Columna de Fernando Tapia: “La Roja en el paredón”

“En el fondo Gareca nos dice que da lo mismo. Todos queremos, incluido él, que el sufrimiento termine pronto. No hay argumentos objetivos para creer que Chile pueda cambiar su suerte ante la mejor selección del planeta”, escribe el periodista Fernando Tapia en su columna.
En el fútbol, peor que la rabia es la indiferencia. Como no ocurría en décadas, el partido de Chile ante Argentina por las clasificatorias no despierta entusiasmo. Todo es más bien apatía, desinterés, desgano. Últimos en la tabla, ni siquiera la visita del vigente campeón del Mundo, un rival clásico para nosotros, ha logrado seducir al medio y a los hinchas. Una demostración empírica que más allá de las matemáticas, nos sentimos fuera del próximo mundial. Y todo parte de quienes están a la cabeza del proceso.
El técnico Ricardo Gareca, que ha sido una completa decepción, no ayuda con sus actitudes. Lo último fue la convocatoria del futbolista de la “U” Lucas Assadi. Suplente permanente en su equipo, incluso sin ser considerado para el banco hace un par de partidos, fue el último llamado del seleccionador ante la emergencia. No es culpa del muchacho, pero claramente su nominación es un ejemplo del notable abandono de deberes en el que cayó el entrenador. Es cierto, el fútbol chileno en crisis no ofrece muchas más opciones, pero sin duda que había otros antes que Assadi.
En el fondo Gareca nos dice que da lo mismo. Todos queremos, incluido él, que el sufrimiento termine pronto. No hay argumentos objetivos para creer que Chile pueda cambiar su suerte ante la mejor selección del planeta. Y el panorama se ve también sombrío al proyectar el siguiente partido con Bolivia en la altura de El Alto.
El Presidente de la Federación, Pablo Milad, también lo intuye, pero tampoco se alarma. Apernado en el poder, dijo que no dejará el cargo pase lo que pase, porque su deseo es dejar un “legado” para el fútbol chileno. No es necesario que termine su periodo para constatar que lo suyo es más bien un lastre que ya constatamos. Faltaría tinta para enumerar los constantes errores, desatinos y torpezas que han marcado su administración, siendo lo más grave la falta de sentido de urgencia para enfrentar los problemas estructurales que aquejan a la actividad y, especialmente, el negar permanentemente la profunda crisis por la que atraviesa el fútbol chileno.
Chile se medirá esta semana con Argentina, equipo que no viene de paseo a Santiago. Dicho lo anterior, cuando venga el pitazo inicial, muchos volverán a sentir ese momento mágico que siempre regala este deporte. Esa pequeña luz de ilusión a la que se aferran los que creen en los milagros. En una de esas, la fortuna nos deja de dar la espalda y el equipo en la cancha rompe todos los pronósticos. Lo triste es que ni siquiera un hipotético triunfo contra Argentina nos asegura el medio cupo para el repechaje, ni mucho menos cambiar el oscuro panorama de nuestros problemas de fondo.
Soñar es gratis, pero la verdad sea dicha. Aunque las matemáticas aún no lo confirmen, futbolísticamente estamos fuera del próximo mundial. Faltan cuatro partidos, comenzando con el duelo con Argentina. Luego vendrá Bolivia, y en septiembre los partidos con Brasil de visita y con Uruguay en Santiago. Hoy más bien la gran duda es cuándo quedaremos formalmente eliminados. Nuestra triste posición nos tiene como el condenado que espera el tiro de gracia. La Roja está en el paredón.