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Columna de Fernando Tapia: El juego del congelado

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POR Equipo Radio Pauta |

“Resulta preocupante la creciente debilidad de los clubes chilenos para resguardar su patrimonio ante la voraz acción de los representantes, que con mucha facilidad levantan jugadores a costo cero, prometiéndoles de paso el oro y el cielo”, afirma Fernando Agustín Tapia.

Marcelo Morales, lateral izquierdo de la Universidad de Chile, llegó al club a los 8 años. El cuadro universitario le otorgó su formación futbolística y le permitió debutar profesionalmente en 2020 con 17 años. Con el tiempo se fue ganando un puesto de titular hasta transformarse en un indiscutido.

En la actual campaña, que dejó a la “U” como exclusivo puntero tras la primera rueda, su aporte ha sido destacado como uno de los más importantes en el juego del equipo. Sin embargo, hoy, su situación ha cambiado radicalmente.

En el último partido de Copa Chile ante Everton el jugador ni siquiera fue citado. El entrenador Gustavo Álvarez justificó la medida como una decisión técnica, sin profundizar en las razones de la marginación del jugador en la convocatoria.

La verdad es que el futbolista ha quedado en medio de una batalla sin cuartel por su negativa para renovar su vínculo con el club. Morales finaliza su contrato a fin de año, y siguiendo el consejo de su representante, el infaltable Fernando Felicevich, según dicen en la “U”, el futbolista se ha negado a aceptar las ofertas para mantenerse en el equipo universitario.

De acuerdo con las versiones que se hacen circular desde la dirigencia, el lateral izquierdo estaría apostando por no firmar un nuevo acuerdo con el club, y de esa manera negociar como agente libre a fin de año, ocasionándole de paso una pérdida patrimonial a la institución.

Desde el entorno del jugador aseguran que en medio de las negociaciones Marcelo Morales fue amenazado con el congelamiento en caso de no llegar a un acuerdo, que no es otra cosa que simplemente marginarlo del equipo titular.Una forma de castigo, un abuso en la relación laboral como respuesta a una legítima decisión del jugador.

Justo cuando fue excluido del primer equipo, también desde el club, se hizo circular la versión de que Morales habría vuelto a tener problemas con su peso, y que incluso habría participado en un partido informal con amigos, lo que habría motivado la decisión del técnico de incorporarlo en la nómina frente a Everton. Otra vez, hechos que coinciden con una negociación caída, y que los cercanos del futbolista desmienten.

Más allá de los detalles del hasta ahora contrato fallido, resulta preocupante la creciente debilidad de los clubes chilenos para resguardar su patrimonio ante la voraz acción de los representantes, que con mucha facilidad levantan jugadores a costo cero, prometiéndoles de paso el oro y el cielo.

La molestia de la institución es legítima, no así que la única respuesta sea el congelamiento del futbolista, es decir su marginación. En el caso de Morales, un auténtico autogol de la “U”, al privarse de un jugador importante para la segunda rueda, más allá que para aminorar el efecto haya contrato a otro lateral izquierdo.

El juego es peligroso porque vuelve a poner al técnico Gustavo Álvarez en la incómoda posición de tener que asumir una decisión directiva. Ya le pasó estando en Huachipato, cuando marginó al defensa Bastián Roco, a quien mandó a entrenar con los juveniles luego de que el jugador desestimó una renovación automática de su contrato, además de negarse a firmar con el representante sugerido por el equipo acerero, coincidentemente Felicevich.

Un hecho sancionado por la dirección del trabajo. Si la molestia de Azul Azul es tan grande, ¿Por qué entonces no corta relaciones con el agente que lleva las negociaciones, y que pretendería sacar al jugador del club sin dejar nada a cambio?

De esto no se habla en la “U”, y al contrario, el nuevo refuerzo, el lateral Antonio Díaz, también pertenece al corral del poderoso representante. Sí, también de Felicevich. Pero, claro, es más fácil lanzar toda la artillería contra Marcelo Morales.

No vaya a ser que el agente, con estrechos vínculos con los verdaderos dueños del club, se vaya a enojar en serio. Mejor seguir con el juego del congelado.