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Messidona

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PAUTA / Andrés Sepúlveda
POR Andres Sepúlveda |

“Como sea, éste ha sido el mejor Messi que hemos visto en los mundiales”, dice Fernando A. Tapia: “En el fútbol mandan los resultados, y el domingo se cerrará esta historia. Pero hay una bestia suelta”.

Argentina jugará el próximo domingo la final del mundial de Qatar. Será la sexta vez en la historia que la selección albiceleste estará en el partido decisivo en la cita planetaria, y una nueva oportunidad para alcanzar el tercer título en una Copa del Mundo.

Lo ha hecho luego de levantarse tras un debut desastroso ante Arabia Saudita, y de la mano de un Messi que ha estado sencillamente descomunal. Ha sido éste, su quinto mundial, donde hemos visto la mejor versión del crack que hoy juega en el PSG. Para muchos es hasta paradójico, quizás sobrenatural, que a sus 35 años esté pudiendo ser tan enormemente decisivo e influyente en el juego de su equipo como no lo pudo ser en los cuatro mundiales anteriores que disputó. Razones pueden haber varias, incluyendo el trabajo innegable del técnico Lionel Scaloni, que supo cambiar una regla que hasta antes de su llegada parecía irrebatible: que el equipo debía jugar para Messi, sobre cuyos hombros descansaba toda la responsabilidad para resolver los problemas.

Las finales perdidas, la del mundial de Brasil y, también, las dos de Copa América en las que se inclinó ante Chile, además de la decepcionante actuación en Rusia 2018, provocaron un remezón interno doloroso, pero necesario. El nuevo entrenador consiguió que Argentina fuese un equipo, rescatando el valor colectivo del juego, renovando caras y manteniendo lo indispensable. Por supuesto con Messi como líder futbolístico, el que sin embargo tuvo que seguir lidiando con el mote de “pecho frío” que en su propio país un sector de la prensa le colgó. Y es que el peso de ser el sucesor de la camiseta 10 en Argentina, la de Diego Armando Maradona, nunca ha sido fácil de llevar para ningún jugador argentino. Y seguramente lo seguirá siendo, si es que no ganan la final en Qatar.

Porque Maradona es único y para muchos insuperable. Es un símbolo nacional, una especie de héroe de la patria, en cuya mesa hasta ahora nadie más está sentado. Es curioso que un país que ha dado tan grandes futbolistas a lo largo de su historia haya estado casi tres décadas sin conseguir un título en la selección mayor. Y que eso haya ocurrido recién en 2021 en la Copa América celebrada en Brasil, con una victoria potente en la final ante la mismísima “Verdeamarela” en el Maracaná.

Argentina, y especialmente Messi, se pudieron sacar esa pesada carga de fracasos y encarar una nueva etapa, que hoy tienen la ilusión a tope al otro lado de la cordillera. Curioso es también que ello haya ocurrido luego de la muerte de Maradona. No es que el Diego haya sido el causante de tanta desgracia futbolística, todo lo contrario, sino que su desaparición física provocó que los propios argentinos tuviesen que arrimarse definitivamente a su nuevo salvador. De golpe los súbditos del fútbol tuvieron que empoderar al nuevo rey.

El doctor en psicología de la Universidad de Buenos Aires, Sergio Zabalza, escribió el día después de la victoria por penales ante Países Bajos en el diario Página 12 una teoría similar. Dijo que “los argentinos pueden disfrutar mucho más de los logros de la selección a partir de que el símbolo que representaba el pibe de Fiorito partió de esta tierra”.

Messi ha sabido adaptarse a esta nueva etapa. En su juego, desde luego, con más años en el cuerpo y menos explosión, pero igualmente inteligente para encontrar los espacios y hacer el gol clave ante los mexicanos, o el pase con lienza para el tanto de Nahuel Molina ante Países Bajos o la gigantesca jugada desde donde nació el tercer gol ante los croatas en semifinales.

Absolutamente decisivo en todos los partidos de su selección. Una transformación que no ha sido sólo futbolística, porque aunque Scaloni haya declarado que siempre en la intimidad ha sido igual, en este mundial ha mostrado una renovada faceta, muy distinta a la que exhibió durante toda su carrera, y sin duda más emparentada con la explosiva personalidad de Maradona. Ha sido un Messi encarador, burlesco e incluso hasta irrespetuoso, como se le vio en la batalla contra Países Bajos con la tocada de oreja al técnico Van Gaal o el “bobo” que le dedicó ante las cámaras a uno de sus rivales.

A este Messi no lo conocíamos, al menos públicamente. Difícil certificar si su nueva personalidad es verdaderamente original y sincera, y que ha brotado de manera natural producto de haber llegado a un momento de su carrera en el que ya no importa el qué dirán, o es parte de un libreto al que ha sido empujado por el propio medio argentino, que siempre le exigió ejercer un rol de liderazgo más allá de lo futbolístico, como queriendo forzar la reencarnación del propio “pibe de oro”.

Como sea, éste ha sido el mejor Messi que hemos visto en los mundiales. En el fútbol mandan los resultados, y el domingo se cerrará esta historia. Pero hay una bestia suelta y desatada que se llama Messidona.

Videocolumna de Fernando A. Tapia