La columna de Fernando Tapia: “El baile de las máscaras”
En su columna de opinión para Pauta, Fernando Tapia habla sobre la llegada al país de los protagonistas de la exclusión de Chile de la organización del Mundial 2030, en el marco del campeonato Sub-20. “Recibirán trato de jefes de Estado, como si aquí nada hubiese pasado”, dice.
El próximo domingo en el Estadio Nacional se jugará la gran final del campeonato mundial juvenil Sub 20. Hasta ahora el torneo se ha desarrollado con gran éxito de asistencia, pese a la decepcionante actuación de nuestro combinado, que se quedó en el camino en la ronda de octavos de final.
El público ha respondido en las cuatro sedes, y ha disfrutado de un buen espectáculo deportivo que ha permitido el regreso de las familias a los estadios. Ha quedado claro que a la gente le gusta ir al fútbol cuando el evento garantiza la seguridad y la tranquilidad.
Para el partido decisivo, que coronará al nuevo campeón planetario de la categoría, no hay entradas disponibles, por lo que se anticipa un lleno total en Ñuñoa. Sin embargo, hay un aspecto que no ha pasado desapercibido para los dirigentes del fútbol chileno, y es la nula presencia de los altos directivos de la FIFA y de la Confederación Sudamericana de Fútbol.
En la ceremonia inaugural el personero de más alto rango fue el jefe de los árbitros, el italiano Pierluigi Collina. Llamativo al menos, especialmente porque el stablishment de la dirigencia internacional suele no ausentarse, mucho menos en masa, a este tipo de eventos. Ha sido el presidente de la Federación de Fútbol de Chile, Pablo Milad, el que ha corrido prácticamente solo, visitando todas las sedes, y acompañando a los visitantes ocasionales, como algunos presidentes de federaciones de países participantes.
Para quienes conocen el mundo FIFA, los gestos dicen más que las palabras. Chile está aislado, y el escaso peso internacional de Milad ha quedado nuevamente confirmado con los hechos. Pero una final del mundo, como la que viviremos el domingo, obliga a respetar las tradiciones y activará la diplomacia.
En las oficinas de Quilín tienen la confirmación de la llegada a Chile para el evento cúlmine del Presidente de la FIFA, Gianni Infantino, acompañado del Presidente de Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez. Los mismos que se responsabilizaron mutuamente de haber marginado a nuestro país de la organización del Mundial adulto del año 2030. Justo se cumplirán dos años de aquél acto agravioso del cual Milad se enteró por la prensa.
Tras el escándalo, la FIFA compensó a Chile con el Mundial juvenil que ahora se disputa. Un premio de consuelo, al que el país ha respondido con una organización sobria y a la altura del estándar exigido por los dueños de la pelota. Infantino y Domínguez serán recibidos con honores. Recibirán trato de jefes de Estado, como si aquí nada hubiese pasado. Con seguridad habrá elogios de lado y lado, con frases pomposas que intentarán disimular la hipocresía con la que se manejó la vergonzosa exclusión de Chile de la Copa del Mundo de 2030.
Seguramente al Estadio Nacional también asista el Presidente de la República, Gabriel Boric, que en su momento declaró enfurecido que “con Chile no se juega” calificando a la FIFA como una institución “poco seria”. Pero el mundo del fútbol está estrechamente emparentado con la política. Muchas veces hay que guardar las formas y someterse al juego.
El domingo habrá una final del mundo en la cancha, y un baile de máscaras en la tribuna oficial.