cómo ha ido evolucionando la idea de naturaleza y la relación del hombre con ella. Larraín escribe que, en la Antigüedad de occidente, la naturaleza era entendida "como el origen de la totalidad de las cosas, y también como su principio de movimiento. Dos términos simultáneos para el mismo fenómeno". Añade que Aristóteles "concibió al ser humano como parte de la naturaleza y fue muy claro en distinguir a la naturaleza de la técnica" y que es durante la Edad Media, con la influencia judeocristiana, que la comprensión sobre la naturaleza da un giro.
Para dar cuenta de la magnitud de la crisis medioambiental que afecta a la civilización, Sara Larraín cita a la filósofa catalana Marta Tafalla, quien hizo una lista de las cosas que desaparecerán a lo largo del siglo XXI, entre las cuales "incluye la extinción de más de quince mil especies, como los grandes simios y los grandes felinos, así como muchas plantas de interés medicinal o agrícola". Pero, tal vez, lo más impactante es cuando se lee que "desaparecerá la 'naturaleza prístina', se extinguirán los últimos animales salvajes y los últimos ecosistemas no dominados por el hombre".
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