La columna de Fernando Tapia: “El tesoro del pirata”
En su columna de opinión para Pauta, Fernando Tapia repasa las claves del campeonato de Coquimbo Unido. “Muchas veces no brilló, pero supo sufrir y resistir y, mejor aún, ganar con lo justo. Así también vale y se disfruta el doble”, dice.
Coquimbo Unido es el nuevo, flamante e indiscutible campeón del fútbol chileno. Con una campaña con registros históricos, incluyendo una segunda rueda impecable, el equipo del puerto se coronó con cuatro fechas de anticipación del término del torneo, con extraordinarios números que todavía pueden mejorar, teniendo al alcance la opción de convertirse en el campeón de mejor rendimiento de todos los tiempos en la Primera División.
Una hazaña que sin duda se agigantará con los años, porque difícilmente volveremos a ser testigos de una diferencia tan aplastante como la que el cuadro Aurinegro estableció con todo el resto. Coquimbo Unido les ganó a todos y a todo. Despedazó la lógica de una industria en la que los millones de dólares en las cuentas bancarias establecen los favoritismos en la cancha.
Por presupuesto y tasación de su plantel, del cuadro pirata se esperaba que apenas deambulara en la mitad de la tabla. Pero precisamente ahí radica una de las claves de la magia de este deporte: en el fútbol, por fortuna, no todo es matemática.
Conformar un buen equipo, más allá de los nombres propios, es siempre la principal tarea de un buen líder. Y Coquimbo Unido encontró en un entrenador de bajo perfil, Esteban “Chino” González, un conductor que supo moldear el equipo con extraordinario pragmatismo. Alguien que convenció a sus jugadores que para ganar había que, primero, mantener el arco en cero: ser la valla menos batida del campeonato explica en gran medida su éxito.
Muchas veces no brilló, pero supo sufrir y resistir y, mejor aún, ganar con lo justo. Así también vale y se disfruta el doble. Fecha a fecha fue derribando obstáculos y, especialmente, rompiendo los pronósticos de los incrédulos, incluyendo a algunos de los más fanáticos hinchas que en 67 años jamás habían saboreado un título en la división de honor.
La hazaña se construyó con la política del paso a paso, con la estricta prohibición de hablar de ser campeón, a pesar de que los resultados ya proyectaban una seria posibilidad de la vuelta olímpica varias fechas atrás. El plantel de Coquimbo Unido no tiene grandes nombres ni figuras de recorrido internacional que lo pusieran entre los favoritos al comienzo del año, pero en el camino supo construir un equipo confiable y consistente, que resistió los innumerables recesos de nuestro campeonato, esos que muchas veces derrumban una buena racha.
Dicen en el puerto que precisamente algunos comentarios en la prensa deportiva, que anticipaban una caída en el rendimiento del equipo por la pausa que ocasionó el Mundial Sub-20, fueron utilizados como combustible para mantenerse en alerta y en plena sintonía para alcanzar el objetivo final. Se van a caer, dijeron muchos. Y eso fue un acicate para reforzar la moral interna.
Durante toda su historia la ciudad de Coquimbo ha sido sinónimo de innumerables cuentos de piratas, corsarios y filibusteros, que en la Colonia acecharon las costas de la región. Una novela escrita en 1935 por Ricardo Latcham acrecentó el mito de un supuesto tesoro de valor incalculable escondido en la bahía de Guayacán. Ese botín toma ahora forma de balón, con los colores negro y amarillo del club, y un campeonato inolvidable. Bien administrado, que será tarea de los dirigentes, se podría multiplicar.
Desde ya, en todo caso, hay una ganancia inmensa: entrar a la historia grande del fútbol chileno, motivo de orgullo eterno para sus hinchas. El verdadero tesoro del pirata.