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La era de los mediocres

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Agencia Uno
POR Santiago Parro |

“Las elecciones de noviembre para el sillón de Quilín pondrán frente a frente dos opciones: o seguir mal o estar peor”, dice Fernando A. Tapia.

El próximo martes 8 de noviembre se realizarán nuevas elecciones en la ANFP. Los presidentes de clubes, reunidos en el consejo, deberán renovar el mandato de quien encabezará el fútbol chileno por los próximos cuatro años.

Pablo Milad, que asumió a mediados de 2020 elegido luego de la renuncia de Sebastián Moreno, buscará la reelección. Su contrincante será, al igual que aquella vez, el expresidente de Audax Italiano, Lorenzo Antillo.

Por ahora, no aparecen caras nuevas para aspirar al cargo. Porque en el fútbol la falta de renovación no sólo se circunscribe a los jugadores, sino que también a la casta directiva. Mal podríamos esperar rostros distintos en la dirigencia si en rigor los dueños de los clubes, salvo excepciones, siguen siendo prácticamente los mismos.

Lo peor es que tampoco aparecen ideas nuevas para provocar un cambio que la actividad pide a gritos. El periodo encabezado por Milad debe ser uno de los más mediocres que se recuerden en la historia del fútbol chileno. Aún cuando debió lidiar con la pandemia, y como consecuencia de ello con una larga suspensión de los torneos, la lista de desaciertos, omisiones, conflictos y crisis desatadas a partir de su mala gestión nos permitirían llenar varias páginas.

No hay hechos objetivos que hagan aconsejable su continuidad en el cargo. Lo que es peor es que los presidentes de clubes son conscientes de ello, lo dicen en privado, para concluir que pese a todo es probable que Milad sea reelecto porque “es lo que hay”. El ex Intendente de la región del Maule no dió el ancho. Hoy el fútbol chileno atraviesa por una crisis deportiva, económica, de seguridad, credibilidad y transparencia.

Pero a ninguno de los que vota parece importarle mucho. Esto es bueno decirlo: el consejo de presidentes de la ANFP es una instancia gremial, una junta de accionistas, donde el peso de la opinión pública o el análisis que de sus acciones y decisiones hagan los medios de comunicación, de nada vale.

Hoy Milad asegura una férrea defensa del modelo instalado junto con las sociedades anónimas deportivas. En tiempos en que se proponen reformas al sistema, con la amenaza de una intervención externa, el dirigente Curicano está dispuesto a poner la cara y asumir las críticas en representación de los que se mantienen agazapados en la propiedad de los clubes.

Su recompensa está dada por un cargo que le permite seguir al mismo tiempo a la cabeza de la Federación de Fútbol de Chile, gracias a lo cual recibe mes a mes un no despreciable salario que proviene de la Confederación Sudamericana (Conmebol). Detrás de él hay por cierto operadores, dirigentes de otros clubes que constituyen el poder detrás del poder.

No es un misterio que en la elección pasada, que lo llevó al sillón principal de Quilín, estuvo el presidente de Cruzados, Juan Tagle. Hoy sigue siendo uno de sus principales soportes, a los que ahora se ha unido el timonel de Palestino Jorge Uauy. Pablo Milad se enfrentará en las elecciones a Lorenzo Antillo, el expresidente de Audax Italiano. Ya fuera de la propiedad del club itálico, su familia permanece en el negocio del fútbol, porque en la venta de las acciones de la institución de colonia, dejó fuera de las negociaciones los pases de al menos cinco jugadores de proyección, además del
complejo deportivo que se construyó en la comuna de Puente Alto, y que sigue arrendando a los nuevos dueños de Audax.

En otras palabras, Antillo pasó formalmente de ser un dirigente a un representante de futbolistas. No es casual, entonces, que tras su candidatura aparezcan personajes de clubes muy vinculados con los nuevos dueños de la pelota: los intermediarios de pases de jugadores. Los mismos que amenazan con tomar tarde o temprano el control total de la actividad.

En las sombras, la candidatura de Antillo es alentada por el dueño de Huachipato Victoriano Cerda, un hábil operador de pasillos, en sociedad con uno de los nuevos actores, el criticado presidente de Azul Azul Michael Clark.

Así las cosas el panorama es desolador. Si Antillo es la alternativa para solucionar los problemas del paupérrimo gobierno de Milad, lo que tenemos no es otra cosa que el riesgo de que el remedio sea peor que la enfermedad. En este escenario no se avizoran soluciones de corto plazo para los males que aquejan al fútbol chileno.

Separar la ANFP de la Federación es hoy una necesidad urgente, pero choca con las prioridades del mundo de la política. Las elecciones de noviembre para el sillón de Quilín pondrán frente a frente dos opciones: o seguir mal o estar peor. La era de los mediocres.