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La columna de Fernando Tapia: “Otro fracaso para el legado”

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POR Equipo Radio Pauta |

En su columna de opinión para Pauta, Fernando Tapia comenta la eliminación de Chile del Mundial Sub17. “La prematura eliminación de este nuevo Mundial es otro fracaso para el legado de la directiva de Milad”, dice.

Chile quedó eliminado del Mundial Sub-17 de Qatar. El equipo terminó último de su grupo y se despidió prematuramente del torneo que, de 48 selecciones participantes, entregaba 32 cupos para la segunda ronda. Ese es el dato duro. Visto de esta manera, y considerando las expectativas que se crearon luego de un buen desempeño en el campeonato Sudamericano, no hay que temerle a la palabra fracaso.

Es verdad que el concepto es quizás demasiado duro para calificar el desempeño de jóvenes aún en proceso de formación, pero también es cierto que en nada contribuye moderar una crítica que se debe apuntar especialmente al trabajo de quienes están al frente, es decir, entrenadores y dirigentes.

Se podrá decir que, como nos ha pasado tantas veces, nos faltó esa cuota de fortuna que siempre es necesaria. Pero a la suerte hay que ayudarla, y el fútbol chileno se ha empecinado en ahuyentarla con un deterioro constante de los torneos juveniles y una preparación que a la luz de los hechos fue insuficiente.

En este marco es justo reconocer que la Selección que dirigió Sebastián Miranda al menos fue competitiva en los tres partidos que disputó. No fue un papelón, y quizás por eso se entiende que más que rabia, lo que provocó la eliminación fue mucha tristeza y decepción. Pero nada es al azar. Y esta nueva desilusión futbolística se enmarca en el contexto de la crisis generalizada del fútbol chileno.

Es injusto que los jóvenes de la Sub-17 deban cargar ahora con todo el peso de un problema que es estructural. Pero, mientras no existan cambios profundos, es esperable que los buenos resultados tarden en volver.

En Chile los clubes han ido abandonado los procesos formativos. Las sociedades anónimas deportivas están volcadas al negocio puro y duro, y salvo honrosas excepciones, la mayoría de las instituciones prefiere comprar el talento antes que formarlo, porque lo segundo tarda mucho más tiempo en dar ganancias. Los fracasos sucesivos de la Selección adulta lo ratifican, con la fallida renovación de la generación dorada.

El problema está en la cabeza, es decir, en quienes dirigen la actividad. Tenemos un presidente que niega la crisis, y que sigue actuando como si nada pasara. Esto es lo más preocupante. Pablo Milad vive en un mundo paralelo. Nos asegura que estos resultados están en el margen histórico del fútbol chileno, y que su labor se restringe a entregar las condiciones de trabajo y preparación. Aquí también se equivoca.

No se puede aceptar la falacia de que la Selección Sub-17 tuvo todas las herramientas para llegar bien preparada al mundial. No basta que los jugadores hayan podido contar con buenas canchas de entrenamientos, infraestructura adecuada, y decenas de microciclos. No. Eso es lo básico. Faltó lo más importante: partidos, muchos más partidos de preparación.

El mejor ejemplo ocurrió hace 32 años, en 1993, cuando Chile en esta categoría logró un histórico tercer lugar en el Mundial de Japón. En ese equipo había talento, sí. Estaba bien dirigida por un técnico con vocación de formador, Leonardo “Pollo” Véliz. Pero la clave fue un estricto plan de preparación que incluyó giras por Europa y Estados Unidos. Un año antes del torneo jugó 31 partidos amistosos, con clubes y selecciones. Y varios de ellos en el Estadio Santa Laura, con público y transmisión televisiva.

Los jóvenes de ese proceso llegaron al Mundial no sólo con una mecánica de juego, sino que con una tremenda experiencia para manejarse bajo presión. Tres décadas después, con el agravante de que hoy la Federación cuenta con muchos más recursos que entonces, la actual Sub-17 llegó con lo mínimo, aunque nos quieran vender lo contrario. Por eso, la prematura eliminación de este nuevo Mundial es otro fracaso para el legado de la directiva de Milad.