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Columna de Fernando Tapia: “Rojos de vergüenza”

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Pauta
POR Equipo Radio Pauta |

“Y lo peor es que no se ve liderazgo alguno para enfrentarla. ¿Milad? No existe. Se fue del estadio mudo, acompañado por guardaespaldas, otro buen ejemplo de la decadencia de su figura directiva.”, afirmó Fernando Agustín Tapia.

La Selección Chilena perdió de local por primera vez en la historia ante Bolivia. Este solo dato basta para justificar la sensación de humillación que siente todo el país, y debiera ser suficiente para que el técnico Ricardo Gareca comprenda el efecto de la derrota, abandonando los lugares comunes en sus declaraciones.

En condiciones normales, el resultado habría acabado en el acto con el proceso de cualquier entrenador, aún cuando éste haya sido apenas el segundo partido dirigido por el técnico en estas desgraciadas eliminatorias.

Chile fue humillado en el Nacional por un equipo que no había ganado un partido de visita en 31 años, considerado de los más débiles del continente, por lo que el golpe recibido es de nocaut, letal, que sepulta las expectativas de una clasificación al próximo mundial.

No, no quedan argumentos para hacerse de ilusiones. Es la mejor forma de enfrentar el resto de la competencia, así dejamos de sufrir y encaramos lo que nos queda con otro propósito. Es cierto que el nombre de Gareca generó consenso a su llegada.

Parecía el indicado luego de hacer mucho con poco en Perú. Pero en nuestro país no ha logrado acomodarse ni menos sacar rendimiento a lo poquito que nos va quedando. Lo peor y más penoso es que nada o muy poco cambiaría con su eventual salida, porque lo que hoy estamos constatando no es más ni menos que la cruda realidad en lo que se ha convertido el fútbol chileno.

El rendimiento de la Selección viene en un constante y claro declive desde el 2017 a la fecha, con entrenadores diferentes. Ninguno hasta ahora ha podido romper esa dinámica, y la razón es que tenemos un problema estructural que desborda y sobrepasa a todos los estamentos del fútbol chileno.

Ya no está la generación dorada para ocultar los problemas, y mucho menos para subvencionar una actividad que ha seguido peligrosamente el mal ejemplo de México. Un país que tiene todo para ser potencia, y que de animador permanente en los mundiales se ha transformado en comparsa.

La irrupción en la propiedad de los clubes de los representantes de futbolistas, o de empresarios interesados sólo en lo transaccional, los llevó a la exacerbación del negocio, incluso a la sospecha de que el fútbol es la nueva forma de lavar dinero de actividades ilícitas, abandonando el trabajo formativo y dejando de lado la competencia. En Chile hace rato que los nuevos dueños de la pelota, y los que definen todo en el Consejo de Presidentes, no son otros que los agentes de los futbolistas.

Hay dueños fantasmas y multipropiedad; los descensos se definen en los escritorios; la programación está entregada a la autoridad política dada la inoperancia directiva para enfrentar la violencia; el arbitraje sigue en crisis; se instaló la sospecha de amaños de partidos y la potencial injerencia de las mafias de las apuestas; y la ANFP está en peligro de quiebra económica producto de un manejo irresponsable, la razón por la cual tampoco es viable la salida de Gareca. La falta de renovación en la Selección Chilena y su paupérrimo desempeño es otra prueba palpable de la crisis.

Y lo peor es que no se ve liderazgo alguno para enfrentarla. ¿Milad? No existe. Se fue del estadio mudo, acompañado por guardaespaldas, otro buen ejemplo de la decadencia de su figura directiva. Perder en Santiago con Bolivia por primera vez en la historia es tocar fondo. Entiéndalo profesor Gareca, quedamos rojos, pero de vergüenza.